| XV |

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A la mañana siguiente Eren me fue a dejar a la universidad, y sentí algo en mi interior cuando tomó mi mano y dejó un beso en el dorso de ella antes de que entrara al edificio.

Recuerdo con mero detalle desde el momento en que salimos y sonrío como tonta cada vez que pienso en ese chico de ojos verdes que me robó el corazón de una manera tan rápida y sorpresiva. Sus caricias, sus palabras, sus pequeñas acciones hacen que todo se vuelva tan perfecto y me duele que no haya podido agarrar ese valor para decirle que pronto me iré.

No sé que es lo que me impide a decírselo, pero cada vez que estoy con él y recuerdo mi viaje de intercambio siento un nudo en mi garganta tan grande que me dan ganas de tirarlo todo por la borda y quedarme a su lado.

Pero sé que eso no es posible.

Y me duele, pero simplemente no puedo.

Esa tarde me encontraba en la biblioteca junto a Jean, quien era mi compañero de un trabajo—bueno, como casi siempre—. Estábamos investigando sobre la evolución de la escultura a lo largo de los años, y aquello me hacía recordar a Eren.

A todas esas veces que lo veía en el museo tallando esa escultura, con una tremenda paciencia y precisión. Sus orbes verdes fijos en el rostro de aquella figura, siempre lo veía con un rostro serio y tranquilo, pero nunca llegué a imaginarme por todo lo que esos ojos escondían.

Me pregunto si la Max de esos momentos se imaginaría lo lejos que llegamos. No lo creo. Esa Max hubiera seguido creyendo que sólo lo vería de lejos sin tomar el valor de hablarle.

Mientras hojeaba las hojas del libro de esculturas que tenía en frente mío, Jean llegó a mi lado y dejó sobre la mesa otro montón de libros que nos ayudarían para la tarea que teníamos que hacer.

—¿Averiguaste algo relevante?— Me preguntó mientras me observaba concentrada en el libro que tenía en mis manos.

—¿Sabías que los egipcios creían que para que el faraón viviera después de su muerte necesitaban una imagen con su representación para favorecer la pervivencia del alma?— Pregunté leyendo.

—Nop... podríamos agregar eso como dato interesante.—

—Ajá...si.— Volví a anotar algunas datos interesantes en una libreta.

Mientras seguía hojeando el libro me quedé observando una página que señalaba los pasos para poder hacer un escultura, y eso me hizo recordar a la vez que acompañé a Eren al museo y me enseñó cómo se hacía.

Jean me estaba hablando de algo pero mis oídos no lo escuchaban, ya que estaban absortos al sonido de la lluvia, del agua chocar contra la ventana. Y mis ojos fijos en aquella página.

De pronto sentí una mano asomarse al frente de mi rostro. Agité la cabeza volviendo a la realidad, en específico hacia Jean quien me había preguntado algo pero no lo había escuchado.

—Lo siento, no estaba escuchando.— Murmuré.

—No te preocupes... si quieres podríamos tomar un descanso.— Revisó el reloj de su muñeca. —Hemos estado casi dos horas aquí, necesito un descanso.—

—Uh, se me hizo muy rápido.— Comenté y el castaño asintió.

—Oye... cambiando de tema ¿ya tienes todo arreglado?.—

—¿Ah? ¿De qué estás hablando?.—

—De tu viaje.— Rodó los ojos con obviedad.

—Ah, todavía tengo que arreglar algunas cosas.—

Volví a bajar la mirada a la libreta que tenía abierta y con algunas cosas anotadas, pero mi vista se fijó en la esquina de aquella página.

Se fijó en una palabra que me dejaba una especie de vacío.

Amnesia | eren jaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora