Cuando nos separamos de aquel abrazo sonreí, el olor de tu perfume quedó impregnado en mí ropa.
—Hueles a miel.—dijiste en un tono de voz tan bajo que era casi inaudible.
—En el café dónde trabajo hago galletas de miel, podría decir que es mí especialidad.
—Hablando de trabajo, Amelie, creo que ya es hora de volver a casa.
—Sí, pienso lo mismo.
Volvimos en tren, claro está. Al llegar a mí edificio, antes de despedirme, comenzó a llover. Recuerdo como llovía fuertísimo esa noche y eran casi las una de la madrugada.
—Oh, entra conmigo. No dejaré que te enfermes.
—Puedo usar magia para no mojarme.
—Tal vez no lo hayas notado, pero ambos ya estamos completamente empapados, Charlie.
Subimos las escaleras hasta el segundo piso dejando un rastro de agua, de verdad, estábamos muy empapados. Al entrar a mí departamento me quité el abrigo y señalé dónde podías dejar el tuyo, luego usé un hechizo para secar tu ropa y fui a cambiarme.
—¿Puedo encender la chimenea?—preguntaste cuando regresé, asentí a modo de respuesta mientras usaba mí varita para secar mí cabello.
—¿Te gustaría degustar mis galletas de miel?—pregunté desde la cocina.
—Sería un honor.
Te serviste una, te miré directamente a los ojos, solo para ver tu reacción. Pero había algo en esos ojos café que me obligaba a mantener la vista en ellos.
Yo usaba medias y pantalones de pijama color crema, con un suéter tres veces mayor que yo color marrón. Me senté en la alfombra frente a la chimenea, imitaste mí acción trayendo contigo el plato con galletas de miel.—¿Puedo preguntarte algo personal, Amelie?
—Claro.
—Es que, me preguntaba sobre tu historia. Sobre tu familia y cómo llegaste a Rumanía. Si no quieres contestar, no lo hagas.
Antes de contestar se escuchó caer la lluvia con más intensidad, un segundo después nos quedamos sin luz. Usé mí varita para prender velas que habían sobre la chimenea.
—Crecí en un orfanato muggle de Francia, no sé nada sobre mí familia porque no hay registros de mí. Según mí institutriz, mis padres murieron al verme, por ser tan horrible.—se quebró un poco mí voz—. Las niñas en el orfanato eran crueles conmigo, me pegaban y maltrataban, pero claro, ante los ojos de la directora del lugar eran las criaturas más bellas y dulces del mundo. Cuando Madame Maxime, la directora de Beauxbutons, supo de mí me adoptó. Vivía en Beauxbutons, yo quería que Maxime me viese como su hija, pero nunca fue así con ella.—Una lágrima se me escapó, la limpié con rapidez—. ¿Sabías que sé ballet? Me lo enseñaron los últimos tres años que estuve de estudiante, y cuando me gradué se presentó una pasantía para venir a Rumanía, para bailar en un teatro. Cuando llegué, se canceló todo, así que busqué trabajo en este pueblo mágico y encontré al café, luego de un tiempo compré este apartamento con ayuda de mí madre adoptiva, Madame Maxime.
Te quedaste callado unos cuantos segundos, la luz tenue de las velas hacía verte como alguien sombrío. Me miraste a los ojos, de nuevo, el mundo pareció esfumarse por un momento.
—Oh, Amelie. Lo siento tanto, de verdad.
Nunca le había contado a nadie mí historia, nunca había dejado que alguien entrase en mí vida. Hasta que llegaste tú, Charlie. Esa noche te acercaste a mí, aún sentado en la alfombra de mí sala y me abrazaste, acomodaste mí cabello y besaste mí frente. Lloré en silencio estando en tus brazos, recuerdo perfectamente el aroma a canela que desprendía tu cuerpo.
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Causalidad. - Charlie Weasley fanfiction.
FanfictionOlor a canela y galletas de miel. Cabellos rojos y marrones. Amor mutuo y por los dragones. Viajes y noches de charlas profundas. Un departamento y una chimenea. Una familia que desprende amor y una chica que nunca se sintió amada. Así es como recue...