El esposo de los hermanos Lan

Nueve

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Wei WuXian

Jiang YanLi fue la primera que fue dejada atrás. Wei WuXian intentaba caminar tan rápido como podía junto a su hermano y Lan Zhan. Sus pensamientos corrían en todas direcciones. ¿Lan Zhan había leído su carta? ¿Venia para enfrentarlo o para apoyarlo? La esperanza se mezclaba con el miedo mientras se alejaban de aquellos discípulos, líderes e invitados de otras sectas que solo buscaban remarcarle errores, exigirle demandas y esparcir rumores.

—A-Cheng —murmuró, cansado—, llévame a la biblioteca.

Lan Zhan se adelantó y les abrió una puerta que daba a la biblioteca. Esperó a que Jiang Cheng lo ayudara a pasar. Cuando lo ayudaron a sentarse cerró los ojos y tocó su vientre.

—A-Cheng ¿Puedes dejarnos solos? —Si Lan Zhan iba a hablar de su carta, no quería a su hermano presente. No quería arruinarle la imagen de Zewu-Jun.

—¿Por qué?

—A-Cheng, por favor —su hermano miró a Lan Zhan antes de irse—. Bien, ¿Por qué has vuelto? ¿Es sobre..?

—Lo siento —lo interrumpió Lan Zhan—. No me di cuenta de que mi hermano había convertido tu vida en un infierno

—Lo mantuve en secreto hasta que no pude más.

—Wei Ying. Estás enfermo.

No era una pregunta. Wei WuXian le sonrió. Se inclinó y apoyó la cabeza en su pecho, sintiéndose seguro y reconfortado por primera vez en meses. Podía sentir la energía de un Alfa fluir.

—Es por la energía de un Alfa. La sanadora dice que puede que el bebé sea un alfa, y yo solo tengo energía Omega. Mi hermano, A-Cheng ha estado ayudando, pero no es un Alfa. Es el único —Lan Zhan tomó su mano y empezó a darle energía—. Gracias.

—Quiero verte sonreír. He echado de menos tu sonrisa —dijo él acariciándole los labios—. Y tus risas.

—Echo de menos reírme. Últimamente no lo he hecho demasiado.

Lan Zhan le acarició la espalda y sus dedos despertaron una oleada de sensaciones.

—Yo tampoco. —Confesó Lan Zhan. WuXian se rió más fuerte.

—Tú nunca sonríes.

—Tienes razón.

—Vaya, en verdad me siento mejor —se separó. Lan Zhan acercó su boca lo suficiente como para sentir su aliento. Se estremeció.

¿Aquello era real? ¿Iba a salir todo bien?

—He echado de menos tus besos —susurró Lan Zhan.

—Y yo los tuyos —dijo, y le dio un beso cerca de los labios. Lan Zhan no se apartó, de hecho, tomó sus labios y los acarició con la lengua antes de besarlo apasionadamente.

Los pezones de Wei WuXian se endurecieron contra el pecho del Alfa y deslizó las manos por su espalda, disfrutando de la fuerza de sus músculos. Se sentía seguro, a pesar de que no le había hecho ninguna promesa.

—Me alegro de que hayas vuelto —susurró. Aunque no se quedara, siempre tendría aquel momento para recordar, en el que se había sentido seguro, completo y amado—. Me daba miedo contar la verdad. No sabía si te enfadarías o pensarías que me había vuelto loco.

—No deberías haber soportado los disparates de mi hermano —dijo Lan Zhan levantándole la barbilla para encontrarse con su mirada—. Deberías haberle dicho que era un desgraciado y haberlo abandonado.