1- Como la conocí.

16 1 0
                                    

EZRA BLACK:


¿Qué es el amor? ¿Cómo sabes qué esa persona es correcta para ti? El amor es dulce, amargo, descarado y un placer divino. Saber que esa persona es correcta cuando está presente en todo lo que necesitas, supe que el amor también es debilidad y dolor, porque sabes que estas dando todo para ser feliz con esa persona pero siempre se atraviesa un obstáculo en el camino.

El amor, el amor es un asco.

Desperté exaltado ante el ruido, ¿A quién se le ocurría mudarse a tal horas de la mañana? Me acerqué a la ventana a ver que era ese desorden, algo adormilado asimilé que podría ser las 7am. El camión de mudanza estaba estacionado frente a la casa de color blanco, casa que pertenecía a la la señora Morris, ya era hora que esa mujer se retire del vecindario, se quejaba por todo, más con ese perro chihuahua feo de color marrón, no negare que la odiaba porque siempre se metía en la vida de los demás como si no tuviera vida propia, recordé cuando se quiso hacer la coqueta con mi amigo y este simplemente le dijo que no se acostaba con viejitas ariscas. No se ofendan, Oliver era un canalla cuando quería.

—Que torpe.— susurré cuando vi a aquella mujer de lindas curvas pasearse en un vestido floreado y unos zapatos de plataforma, quise reír cuando vi que quedó estática en su lugar mirando el patio de aquella casa, daré una leve descripción sobre aquello. El arbusto estaba muy alto y seco, las hojas de los árboles estaban todas caigas y luego el alambrado que hacía de portón estaba destruido. Al parecer iba a tener mucho trabajo que hacer.

—¡¿Qué es esta pocilga?!— su grito se escuchó tan fuerte que hasta el hombre que estaba a su lado se asustó.

Que exagerada era, solo tenía que poner manos a la obra y todo le iría bien si no fuera tan delicada. Desordené mi cabello y chasquee la lengua. Me alejé de la ventana, tomé una camisa y salí de mi habitación. Al llegar abajo miré mi sala, botellas, vasos rojos, papeles y cigarros estaban desordenados por doquier, una fiesta salvaje que se convirtió en un basurero. Reí al recordar a la policía frente a mi casa pidiendo que corte la música porque los vecinos no podían dormir. Y claro que mi vecina favorita estaba detrás de esas llamadas poco convencionales. Ya era hora de que se vaya.

Al salir afuera el sol me pegó tan fuerte como una patada en las pelotas y gruñí. Sobé mis brazos ante la calentura del ambiente y volví a observar adelante, el camión de mudanzas ya estaba por irse, todas las cosas estaban dentro de la cochera. La vi pagar a los hombres y luego se cruzó de brazos refunfuñando algo que no entendí bien.

—Al parecer tienes mucho trabajo por hacer.—hablé pero ella no volteó a verme, solo se mantuvo mirando la casa y recogió su cabello en una coleta.

—Si te ofrecieras a ayudarme estaría mejor ¿No crees?—su voz suave y algo fuera de sí me hizo sonreír, se volteó a verme y sus orbes marrones brillosos me fascinaron. Tenía pecas y algún que otro acné en sus mejillas.

—¿Por qué debería ayudarte? No me conoces muñeca.

—Se supone que eres un caballero y no soy tu muñeca.

Reí y suspiré, una mujer complicada, difícil y bonita.

Mentalmente pensé; "¿Por qué carajos me acerqué a verla?" Podría quedarme en casa y tomarme un buen jugo de naranja mientras la veía acomodar su nuevo hogar feo y abandonado. Literalmente ese fue mi pensamiento porque ahora me encontraba cargando una caja pesada, ni siquiera sabía porque tanto esmero en traerse todo de su antigua casa, pero mi vecindario era ordenado y prolijo, la anciana Morris solo vivía encerrada y de vez en cuando Oliver se ofrecía a podarle el césped.

Pero yo no era Oliver.

No iba a hacerle los favores a esta niña caprichosa y gritona, entré a la sala, me sorprendió el aroma del sahumerio a canela, detestable.

—Deja esa caja sobre la mesa, luego me ocupo yo de ordenarlo, por cierto, ¿Puedes cortarme el césped del patio y luego pintarme las paredes?

Quedé tieso en mi lugar aún con la caja en las manos, ¿acaso estaba loca?. No, no iba a darle el gusto de prepararle todo eso. No era un maldito sirviente, apenas la conocía, apenas llegaba al vecindario, apenas... ¡Rayos!

—Soy Kimberly Smith, seré tu nueva vecina y tal vez tu futura novia.

—¿Qué?—dije confundido, en definitiva estaba demente, sus ojos chocaron con los mios, y ahora que veía tenía un tatuaje en su clavícula derecha de unas letras. Suspiré aburrido y cansado, el sudor resbalaba por al costado de mi cuello y terminaba en el cuello de mi camiseta.

—Era broma, no me van tipos como tú. En fin, hazme ese favor y te acepto una salida.

Me tomó del brazo y me llevó con ella hasta la puerta principal y me sacó. ¿No era su tipo? Por dios era hermoso y guapo, a parte, ella no era mi tipo para nada. La miré de nuevo y ella sonrió.

—Adiós Mateo.

—No me llamo Mateo.

—Tienes cara de llamarte así. Nos vemos luego cuando vengas a cortar el césped.

Y cerró la puerta en mi cara, gruñí y apunté la puerta.

—No soy Mateo y no soy tu sirviente, niña mimada.

Hablé con la puerta solo y halé mis cabellos desesperado, era el maldito primer día que llegaba y ya me hablaba como si me conociera de toda la vida.

Volví a casa como si hubiera salido de una pelea, aunque también quería golpear a alguien u algo. Miré a la persona que estaba sentada al lado de la puerta y rasqué mi cuello.

—Si continúas con tus vicios terminarás mal. Pasemos adentro.

Abrí la puerta, él fue el primero en pasar y tiró el cigarro en el cenicero de adentro. Oliver era un dolor de huevos, sus ojos color verde me observaron y sonrió como un maldito cínico.

—¿Y ahora qué?

—Tu vecina.— lo quedé observando esperando que diga más, conociendo a mi amigo diría cualquier estupidez que pasara por su mente.—Está bien buena.

—Es una demente. Me llamó Mateo y ni siquiera ese es mi nombre. Una lunática.

—Te gusta.

Lo miré con ojos bien abiertos y negué.

—Por favor, apenas conozco a esa chica es nueva en el vecindario, da miedo por alguna razón. Me habló como si nos conociéramos de hace mucho tiempo y también que sería su novio. En mi defensa está buena pero no es mi tipo.

La única respuesta que conseguí fue una carcajada, bufé caminando a la cocina y busqué una lata de cerveza.

—Por cierto ayúdame a limpiar la sala, también estuviste metido aquí anoche y encontré tus asquerosos cigarros.

Volví a la sala pero al parecer ni siquiera escuchó lo que le dije, me acerqué a ver que hacía y sí, estaba viendo a la vecina.

—Me dijo que le corte el césped y que le pinte las paredes, tienes trabajo Oliver.—me miró confundido y luego negó—¿No qué?

—No voy a limpiar la mugre de esa casa. La señora Morris ya se fue, solo lo hacía para molestarla pero en cambio recibía monedas... era una buena anciana.

Hice gesto, al parecer era el único imbécil que se llevaba con esa vieja fea, no soy malo pero vamos, siempre hay personas que son horribles en su personalidad pero luego aparece alguien y se creen angelitos caídos del cielo. Malditas personas con doble personalidad.

—En fin, ¿Fiesta esta noche?

Y como decía, Oliver era alguien que podía hablar serio de algo súper importante o si no pasarse riendo toda la tarde de algo que ni siquiera daba chiste. Oliver, el chico que se enamoraba rápido cada dos por tres, pero que siempre salía lastimado. Ahora mismo estaba enrollado con una castaña preciosa que "supuestamente" lo amaba.

Al menos lo veía bien, sano y sin meterse porquerías que luego lo dañarían demás.

¿Y yo? Yo era un caso aparte.

HONESTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora