No te entiendo

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Dicen que he derramado sangre inocente... pero, ¿para qué sirve la sangre si no es para derramarse?

El joven médico no sabía qué estaba pasando. No se había dado cuenta que estaba alguien más con ellos, y menos una loca disfrazada de demonio –o de dragón, por las escamas que parecía haberse puesto en la piel –que le había atacado sin venir a cuento.

Kid lo miraba todo con los ojos como platos, justo al lado, sin saber qué hacer, medio paralizado.

Veía a una atractiva mujer vestida de demonio, con unas inmensas alas de murciélago en su espalda, extendidas, apretando con sus garras el cuello de su pareja. Éste intentaba librarse de ella con las manos, pero no parecía poder.

Una mirada. Una sola mirada de Law fue suficiente. Law le miraba, pidiéndole ayuda, casi suplicando. Ninguno de los dos sabía qué pasaba, pero sabían que estaban en peligro, fuera lo que fuera.

–¡Maldita zorra, aléjate de él! –bramó Kid antes de abalanzarse hacia Robin, en vano.

Robin solo dejó el brazo con el que sujetaba a Law estirado y giró la cara para coger a Kid por el mismo sitio, con la misma fuerza, sujetando a cada chico con cada mano, ahogándoles, jugando a dejar a pasar un poco de oxígeno por sus tráqueas.

–Espera a tu turno –dijo con furia helada, haciendo brillar aún más sus ojos violetas.

Aumentó un poco la fuerza en su cuello y lo sacudió, lanzándole varios metros hasta que el enorme cuerpo de Kid chocó contra una de las criptas, con un golpe seco y sin aliento. Se quedó medio atontado en el suelo.

¿Pero qué coño? ¿Quién es esa mujer?

–Primero quiero disfrutar de esta ricura... –murmuró Robin, relamiéndose los labios, mirando a Law con cierta lujuria, acercándole lentamente a ella.

–Su-suéltame... –consiguió articular Law, con la voz rasposa, mirándola a los ojos.

–No, no, cariño... aún no me has dicho qué deseas... –dijo con hambre, saboreando el miedo que conseguía captar de Law, igual que un ave de presa.

Incluso sus alas parecieron levantarse, como si fuera a alzar el vuelo, visiblemente emocionada.

Law, capaz de mantener la cabeza fría en situaciones extremas, dejó que su instinto actuara por él. Había desviado ligeramente sus ojos grises hacia las alas de Robin, dándose cuenta en ese momento que parecía haber estado hipnotizado por ella.

Seguiría mirando esos ojos morados si no fuera por el estímulo externo que significó su aleteo.

–¿Quién eres? –preguntó, con los ojos cerrados.

Robin pareció volver a emocionarse por eso. Se rió, con esa risa tan sensual que tenía. No era nada común que un humano consiguiera evadir su hipnosis una vez empezada.

–Eres fuerte... eso me gusta... –dijo ella, lamiendo su mejilla, lentamente, sintiendo el ligero temblor de Law. –Los deseos de los hombres fuertes son mis favoritos... siempre tienen ese toque amargo que adoro... –susurró en su oreja.

Kid había conseguido levantarse con cierta dificultad, avanzando hacia ellos, tambaleándose. Trafalgar justo estaba consciente, empezaba a perder la fuerza, con la poca cantidad de oxígeno que el demonio permitía que le llegara a los pulmones.

–Zorra, ¡te he dicho que le sueltes! –gritó, acercándose arrastrando los pies.

–Mi nombre es Robin o Asmodeo, no zorra, niño –dijo mirándole con furia, otra vez. No le gustaba para nada que la interrumpieran mientras se alimentaba. –Ahora, sé un buen chico y espera a tu turno si no quieres que me enfade.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2021 ⏰

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