El rincón de las historias perdidas

Videojuego en desarrollo

Tenía que correr. Eso era lo único de lo que el protagonista estaba seguro. Aún no sabía cuál era la temática o del género del juego que estaban testando con él, pero sabía que sus desarrolladores estaba empeñado en hacerlo sufrir y sentirse ansioso. Siquiera le habían dado un nombre… aún. Solo la certeza de estar huyendo de alguien más que acechaba ese escenario de tétrico y oxidado. ¿Quizá una inspiración en Silent Hill? O tal vez en Bioshock…

Se escondió en el cubículo de un baño, parándose sobre el inodoro, sintiendo los pasos firmes y seguros de su persecutor. Estaba asustado, preso del pánico, y eso que era sólo el personaje jugable del videojuego en cuestión. No quería saber cómo se sentiría el que sostuviera el joystick cuando estuviera terminado y a la venta al fin.

Notó que la puerta estaba mal diseñada, estaba muy alta y aunque estuviera sobre el váter se le iban a ver los pies. Bueno, seguro pronto iban a solucionar ese bug.

Abrió la puerta pensando que tendría tiempo de encontrar otro escondite cuando el que lo perseguía entró al baño. Frunció el ceño al pensar que estaba fuertemente inspirado en Hitman, con su calva y su traje negro impecable. Seguro los demandarían por plagio si no cambiaban el diseño.

Comenzó a sentirse mal por alguna razón. Un personaje de videojuego no puede sentirse mal, a menos que sea un bug. O algo peor. Y temía lo peor.

Le pidió a su asesino que esperara, que no se sentía bien, que el juego en el que estaban estaba en desarrollo y seguro ese error iba a solucionarse pronto. “Hitman” se quedó inmóvil, apenas frunciendo el entreceño en un gesto de incomprensión, y el protagonista tomó aquello como que lo había entendido y salió al exterior. No supo por qué, pero el exterior del baño era una calle límpida y el sol brillaba demasiado. El mareo empeoró.

Tenía razón. No era un error. Era mucho peor: estaban borrando los datos que hacían que él fuera él.

El persecutor también salió. Vio que se mareaba y lo sostuvo.

Le dijo que no pensaba matarlo, nunca quiso hacerlo. Que los datos estaban corruptos. Y lo besó, con los labios trémulos por el miedo al borrado permanente del código del juego.

Nunca salieron de la papelera de reciclaje.