CAPÍTULO 2 -Despierta, corazón. ¡El sol ya salió!

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[Josué]

Josué tardó unos minutos en poder despertar por completo y cuando el sonido de su alarma amenazó con taladrarle los oídos, supo que no podría permanecer más tiempo debajo de las almohadas, fingiendo que no la oía.

Alcanzó el interruptor del reloj digital y presionó dos veces el gran botón, hasta que el pitido cesó. Gruñó, removiéndose debajo de las sábanas y finalmente se descubrió, haciendo a un lado la sabana. Rodó hacia el otro lado vacío de la cama y sacó las piernas, colocándolas sobre el piso helado, enviando un escalofrió desde sus plantas hasta su nuca. Colocó sus codos sobre sus rodillas y frotó su rostro, tratando de desperezarse.

Le ardían los ojos y tenía una sed mortal. Además de que sentía la vejiga a punto de explotar.

Eructó y un sabor amargo trepó a través de su esófago, provocándole ardor y que arrugara la nariz por el olor fétido de su interior.

Sus ojos fueron instintivamente hacia el otro lado vacío de la cama y no pudo evitar sentir la amargura comenzando a extenderse por su pecho. Acostumbrarse a dormir solo era un asco y más cuando recordabas constantemente el calor humano faltante, además de la puñalada por el abandono por parte de este "faltante".

Como todo hombre, realizó sus necesidades más esenciales. Se dirigió al baño, donde orinó, descargando su vejiga y suspirando, aliviado al no sentir esa presión en su vientre.

Jaló a la palanca y después se dirigió al lavabo, donde colocó ambas manos, apoyándose sobre él con la cabeza gacha por el dolor cada vez que se enderezaba. Se sentía hecho mierda.

Abrió el grifo e hizo un cuenco con su mano, ahuecándola y se echó un chorro de agua en el rostro, sintiéndolo delicioso, a pesar de que estaba helada. Repitió la acción cuatro veces más, esta vez juntando ambas manos y se mojó la cara, limpiándola y quitándose la baba y las legañas de los ojos. Agarró una toalla y se secó.

Finalmente pudo soportar la sensación de nausea y mareo y se miró en el espejo, todavía secándose la barbilla, cuando su suposición resultó siendo errónea. Si bien se sentía como la mierda, su aspecto no estaba del todo tan mal como imaginaba.

Tuvo que mirarse tres veces, porque aquel pedazo de hombre desconocido en el espejo no era él. No era la octava maravilla, pero se veía decente y tenía un mejor aspecto.

Alargó la mano y tocó la superficie. ¿Qué le había pasado? ¿Dónde estaba su alborotado cabello que ya casi le cubría la frente? ¡Podía ver sus ojos nuevamente! Estaban rojos, como si acabara de respirar una buena dosis de coca, pero el corte le favorecía mucho.

Estuvo ahí unos segundos, dejando que el agua corriera, viéndola desaparecer por la coladera, hasta que percibió un leve aroma a café que flotaba en el aire. Disfrutó la fragancia fuerte que parecía despertar su cerebro y potencializaba sus sentidos durante unos segundos, hasta que cayó en la cuenta de que eso no era algo normal.

Cerró la llave e, instintivamente, buscó algo con lo que pudiera defenderse. ¿Había traído a alguien anoche? No, eso era imposible. Estaba borracho, no caliente. Lo único que había traído consigo era una cruda terrible.

Cogió el destapador y se dio cuenta de lo ridículo que se veía con él. ¿Dónde diablos estaba su arma? ¿Y quién había entrado? ¿Acaso Gustavo había...?

Negó rotundamente. Eso era imposible. Él había cambiado la cerradura tan pronto Gustavo se había marchado. No quería un día llegar y encontrarse con que le habían robado todas sus cosas, o peor, encontrárselo a él.

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2021 ⏰

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