PRÓLOGO

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La mujer que no lograba encontrar su reflejo en el espejo estaba molesta. Había muchas razones para estarlo. El olor a estiércol proveniente de los cerdos, la ligera lluvia que había empapado cabello y el constante dolor de las heridas de su espalda ante cada pequeño movimiento.

Y si bien su precaria situación le hacía fruncir el ceño en evidente disgusto, era el silencio que envolvía la casa frente a ella lo que causaba escalofríos en su cuerpo. Vomitaría del asco y gritaría de frustración (sino es que de rabia) si pensaba mucho en lo que podría estar ocurriendo dentro de aquellas paredes, así que se limitó a arrojar piedrecillas a una cubeta cercana. Hasta el momento no había logrado encestar ninguna.

Volvió su mirada hacia la casa, la cual era triste y gris como las personas que habitaban en ella. Las cortinas del piso inferior seguían cerradas al igual que la puerta pintada de un feo color verde moho.

Chasqueó la lengua y arrojó otra piedra con renovada fuerza, aunque sin volver atinar.

Uno de los cerdos se acercó a ella para olfatear sus pies que colgaban de la barda de madera que rodeaba el chiquero donde había estado sentada los últimos quince minutos.

—¡Oye! —exclamó, cuando sintió que la tela de su overol comenzó a ser mordisqueada. Agitó las piernas y el cerdo retrocedió para luego prestar su atención a algo entre el lodo. Suspiró con fastidió y volvió a lanzar una de las tantas piedrecillas que mantenía en su regazo. El sonido de una campanilla replicó en sus odios al tiempo que (¡Por fin!) la piedra había logrado entrar en la cubeta. Era un tintineo parecido al que emitían los móviles de viento que colecciona su abuela y los cuales tenía amontonados en su jardín.

<< ¡Felicidades, has obtenido un logro! >> se leía en una especie de pantalla semitransparente que había aparecido de pronto frente a ella. Era de un curioso color crema, con los bordes en rosa pastel; las letras escritas eran redondeadas y ligeramente curvas al final del trazo lo que le concedía un aspecto infantil el cual vagamente le recordaba al menú desplegable de Animal Crossing.

<< Donde pongo el ojo pongo la bala. puntería Lv1. [5% de probabilidad en acertar el siguiente tiro] Se han agregado 10 puntos de experiencia. Se sumará un mínimo de 5pt de experiencia por cada 100 tiros acertados >>

La mujer, que aseguraba (aunque no en voz alta) llamarse Yoselyn Vera, soltó un gruñido que fue seguido por un coro de cerdos que parecían estar burlándose de ella y su mala suerte. hacía ya unos diez días que esa pantalla aparecía cada que realizaba algo por primera vez.

Apareció con un tintineo cuando había recuperado la conciencia lo suficiente para percibir el horrible ardor en la espalda y dar cuenta que no estaba en su cuarto.

Apareció al dar su primer bocado de comida.

Apareció al hablar por primera vez con la mujer rubia y de ojos hinchados que repetía una y otra vez "Todo está bien" sin creerlo ella misma.

¡Incluso había aparecido para felicitarle por haber ido al baño!

<< ¡Has obtenido un logro! >> había señalado en cada ocasión para obsequiarle puntos de experiencia. 100 pt tenía hasta el momento, o al menos eso era lo que señalaba su hoja de personaje. No sabía en qué podía gastarlos ya que primero tenía que desbloquear la tienda con una donación de 1,000 monedas grabadas, las cuales eran la moneda que manejaba el sistema. Teniendo en cuenta que por cada acción hecha hasta el momento le obsequiaron un promedio de 2 monedas grabadas y que pocas de estas parecían otorgar experiencia o monedas después de realizarlas una primera vez, la mujer no creía que fuera a juntar el dinero necesario pronto.

Sobreviviendo como la hija de la SantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora