Intenté mantener lo nuestro en secreto sin antes mencionártelo.
¿Por qué lo hice?
Fácil, no entendía que era lo que ocurría, pero para mí aquello era demasiado bueno para ser verdad. Me era difícil hacerme a la idea de que alguien podía sentir algo por mí. Sobre todo cuando me comparaba con las demás, ¿Sabes?
Era demasiado "plana" —por así llamarlo— y las otras chicas se habían desarrollado bastante bien durante su pubertad, a diferencia de mí. Además, que estaba el factor de mi cabello.
Alguna vez leí un artículo donde se mencionaba que los hombres solo quieren a las chicas rubias para tener sexo despreocupado con ellas y a las castañas para una relación formal.
Maldecía ser tan estúpidamente rubia.
En retrospectiva creo que los adolescentes se destruyen por sus propias mentes. En mayor parte, claro.
Recuerdo haber estado debatiéndome mentalmente el sí decirle a Fede o morderme la lengua y guardarme aquel beso como un secreto.
Al final opté por lo segundo. Ni siquiera me pasó por la cabeza el pedirte que no lo contaras, lo cual estuvo mal. Jonás aquel fue nuestro momento, no exclusivamente mío y asumí que la única opinión que importaba era la mía.
No pensé que fueras a estar hablando con Olivia de ello en informática —literalmente la única clase que no compartíamos—, pero así fue.
En biología recuerdo estar mirando con horror y repulsión una rana que estaba mirándome con súplica desde la fría mesa de metal en la que estaba extendida y haber escuchado a Raquel susurrarle a Lucia.
—De seguro Inés se abre de piernas— me quedé helada al escuchar aquello.
—¿Tú crees?— le preguntó la otra aún en susurros,
—Por supuesto que si— insistió Raquel, —¿Por qué otra razón Jonás le haría caso? ¡Es una tabla!—
—¿Has visto sus piernas?—
No me atreví a alzar la mirada o interrumpirlas. Únicamente observé a esa rana que terminé liberando.
He de confesar que mientras la miraba lo único que pensaba era que la hacía sufrir y que probablemente esa rana no tenía idea de que estaba a punto de pasarle.
Sin embargo creí en lo indefensa que estaba y en que yo tenía la decisión de sí dejarla vivir o quitarle la vida. Yo no era un Dios para tomar esa clase de decisiones, por lo que nada más pensar en ello me ocasionaba náuseas.
Nunca he podido describir del todo bien lo que sentí en aquel momento, o el porqué empecé a llorar tan rápido. Asumo que fue una mezcla de todo y nada. Me sentí tan abrumada que ni siquiera lo dude, solo actúe.
Si, las chicas del salón empezaron a burlarse de mí cuando mi rostro se tornó rojo cuál tomate mientras limpiaba mis lágrimas del rostro.
Y después estaban los susurros que se hicieron más sonoros y las burlas que no cesaban. Quiero creer que tú tampoco entendías lo que ocurría, ya que tu expresión era de desconcierto. Sigo sin poder creer cuan crueles pueden ser los adolescentes.
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Mi Versión De Nuestra Historia
Romance¿Recuerdas cuándo nos conocimos? Tú creías que lo nuestro duraría eternamente y yo que no lograríamos llegar a las dos semanas. Ambos nos equivocamos.