Solía llegar tarde a todas partes.
¿Lo recuerdas?
A mi madre gritándome y diciéndome que era la última vez en que manejaba de esa forma, mientras que yo solo asentía e intentaba despertarme. Cuando te lo mencioné, recuerdo que te reíste y me contaste que tu madre solía hacer lo mismo.
En fin.
Ese día, era uno de esos en los que yo me quedaba dormida media hora más —que yo insistía en que solo eran cinco minutos— y terminaba teniendo que correr por los pasillos, pero ocurrió algo distinto.
Choqué contigo.
Sí, como en las películas. Las cosas salieron volando, al igual que las libretas que apenas iba guardando dentro de mi mochila.
—Buenos días para ti también— dijiste mientras sobabas tu cabeza. He de ser sincera, jamás comprendí como te golpeaste en ese lugar.
—Lo siento— me disculpé mientras recogía mis cosas, —Sonó la campana y ya es demasiado tarde, ni siquiera creo que la maestra me permita pasar—
—Bueno, en ese caso ya somos dos— señalaste —Me he quedado dormido y bueno, el resto ya te imaginarás—
—Bienvenido al club en ese caso—
—¿Quieres hacer algo?—
—¿A las siete de la mañana?—
—¿Estará abierta la biblioteca?— te miré extrañada y te alzaste de hombros, —¿O piensas quedarte aquí en el suelo el resto de las dos horas?—
—Está bien— accedí.
Sonreíste triunfante, te pusiste de pie y me ayudaste a hacerlo.
Fue algo incómodo y curioso a la vez. Ninguno hablaba y ni siquiera me mirabas. Cuando dirigía mi mirada a ti, tú te aferrabas a la agarradera de tu mochila con fuerza, como si alguien fuese a arrebatártela.
—¿No te pesa?— preguntaste de pronto,
—¿Qué?—
—Tu mochila— explicaste —¿No te pesa?—
—Ah, eso— sonreí en un intento de verme amigable —Creo que ya me acostumbre—
Asentiste un poco, por fin me miraste y después agregaste:
—¿Quieres que te ayude?—
—No gracias, no está tan pesada— mentí.
—Vamos— sonreíste al decir esto y me quitaste mi mochila.
La verdad es que no estaba acostumbrada a ese tipo de atenciones. Bueno, he de admitir que los chicos a esa edad están lejos de ser caballeros; pero tú no.
Y por ello no estaba acostumbrada al trato que me dabas.
Jonás, en ese momento no me di cuenta de lo nervioso que estabas. Asumo que era porque yo también lo estaba. Pero en retrospectiva puedo mencionar que tu sonrisa temblaba. No mucho, pero inclusive en ese instante lo noté, pero por mi mente no pasó la razón.
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Mi Versión De Nuestra Historia
Romance¿Recuerdas cuándo nos conocimos? Tú creías que lo nuestro duraría eternamente y yo que no lograríamos llegar a las dos semanas. Ambos nos equivocamos.