" Salí a buscar el amor cuando tenía diecisiete años, y quizá, era un poco joven para eso, pero fue real para mí "
Acabando de sacar mis últimas prendas del viejo armario de madera, pensando en todo y a la vez en nada, jamás imaginé que las cosas podrían ser diferentes ese verano. Es decir, ¿qué podría haber de inusual? Llevábamos cerca de diez años (más de la mitad de mi corta vida) cumpliendo con la misma rutina: recibir al invitado, darle mi cuarto para que fuese el suyo el resto de los días de su estancia y finalmente que Chiara, nuestra cocinera, le preparase un agradable festín de media tarde para que luego contento y con el estómago lleno tuviese la libertad de dar un paseo o tomar una siesta, puesto que la mayoría de turistas tenían un viaje largo hasta aquí.
Ese año, creí vagamente que sería igual, por eso no estaba tan preocupada por la llegada del nuevo «discípulo» que mi padre había escogido, pero cuando oí a mi madre darle las últimas indicaciones por teléfono para que no se perdiese al llegar a la terminal, pude distinguir un claro «estaremos esperándote, querida» Y eso último fue suficiente para revolucionar mi sistema y activar mi instinto curioso, que estoy segura, había nacido más desarrollado que el de cualquier otro miembro de la familia.
Quizá, eso fue lo que hizo que me apurara en apilar las camisetas entre mis manos para botarlas sobre la cama de la habitación continua.
Mentiría si dijese que no estaba emocionada, pues hacía ya más de cinco años que nuestra residente vacacional no era una mujer, y la última que había pisado esta casa se había convertido en un recuerdo grato para los corazones de mis padres, quedando grabada en ellos como una marca de nacimiento, un sello, algo que jamás podría irse.
Quizá por eso estaba tan a la expectativa, y también sería la razón por la que mis padres se habían mostrado tan empeñados en guardar el secreto el día que escogieron entre todos los postulantes, cuando normalmente la decisión la tomábamos entre los tres. Ellos estaban emocionados, y ahora yo también. Creo que ninguno pudo olvidar a Rosé, esa joven y hermosa muchacha de mejillas regordetas que iluminó aquel verano con su simpática personalidad y ese hablar tan culto que encantó a mi padre al instante.
Quizá, eso fue lo que me llevó a idear que la presencia femenina de ese año sería igual o más dulce que ella, que posiblemente compartiríamos las comidas, cruzaríamos saludos en el corredor y de vez en cuando, hablaríamos de literatura o daríamos un paseo por la playa. Luego, cada una seguiría con su rutina.
Pero vaya que me equivoqué.
Bastó con la primera semana para darme cuenta de que ignorarla no sería una opción, que yo quería conocerla mejor, estar cerca suyo, saber qué pensaba, ser partícipe de lo que hacía. Yo deseaba estar con ella, ser como ella. Yo la deseaba. Deseaba a Nayeon. A esa chica americana de tez rosada, de aspecto altivo y abrumador, de cabello cobrizo casi castaño como el bronce oxidado de los antiguos monumentos.
Porque sin darme cuenta, le presté demasiada atención, quise jugar a ser mayor, y me dejé desear tanto como yo la anhelaba a ella. Y accidentalmente, convertí el verano en algo inolvidable, me dejé hundir en su tacto, en su voz, en su espíritu pasajero que ahora era como un fantasma acechando los jardines. Porque todavía puedo oírla caminar por la grava, escuchar el chirrido de la madera, sus pasos por la casa, su risa en el comedor, su chapoteo en la piscina, su olor en mi habitación, su calor en la noche.
«Llámame por tu nombre, y yo te llamaré por el mío»
Palabras que quedaron como la promesa de un amor joven que arrastró con su partida.
ESTÁS LEYENDO
❝𝑺𝑬𝑽𝑬𝑵𝑻𝑬𝑬𝑵❞
Fanfiction𝐌𝐈𝐍𝐀𝐘𝐄𝐎𝐍 ┆━ Durante la década del ochenta, la familia de Mina emprende un viaje a su casa en el norte de Italia para pasar las vacaciones, y como es tradición desde hace un par de años, abren sus puertas para hospedar a un visitante durante...