Trey se arregló las mangas del traje que tuvo que desenterrar de su clóset hacía unas horas y se adentró en el infame Club Odisea.
La construcción era pulcra y elegante. Sabían como dar una impresión de exclusividad que motivaba a las personas a ingresar en una larguísima lista de espera para reservar y poder presumir que cenaron allí.
Pero no Trey. Él no necesitó hacer una sola llamada para cruzar esas puertas.
Fue más bien su intelecto lo que lo llevó ahí.
Tenía ocho años cuando lo adelantaron de grado. Diez cuando, por venganza, accedió a los archivos de su escuela e hizo que el chico molesto del salón reprobara todas sus clases. A los doce su padre se dio cuenta de que le convenía quedarse a su lado. A los quince, ya asistía a cursos de programación avanzados y generaba dinero mediante favores poco éticos... y Trey se preguntó si sería suficiente para que su madre lo quisiera.
Ahora, a los veintiuno, Trey celebraba su contrato con una importante compañía tecnológica gracias a su avance. Su mamá nunca regresó por él, pero encontró otras cosas en su lugar.
Estaba ante un montón de sonrisas pretenciosas y risas mal fingidas. Le costaba creer que podría disfrutar de un lugar como ese, pero cuando le dijeron que la cena iría por cuenta de su compañía, no dudó en aceptar.
Además, sus amigos jamás le perdonarían si no lo hacía.
—Endereza la espalda, Trey... Y quita esa cara —susurró Karina con el tono autoritario con el que nació.
Era la única de su grupo que frecuentaba sitios así. Siendo la heredera del viñedo de su familia, quisiera o no, sabía como llevar ese estilo de vida.
—¿Te refieres a la que tengo siempre? —Trey le devolvió el susurro con poco interés.
—Pareciera que estas contando los segundos para volver a tu cuarto a momificarte frente a la computadora.
Ahí iba ella, desbordando ganas de regañarlo por lo que sea. Trey estaba bien dispuesto a replicar, pero fue interrumpido por la voz pasmada de Cal.
—¿Estás diciéndome que puedo pedir todo el vino que quiera? —preguntó detenidamente al camarero.
—Cal, que nos estén invitando no significa que puedes tomar todo lo que se te antoje —esta vez fue turno de Trey para regañar al castaño.
—Ahí dice gratis —refutó Roy en apoyo a Cal, sirviéndose a sí mismo una copa hasta arriba—. Traigame otra botella, buen hombre. Esta no durará mucho —pidió al camarero, quien se limitó a asentir y acatar a la petición.
—Si vas a servirte así te sale mejor que tomes directo de la botella de una vez —resopló Karina—. Cal, comete mis aceitunas —susurró empujandolas disimuladamente con el tenedor.
—¿No me darás una copa? —pidió Nash picandole las costillas a Roy con su codo.
—No sería un buen ejemplo para tu hija que llegaras apestando a licor —murmuró haciéndose el tonto.
—Nuestra hija está dormida con mi mamá y tú también estás bebiendo, así que será mejor que me sirvas una puta copa.
El pronóstico de su discusión hizo que Trey se dispusiera a ponerles un alto antes de que se olvidaran del mundo como solían hacer, pero la disminución de las luces llamó su atención.
De los parlantes esparcidos por todas las instalaciones, se escuchó el anuncio.
La anunciaron a ella.
Los reflectores del escenario se encendieron y centraron la atención en la única persona de pie.
La ola de vitoreos no tardó en llegar.
Los comensales de punta a punta silbaron y aplaudieron, llenando el Club con los sonidos.
Era ella.
Fortuna.
La emoción estalló a su alrededor, pero Trey no se movió de ahí.
No recordaba que las mujeres le provocaran ese desequilibrio antes. No era un hombre fácil de distraer.
Era centrado. Siempre en control.
Sin embargo, no hallaba su voz ni su voluntad para ovacionar a la cantante más querida de Odisea.
Se encontró en un trance desde que la vio tomar un respiro frente al micrófono y lentamente alzar la cabeza a su publico.
La vio desde el primer momento. Presenció como se convertía en ella. En la Fortuna que hipnotizaba con su voz y sus movimiento suaves y precisos.
Agradeció estar sentado en la primera mesa para no perderse de nada.
Su voz era recibir una caricia de terciopelo. Gentil, sensual, escalofriante. Su voz era una balada que no se desprendería de sus recuerdos jamás.
Fortuna hizo su camino lleno de gracia a la mesa donde Trey contenía la respiración. El reflector siguiéndola, igual que la atención.
Bajo la mirada de los pretenciosos comensales de Odisea, Fortuna y Trey se miraron.
Se aferró a la caricia de su voz hasta que esta se desvaneció, y con ella, las luces.
¿Eso era todo?
¿La dejaría irse?
Trey sentía algo trepar en su pecho, algo inquietante. Abandonó la mesa llevado por la misma hormona que lleva a las personas a lanzarse de un paracaídas al vacío y bajo la tenue luz que los bañaba, buscó la mano de Fortuna antes de que regresara al escenario.
Cálida y electrizante.
Pensó que así debía sentirse tocar su voz.
—Estuviste increíble... —Encontró su propio aliento, para su sorpresa, no quedó mudo como había creído.
La chica que sonrió con timidez no era la misma Fortuna, sin embargo, Trey se quedó a conocerla.
—Sé quien eres —asumió ella con un asentimiento.
—¿Oíste de mí? —el tono anhelante que se escapó en su pregunta fue todo menos intencional.
—Esperaba verte aquí hoy.
No podía creer lo que pasaba.
Sin previo aviso, ella tomó sus manos en un agarre seguro y firme. Casi íntimo. Trey no fue capaz de despegar su mirada de los ojos avellana que tenían tanta vida dentro. La sonrisa de Fortuna se congeló y eso le envió una señal por toda su espina.
Entonces ella lo soltó. Y las luces volvieron.
Fortuna ya no estaba.
Dejó el aliento, estático en ese mismo lugar, llamando la atención de sus amigos.
Roy fue el primero en ponerle una mano en el hombro para regresarlo a esta dimensión.
—Trey, ¿qué fue eso?
Él miró a su amigos y abrió poco a poco sus dedos, dejando ver la nota que Fortuna dejó en ellos.
La euforia estalló en la mesa y se pelearon y empujaron para ganarse el derecho a verla primero. No podían recordar la última vez que Trey salió con alguien.
No fue hasta que él desplegó el pedazo de papel que las risas se apagaron. Y su piel igualó su color pálido de la hoja. Sintió su garganta cerrarse al buscar la mirada de los chicos... No encontró su aliento para leer. Lo único que hizo fue exponerla ante ellos, mostrando la única palabra escrita en tinta roja.
Ayuda.
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La Cantante
Mystery / ThrillerEl extravagante Club Odisea era un nido de engaño y misterio. Una intrigante y cautivadora mujer cantaba para ellos todas las noches bajo el seudónimo de 'Fortuna'. Trey era un forastero en un lugar como ese y su dotada mente le impedía creer en las...