Ecdisis: Dermis.

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Thor estaba estresado, raspando bruscamente con sus uñas, cortas y cuadradas, la superficie de su cuero cabelludo.

Es que no entendía nada.

Miró una y otra vez la ecuación, eran limites sencillos, según lo dicho por Loki. Llevaban ya poco más tres semanas enteras cumpliendo la rutina establecida. Sin embargo, y pese a lo que había dicho el hombre, hasta ahora nunca lo había obligado a ayudar en la cocina. Thor, mientras Loki cocinaba, se limitaba a observarlo desde su lugar en la silla del pequeño comedor al otro lado de la barra.

Loki, incluso al cocinar, era prolijo, minucioso y elegante, haciendo que en su cabeza volviese a resonar la pregunta de si alguna vez podría verlo descompuesto y fuera de sí.

Negó, evitando el flujo que parecían querer llevar sus pensamientos, fijó nuevamente la mirada sobre la hoja, intentando concentrarse, pero aquello simplemente no estaba funcionando ¡Joder! ¡Que no entendía nada!

Maldijo entre dientes, con saña, y apretó la mandíbula, despeinando bruscamente sus cabellos rubios hasta que sus movimientos fueron detenidos por el toque suave de las frías manos de Loki, que lo miraron con el ceño fruncido y los ojos que demostraban un brillo de preocupación.

Thor se irguió, su espalda recta como una flecha mientras contenía el nerviosismo. La piel de su muñeca, donde los dedos delgados lo sostenían, picaba de forma agradable: las manos de Loki eran frías, pero su mirada contenía cierto grado de calidez. Seguía siendo extraño y novedoso, pese a que, durante los veinte días transcurridos, Thor se había acostumbrado poco a poco a aquella faceta desconocida de su tío —al cual cada vez menos llamaba así, porque para Thor su tío era el hombre distante, con lengua de plata que había conocido toda su vida, y este hombre frente a él, cuya mirada perdida parecía más bien suave y adormilada, era simplemente Loki— a veces aún no podía evitar reaccionar de forma un poco violenta a su cercanía.

Aunque su tío, con su personalidad filosa y sarcástica solía ponerle los pelos de punta, está persona, la versión que era en casa, hacía que Thor quisiera volver a ser el niño que corría detrás de él a cada parte. Y aquello le incomodaba; de por sí la rara obsesión que siempre había reconocido —autoreflexivamente, sin decirlo jamás en voz alta— tenía hacía Loki era algo raro: una parte curiosidad, una parte desprecio y quizá algo de resentimiento. Ahora las emociones que se arremolinaban en su estómago hasta estallar en su pecho, eran incluso más confusas.

Había empezado a crecer una extraña sensación de admiración por el hombre que era capaz de cocinar, mantener su casa limpia y hogareña, trabajar desde allí e incluso explicarle los temas escolares a Thor. Todo por sí solo, sin depender en lo más mínimo de terceros. Así mismo, la extraña sensación de querer quedarse alrededor del solitario hombre, creció exponencialmente junto a la curiosidad de la razón que envolvía los extraños hechos.

¿Por qué vivía Loki allí, tan apartado de todos, del mundo mismo? ¿Por qué era tan diferente aquí? ¿Cómo había terminado todo de aquella manera y qué había pasado en su familia para que Loki pareciera tan decidido a poner limites bien definidos entre él y ellos?

Oh, porque Thor había descubierto algo importante con solo tres días de estar allí; la aparente razón del comportamiento de Loki, era su familia.

Loki aun era serio y estricto, pero, a comparación de lo visto durante sus diecisiete años de vida, él ahora era tan... sobrellevable, incluso suave. Pero ese día, cuando el abuelo Bor llamó, los muros que parecían tener pequeños huecos por aquí y por allá y a los que Thor se había acostumbrado, usándolos para entrever lo necesario para saber cuando ceder y cuando empujar sobre Loki, de repente volvieron a elevarse, reforzados bajo la vieja capa de hielo que había incluso olvidado un poco.

Under the clothesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora