Apartado 1: La Vaca de Quiviquinta

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Chicos antes de empezar, les quiero revelar que lo que estoy a punto de hacer es con un único fin de terapia, probablemente me arrepienta tiempo después de lo que van a ver aquí, no lo voy a borrar obviamente pero no es para nada algo propio de mí; esta historia la puse con un limite de edad para poder verla, si no eres mayor de edad ya estás advertido, yo hago lo que puedo con la misma, la hice exclusivamente para mayores de 18 años y si la plataforma no pone limitantes en esto me deslindo de cualquier responsabilidad. Pero esta historia tendrá escenas eróticas, sexo, vocabulario explicito, groserías e inclusive violencia de genero y laboral; quiero hacerlos conscientes de que si son menores de edad y ven esto probablemente generen algunas consecuencias psicológicas o traumas que los dejarán con un fuerte sabor de boca del cual como ya mencioné, no me voy a hacer responsable; yo cumplo con informarles y lo demás queda a consciencia suya. Una vez dicho esto, comencemos con la historia.

-En una región de México ubicada en el estado de Nayarit, a 30 km al norte del estado y a 210 km de la ciudad capital de Tepic, se encontraba una localidad llamada Quiviquinta, que contaba con un total de 406 habitantes y 80 m de latitud- 

Los perros de Quiviquinta tenían hambre; con el lomo corvo y la nariz hincada en los baches de las callejas, el ojo alerta y el diente agresivo, iban los perros de Quiviquinta; iban en manadas, gruñendo a la luna, ladrando al sol, porque los perros de Quiviquinta tenían hambre...

Y también tenían hambre los hombres, las mujeres y los niños de Quiviquinta, porque en las trojes se había agotado el grano, en los zarzos se había consumido el queso y de los garabatos ya no colgaba ni un pingajo de cecina...

Sí, había hambre en Quiviquinta; las milpas amarillearon antes del jiloteo y el agua hizo charcas en la raíz de las matas; el agua de las nubes y el agua llovida de los ojos en lágrimas.

En los jacales de los coras se había acallado el perpetuo palmoteo de las mujeres; no había ya objeto, supuesto que al faltar el maíz, faltaba el nixtamal y al faltar el nixtamal, no había masa y sin ésta, pues tampoco tortillas y al no haber tortillas, era que el perpetuo palmoteo de las mujeres se había acallado en los jacales de los coras.

Ahora, sobre los comales, se cocían negros discos de cebada; negros discos que la gente comía, a sabiendas de que el torzón precursor de la diarrea de los cursos los acechaba.

Miranda: *Entregándote el disco de cebada* Come mijo, pero no bebas agua.

Tn: *Viendo de manera ingrata a tu esposa* Las gordas de cebada no son comida de calidad, están todas frías *dices mientras miras con desagrado el ingrato bocado sentado frente al fogón* lo malo es que para el año que entra ni semilla tendremos.

Miranda: *Te mira sin suscitar una sola palabra mientras sostenía a una bebé en brazos mientras la misma la amamantaba de pecho frente a su marido*.

Tn: *Viendo a tu hija en brazos* Dichosa ella, que tiene mucho de donde y qué comer.

Miranda: *Ríe a tus palabras y pasa su mano sobre la cabecita monda de la lactante* Es cierto, pero me da miedo de que se empache. La cebada es mala para la cría...

Tn: *Miras con ojos tristones a tu mujer y a tu hija* Hace un año, yo no tenía de nada y de nadie por que apurarme... ahora de al tiro somos tres... y con hambre que si ha hecho andancia.

-Miranda optó por no escuchar las palabras de su hombre, se puso de pie para llevar a su hija a la cuna que colgaba del techo del jacal; ahí la arropó con cuidados y ternuras-

Tn: *Poniéndote de pie* Mañana me voy pa Acaponeta en busca de trabajo.

Miranda: No Tn, ¿qué haríamos sin ti yo y ella?

Recopilatorio "H"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora