Xie Lian tomó la mano de Feng Xin y Hong-er no se separó de Xie Lian en ningún momento, a pesar de su tamaño seguía siendo el mismo niño testarudo que Feng Xin recordaba haber tenido que quitar de las pulcra túnicas de Su Alteza en ese entonces, ahora era él quien tenía que ver como, aún en esta forma infantil, ese demonio se aprovechaba del noble corazón de su Alteza, y el príncipe se lo permitía, que era lo peor del caso. Con sus manos entrelazadas, Xie Lian le echó una mirada rápida a Hong-er y luego asintió a Feng Xin.
—Ya podemos irnos—. Al dar la orden avanzaron en camino a salir del bosque. Los pasos de Feng Xin iban al ritmo lento de los pasos de los niños, Xie Lian iba conversando con Hong-er de vez en cuando, a veces volteaba a Ver al más alto, y con una sonrisa nerviosa por no saber qué decir o hacer, Feng Xin le devolvía la sonrisa al príncipe y seguía con su camino y la mirada al frene. Xie Lian parecía muy tranquilo, extrañamente tranquilo, tomando en cuenta que acababan de pasar por una situación de vida o muerte en donde casi son asesinados por una planta demoníaca y estuvieron al borde de la muerte.
—Señor—. Habló Xie Lian.
Feng Xin detuvo su paso de golpe por la sorpresa y sintió esa palabra como un golpe bajo para él. —Puede llamarme Nan Feng, alteza.
Xie Lian dudó por unos instantes, bajó la cabeza por unos segundos y al alzarla volvió a llamarlo. —Nan Feng—. Se corrigió, algo de alivio brotó dentro de Feng Xin. —¿Podemos descansar un momento? Tengo hambre, y Hong-er también—. El susodicho se crispó ante su mención, pero no contradijo las palabras del niño, por el contrario bajó la cabeza y se escondió detrás de Xie Lian.
Feng Xin lo meditó, no podía dejarlos solos en el bosque para ir a su palacio y traer algo de comida, tampoco podía llevarlos consigo, eso rompería por completo el papel. Pensó en que la mejor opción sería hacer una parada en el pueblo más cercano, que estaba probablemente a diez o quince minutos a pie.
—¿Su alteza podría esperar a que lleguemos al pueblo más cercano?—. Las mejillas infladas de Xie Lian decían que no, Feng Xin estaba seguro que estaría ante un puchero del pequeño príncipe y que sería difícil de controlarlo, pero en eso Hong-er salió de su escondite y susurró algo inaudible para el general en el oído de Xie Lian, quien de inmediato se calmó y respondió en un susurro igual de bajo para que no lo escuchara. Esto dio un escalofrío en la espina dorsal del general, el solo pensar en lo que podría estar diciendo ese fantasma era algo...
-Son niños, es solo un niño-. Se repetía mentalmente una y otra vez, hasta que sintió un tirón en su pantalón.
—Hong-er dice que puede esperar.
El niño lo ayudó a evitar un caos, le concedía eso.
—Pero quiero que me cargues el reto del camino.
Fue una orden, y después de recuperarse del impacto inicial, tomó en brazos al príncipe y se dispuso a tomar la mano de Hong-er para que lo siguiera este la apartó de golpe y le dio una mirada sorprendentemente amenazadora a Feng Xin y solo soltó un pequeño "no". Rogando por paciencia a los otros dioses, Feng Xin tuvo que poner su mejor sonrisa para convencer al niño de darle la mano.
—Vamos pequeño, no avanzaremos a menos que me des tu mano—. Otro intento de tomarlo de la mano fallido, esta vez incluso la abofeteó, rasguñandola en el proceso. —Por favor, entre más rápido nos vallamos más rápido iremos a comer algo.
—¡No!
—¡Vamos pequeño!
—¡No me llamo pequeño! ¡Soy Hong-er!
Inhala profundo, exhala, y vuelve a intentar, esta vez agachándose a su altura. —Solo dame tu mano, iremos al pueblo, comeremos algo, y nos vamos al refugio, pero no seguiremos avanzando si no me das tu mano—. Con su mejor sonrisa, esta vez Feng Xin pensó que al fin iba a lograr convencerlo. Oh, pobre iluso.
—¡No quiero y no lo haré!
Y antes de que la paciencia del general se colmara, Xie Lian intervino.
—Hong-er es fuerte, él puede seguir aún sin tomar su mano general.
Puede que no fuera la mejor decisión que haya tomado, pero su paciencia era poca y no quería atrasarse más, así que cedió y con una advertencia de que caminara a su lado en todo momento, siguieron caminando, Feng Xin volteaba cada tanto hacia donde caminaba Hong-er tratando de ayudarle a cruzar algunas raíces, pero siempre se rehusaba a aceptar su ayuda, fue en uno de esos forcejeos donde el pie de Hong-er quedó atrapado, haciéndolo caer al suelo.
Alarmado, Feng Xin se acercó para revisarlo, Xie Lian observó como Hong-er se quedaba en el suelo sentado, abrazando una rodilla llena de tierra y limpiando su carita sucia por el barro.
De un empujón saltó al suelo de los brazos de Feng Xin, quien sintió que su corazón se paralizaba al pensar en que podría lastimarse también, afortunadamente Xie Lian cayó de pie, y con un tropezón, fue al lado de su nuevo amigo. —¡Hong-er ¿estás bien?!—. Removió con el mayor cuidado que un niño puede tener la tierra de su rodilla y rostro, parecía que iba a desmayarse ahí mismo cuando vio una macha roja en la piel del otro niño y las lágrimas asomaron por las comisuras de sus ojos. —N-Nan Feng ¡General Nan Feng!—. Gritó desconsolado, clamando por su ayuda. —¡Hong-er está herido!
Feng Xin quería reír por lo tierno de la situación, y es que el propio Hong-er estaba más asustado por el llanto del príncipe que por su herida en sí. Pero este no era el momento.
—No se preocupe, vamos a curarlo cuando lleguemos al pueblo.
—Pero... pero...
—Estoy bien, no necesito que me curen—. Tan huraño como siempre, se paró como si nada y siguió caminando de nuevo de la mano de Xie Lian.
—¡Pero puede ser peligroso! Nan Feng, llévalo cargando.
Ambos, adulto y niño, se miraron con sentimientos complicados, Feng Xin no quería lidiar con las rabietas de Hong-er, y Hong-er no quería que ese señor lo tocara, no le gustaba que lo tocaran, pero ante los ojos lloros de Xie Lian y su vocecita preocupada, era algo con lo que no podían lidiar, así que, a regañadientes, Hong-er se dejó cargar, y Feng Xin lo levantó en brazos agradecido que no hiciera otro berrinche. Tomó la mano de Xie Lian y apresuró el paso para llegar lo más rápido posible al pueblo.
—¿Cómo estás? ¿Duele si lo toco?—. Preguntó Xie Lian poniendo un dedo en la herida que se veía aún sucia. Hong-er no hizo ninguna mueca de dolor, casi como si no sintiera nada.
—No duele.
—¿De veras?
—De veras.
—¿De veras de veritas?
—De veras de veritas.
Y así pasó el resto del camino, con el príncipe preguntando si dolía, y Hong-er asegurándole que todo estaba bien. Era casi aterrador que un niño de su edad fuera tan indiferente ante el dolor.
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CONTINUARÁ
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Amor De Un Inocente Corazón
FanfictionIba a ser una misión simple, ir, exterminar a la ira, y salir, nada que el dios marcial más poderoso de los cielos y el rey fantasma supremo no pudieran resolver. Entonces ¿por qué estaban Muy Qing y Feng Xin peleando contra el fantasma que se supon...