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—Buenos días —saludó el menor al ver a su novio salir de la habitación ya con sus pantalones puestos y le sirvió su desayuno en cuanto se sentó a la mesa.

—Gracias —respondió besando la mejilla ajena, a lo que Fukase sonrió un segundo. — ¿Estás bien?

—Sí. Quizá mañana o el día siguiente deba beber otra vez.

—Ya... —Oliver miró a su pareja semidesnuda continuar con su tarea un minuto y añadió— quizá llegue tarde hoy, tengo que pasar por un lugar.

—Ok, haré la cena más tarde entonces —el par quedó en silencio, el mayor desayunaba antes de irse a vestir para el trabajo mientras su pareja preparaba un almuerzo sencillo escuchando la radio. Era un ambiente agradable y pacífico a diferencia del día anterior. Las mañanas siempre eran las mejores para Oliver.

Una vez hubo terminado de comer, el rubio, quien todo este tiempo estuvo leyendo el periódico, llamó a su pareja— Fukase, mira —El mencionado se volteó y leyó por encima de su hombro, sólo para ser sujetado del cuello y que el mayor le peinara el cabello fuera de la cara, revelando el desfigurado lado izquierdo de su rostro. Debido a que se expuso accidentalmente a la luz solar una vez, su rostro quedó horriblemente quemado, al punto en que su mejilla redonda y regordeta ya no era apreciable y que su piel se había vuelto escamosa, incluso perdía capas de piel si se tocaba mucho. Su ojo izquierdo había perdido toda función también y había quedado rojo en su totalidad, algo que Oliver bromeaba que el menor hizo para estar iguales.

—Quítate el cabello de la cara, eres muy hermoso para esconderte detrás de tu pelo —murmuró, rozando sus labios contra los ajenos al tiempo que posaba una mano en su cadera.

Fukase retrocedió rápidamente y reprendió— ¡No hagas esas cosas cuando sabes que no puedes hacerte responsable!

—¿Responsable en qué sentido? —murmuró con picardía, el menor le dio la espalda— ¿Estás duro?

—¡N-no! ¡¿Cómo me voy a calentar por eso?! —Oliver se levantó de su asiento y lo abrazó por detrás, masajeando con cariño el bajo abdomen de su amante, cuyo rostro ya no se diferenciaba de su cabello.

—Si quieres hacer algo, puedo pasar por el supermercado camino a casa. Sabes que no te diría que no.

—No, es peligroso, podría morderte o arañarte y... no van a ser unas simples marcas que se habrán ido para mañana. Sabes mejor que nadie que no puedo controlar mi fuerza cuando... —el pelirrojo volvió la vista a lo que estaba haciendo, al tiempo que conversaba con Oliver, también lavaba unas verduras pero había deformado sin arreglo la llave del grifo de lo frustrado que estaba. Oliver lo soltó al instante y suspiró, en realidad era él el que necesitaba atención, pero su orgullo era demasiado grande. Era más fácil convencer a Fukase que estaba necesitando acción que admitir derrota.

—Conseguiré una nueva llave cuando salga del trabajo, si aún está abierto —. El rubio se puso su camisa y corbata, se peinó un poco el cabello y buscó su bastón; Fukase, por su parte, terminó la comida de su pareja y se la entregó antes de que se fuera, recibiendo un agradecimiento poco amable— Gracias y... piénsalo un poco. No podemos vivir de esta manera... no soy de cristal, ni tú un monstruo. Sé que no podemos volver a como era antes pero... me gustaría que dejes de actuar como si por tocarme me voy a morir —acto seguido, el rubio juntó las llaves de su auto y cerró la puerta, dejando al contrario mirando la nada. Fukase se quitó el delantal al tiempo que suspiraba dolido y se dirigió a tumbarse en la cama, no sin antes quitarse el flequillo de detrás de la oreja. Sintiendo como si le presionaran el pecho, el varón abrazó la almohada de su novio y se ocultó bajo la sábana. Quería llorar pero no podía derramar una lágrima por alguna razón. Él sabía que Oliver no se lo había dicho con maldad a pesar de sonar decepcionado, el rubio meramente pasó tres semanas en el hospital después de su amputación pero incluso seis meses después, él aún necesitaba medicamentos para el dolor y antidepresivos a causa de su pie y el accidente. El varón no estaba mucho mejor que él, sólo medicado. Y dicha medicación había sido olvidada en la mesa de luz, por lo que Fukase se arrastró hasta el otro lado de la cama y abrió el cajón para guardarla hasta que algo le llamó la atención. Una llave de la cual no tenía conocimiento estaba al fondo del cajón; el pelirrojo se sentó en la orilla de la cama para examinarla y, curiosamente, el segundo cajón tenía cerradura. Sin pensárselo dos veces, el metido de Fukase abrió el otro para ver su contenido: un arma descargada, una caja de balas vacía y una cajita roja, más pequeña que la palma de su mano que, al abrir, enseñaba dos anillos de oro, ambos con una joya en el centro pero de distintos colores, una era roja y la otra amarilla, el color de los ojos del par. El varón cerró todo en un segundo cuando pensó en lo que eso significaba y se alejó del mueble para reflexionar al respecto. Matrimonio aún no era una posibilidad, sin embargo, había oído que en Vermont permitían uniones civiles, además, en un par de años seguramente podrían casarse, incluso si no era en el país.

Fukase adoraba a Oliver con toda su alma y la idea de pasar el resto de su vida con él lo hacía sentir como un adolescente enamorado, pero por el momento, tal cosa no le parecía apropiada, todavía se estaban recuperando del accidente y tratando de adaptarse a sus condiciones, Oliver y él peleaban frecuentemente por sus puntos de vista, Fukase aún quería encontrar un sustituto para la sangre humana y el par incluso estaba discutiendo la idea de mudarse a otro lugar debido a ciertas adaptaciones que rentar un apartamento no permitía, como quitar las ventanas de la habitación. Tenían demasiadas cosas de las que preocuparse para agregar un viaje a Vermont y probablemente una fiesta a la lista. Además, Fukase aún estaba decidiendo qué hacer, aquel responsable de su condición le había proveído con sangre para varios meses que con ayuda de Oliver había podido racionar hasta el momento, sin embargo, a finales del mes pasado se quedó sin esa fuente de alimento y dependía totalmente de Oliver para consumir ese mínimo de un litro al mes, mínimo que estaba por debajo de lo que le habían recomendado. La sangre animal a penas le satisfacía, necesitaba tres veces lo que consumía de Oliver para poder funcionar en la semana, a la larga era demasiado costoso y poco efectivo. El pelirrojo había intentado alimentarse de desconocidos pero con una probada de la sangre de un hombre en un callejón, descubrió que su calidad no se podía garantizar, sin mencionar qué cosas le podría estar transmitiendo a Oliver; aunque esto le permitió descubrir que gente con enfermedades tenía sangre mas desagradable. Se estaba quedando sin opciones y tiempo.

Ante la idea de que Oliver podría morir por su culpa, el pelirrojo se echó a llorar. Lloraba sin consuelo contra la almohada de su novio como si fuera él, pero no podría abrazarlo de vuelta. El deprimido pelirrojo se ahogaba en el aroma de su pareja, horrorizado por la posible muerte de la única familia que le quedaba.

Con los ojos hinchados y la nariz tapada de tanto llorar, el pelirrojo se quedó dormido con el rostro en la almohada ajena.

Love Bites | OlikaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora