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Oliver se levantó y buscó el jabón mientras que Fukase se giró dándole la espalda. El rubio se sentó en el banco luego de besarle el cuello y comenzó a enjabonarle la espalda, aprovechando para darle un masaje.

—No sabes lo feliz que me hace... —pensó en voz alta, captando la atención de su pareja.

—¿Verme desnudo?

—¿Ah? ¡N-no! Hablaba para mí... de como me alegra verte tan animado últimamente. Hace tiempo no estás tan... Estuviste muy decaído estos meses, se te notaba —Fukase levantó los brazos para dejarse enjabonar las axilas y tragó saliva.

—Es que... me siento más tranquilo sabiendo que no tienes que estar anémico todo el tiempo. Es costoso y sabe asqueroso —sin mencionar el espacio que ocupa— pero es mucho mejor que beber de mi novio. Me da la seguridad de que al menos tú estás bien —Oliver lo abrazó y le besó la mandíbula, tocando accidentalmente la boca del pelirrojo con su mano jabonosa. Fukase hizo muecas al tiempo que se intentaba lavar la lengua y aprovechó para tirarle agua a su pareja.

—¡Fuka!

—Eugh, me quedo el gusto... —el varón intentó una vez más hacer gárgaras con el agua de la manguera y escupió, por fin sacándose el jabón. Oliver, por su parte, estaba enojado porque le mojaron el pelo, el cual se lo había lavado en la mañana. Fukase rió al ver a su novio y le besó la barbilla. —Ahora te lo tienes que lavar, dame el shampoo —sonriendo con dulzura, el pelirrojo enjabonó la cabellera rubia de Oliver, aprovechando también para hacerle un par de cuernos— Enserio quiero que dejes de fumar... no porque no me aguante el olor, sino por tu salud. Sé que fumas en el trabajo, se que fumas cuando yo no miro... lo huelo, y quiero que te preocupes por ti.

—No es fácil, pero lo intento... es solo que me siento tan estresado cuando no... Quizá cuando las cosas mejoren-

—Todo es cuando las cosas mejoren... —susurró mirando al piso, se sentía culpable de lo que sucedió con Oliver, después de todo, él había organizado ese viaje de aniversario a pesar del deseo del mayor de ir por algo más casual. — No creo que sea posible...

Oliver, que acariciaba las rodillas del pelirrojo mientras le lavaban el pelo, llevó sus manos a las mejillas del muchacho y le dio un pequeño beso. — Va a mejorar, estoy seguro —Fukase cerró los ojos y dejó descansar su cabeza en las manos de su pareja.

—Espero que tengas razón... —murmuró, disfrutando como el mayor le mimaba frotando gentilmente sus mejillas con los pulgares. Al ver como el contrario se dormía en sus manos, Oliver le dio un último beso y se estiró a buscar la manguera para finalizar su ya muy extenso baño e irse a dormir, su pareja apenas podía mantener la cabeza en alto. Al terminar, Oliver ayudó a su amante a secarse y vestirse, obsequiando algunos besos y caricias en el camino, al día siguiente, él tenía que cruzar la mitad del país y no se podrían ver en más de una semana.

—Te amo —el menor sintió como algo hacía una leve presión en su espalda y respondió.

—Yo también, hasta mañana —Oliver bostezó y rápidamente cayó en un sueño profundo, sin embargo, Fukase no cerró los ojos hasta que hubo pasado media hora, cuando se levantó de la cama y se vistió para salir. De una caja de zapatos al fondo de su armario, el pelirrojo sacó un par de billetes de un fajo más grande, no recordaba precisamente de dónde había conseguido el dinero, pero lo tenía oculto porque era para emergencias. Ni siquiera Oliver sabía que estaba ahí, ya que los zapatos en los que había escondido el dinero eran de la madre del menor y su novio se sentía incómodo al hablar de ella.

Todo el camino a la tienda el pelirrojo intentó recordar la razón por la que no quería tocar el tema, pero no importa cuanto buscara en su memoria, no tenía idea. Las únicas pistas que tenía eran que Oliver parecía estar traumatizado por lo que fuera que sucedió y que tenía que ver con su muerte, pues sí se acordaba haber ido a su funeral con el rubio.

Honestamente, el varón olvidó muchas cosas y las pocas que sí eran como puzzles a los que le faltaban piezas y no comprendía mucho de sus recuerdos. Lo gracioso es que la mayoría de esos recuerdos que aún conservaba estaban relacionados de alguna forma a Oliver, con la excepción de uno que había resurgido de lo profundo de su mente hace no mucho.

—¿Señor...? —preguntó la cajera al notar lo distraído que estaba su cliente, Fukase volvió a sus sentidos y miró su canasta de compras. Tenía lo que necesitaba pero también notó una lata de una cerveza que adoraba desde joven, sin pensarlo el varón la dejó a un lado y entregó lo que luego pagó con el dinero de su caja. Después de un breve saludo, el pelirrojo juntó sus bolsas y volvió a casa, aún pensando en el sueño de hace unas semanas. En tal, se había encontrado con su hermano menor en el estacionamiento de un supermercado cerca del antiguo apartamento que rentaba con su novio —lo que fechaba el recuerdo hace más de tres años—, este lo golpeaba y lo insultaba hasta que un policía intervino en la pelea. Se sentía tan fuera de contexto que al perdido pelirrojo le molestaba. Aún así, no es como si pudiera ir a su hermano y preguntarle, más que nada porque no podía ni siquiera llamar a no ser que ellos llamaran primero, después de todo, él ya no era de la familia.

Al llegar a casa, Fukase sacó una jarra de agua y la colocó en la mesa junto a un vaso y sus compras: varias cajas de sangre de pato. El pelirrojo siempre había sido de paladar delicado, y ahora que la sangre era lo único con gusto, esos malos hábitos se habían adaptado junto con su dieta. El varón cortó en trozos una porción y lentamente se tragó cada lonja, su disgusto se veía en su rostro pero si quería mantener las cosas como estaban ahora, era necesario. Fukase no podía describir con palabras la felicidad que le produjo oír que Oliver se sentía más contento, también en su actitud se reflejaba el cambio, el rubio era más íntimo con él, le expresaba su afecto más abiertamente y la noche anterior incluso habían dormido abrazados, algo que evitaban desde el accidente.

—Por Oli... es por Oli... —murmuró antes de llevarse una porción de la segunda caja a la boca, la cual rápidamente tragó con agua, si masticaba, se le pegaba a los dientes o le entraba en los colmillos y después no se podía quitar el sabor. El varón tragó así otras tres porciones pero cuando se llevó la cuarta a la boca notó que no tenía agua en su jarra, cargaría más pero consideraba más rápido tragarla así nomás. Desafortunadamente su garganta rechazaba la lonja de sangre y sentía más ganas de vomitar cuanto más tiempo la sangre descansaba en su lengua. Al final, no pudo terminar su comida y arrastró los pies hasta la cama, donde se tumbó en ropa interior a abrazar a su pareja.

Love Bites | OlikaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora