Veinticuatro

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отречение


La ciudad conmocionada murmuraba en cada esquina sobre los atentados contra los albergues. Las noticias ensangrentadas se dispersaron a las primeras horas de la mañana cuando la policía se presentó junto a los guardianes en las viejas casas donde los cuerpos de al menos sesenta inmortales asesinados. La sangre pintaba las paredes de forma grotesca y abajo en el piso, los cadáveres desmembrados opacaban la simpleza del suelo de baldosa blanca ahora percudida de rojo.

Azariel vio las noticias en la mañana en la casa de Daren mientras el licano debía estar en el lugar del crimen. Ver los destrozos le caló profundamente en el corazón. Se sentía asustado de todo lo que hizo esa noche. Los híbridos siguieron sus órdenes sin chistar y despedazaron a cada inmortal en los albergues. Niños, bebés, adultos, ancianos...

Un gran número para llevar en su conciencia.

Cuando todo acabó cerca de la mañana, presa del pánico y del asco, corrió lejos, al otro lado de la ciudad. Esperaba no encontrar a Daren en la casa, no quería que lo viera manchado de sangre, oliendo a muerte y destrucción. Esperó junto al río hasta que vio su jeep salir y rugir fuera de Lozenets. Entonces pudo entrar por una ventana abierta en el segundo piso. Tomó una ducha larga, quizás una media hora en la cual su cuerpo fue tallado por una esponjilla que quedó manchada de rojo. A pesar de ello, no logró quitar la culpa y aún se sentía sucio.

Aunque no era la primera vez que un inocente moría bajo su mano, nunca fue sin razón. Usualmente, se trataba de inmortales con quienes entrenaba. Viktoria lo obligaba a asesinarlos al terminar las peleas si ellos no morían en batalla. Ahora, no obstante, era diferente. El monstruo sentía culpa.

Se escondió bajo la seguridad de las mantas de Daren, ahí su aroma le causó escalofríos, pero le reconfortó mucho.

Se preguntó porqué ahora, luego de tantos años siendo un monstruo, le asustaban tanto sus actos. En el pasado ignoró a su conciencia para no ser flagelado de por vida, mas empezaba a sentirse indudablemente perdido entre las garras de ese yugo. La culpa y el dolor eran apenas el comienzo de su pena. Sus manos se sentían sucias, cual si aún palpitaran por la sangre ajena que hace poco las cubría. Tal vez era por Daren, creía él, después de todo, el hombre sacaba su humanidad y lo mejor de él sin siquiera intentarlo. O quizás, temía decepcionarlo y quedarse solo otra vez.

Al cuarto para las nueve de la mañana llegó Daren, cansado y sucio, con aroma a sangre y sudor. A penas poner un pie en la sala supo que Azariel estaba ahí. Subió a la recámara donde lo encontró sentado en la cama, viendo el sol a través de las cortinas corridas. Estaba ensimismado, con una sombra oscura que le cubría el rostro como un velo. Lo vio de espalda desnuda y con las sábanas cubriendo su cintura. En ese momento no pensó en cuánto le gustaba ver su piel blanquecina al ser tocada por la luz del astro, sino que lucía lamentable y preocupado.

—¿Azariel?

Caminó dos pasos hacia el muchacho, y más de cerca sus ojos atraparon la mancha negra sobre su omóplato. Las líneas delgadas, otras gruesas, abrazaban la zona como una enredadera con ansias de extenderse hacia arriba. Daren agudizó la mirada y barrió cada ramificación. Su pecho saltó asustado al imaginar que Viktoria pudo lastimarlo como nunca antes.

—¿Qué ocurrió?

Tomó asiento junto al enmudecido inmortal que nunca apartó la mirada de la ventana.

—Azariel —insistió.

El Jade Blanco volvió su rostro con la calma de un muerto; sus ojos y nariz estaban enrojecidos por el llanto, y sus mejillas pálidas mantenían un fino rastro húmedo hacia el mentón. Su mirada caminó por las facciones de Daren. Se culpaba por su expresión preocupada. Bajó sus ojos por su cuello hasta su camisa negra con manchas de sangre; en sus mangas había más.

DAEMON: El corazón de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora