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Una chica pelirroja reía y bailaba junto con Sersi, en una de las tantas celebraciones que tenían los Eternos junto con el resto de la humanidad que habían salvado

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Una chica pelirroja reía y bailaba junto con Sersi, en una de las tantas celebraciones que tenían los Eternos junto con el resto de la humanidad que habían salvado.

Un chico llamado Druig admiraba la belleza y movimientos inocentes de ella al danzar. La gente nativa de Babilonia había decorado a su querida chica con hermosas flores en forma de corona, en forma de agradecimiento por su amabilidad y por haberles advertido lo que ocurriría. Las niñas sobretodo se habían encariñado con ella, no podían parar de hacerle peinados y deleitarse con su suave voz cuando le pedían que les cantara.

Ella era tan única, tan preciosa. A Druig le dolía el solo verla y no poder hablarle como quería. Desde el primer día que la había visto, sabía que no podría resistirse a sus encantos, y había tenido razón, pues ahora, Sersi, Kingo, Gilgamesh, Sprite e incluso Ikaris se estaban divirtiendo, pero él la admiraba desde lejos y se preguntaba como alguien podía ser así de perfecta en todos los aspectos.

Sus pensamientos profundos se vieron interrumpidos por la presencia de alguien más a su lado. Ladeo un poco la cabeza y sonrió levemente al ver a su buena amiga, Makkari.

"¿Por qué no estás con el resto?" Le preguntó en lenguaje de señas. Druig se encogió de hombros.

"No soy un entusiasta por las fiestas" le respondió de la misma manera, para luego devolver su vista a la pelirroja.

"Pero sí lo eres cuando se trata de observarla a ella" le dijo la morena con una sonrisa acusadora en los labios. "¿Sí quiera planeas decirle lo que sientes?".

"Quizás, algún día".

Después de que Makkari se fuera a disfrutar con los otros, él nuevamente quedó solo. Mirándola de lejos, tratando de decidir si acercarse o no. Nunca nadie lo había tenido así de indeciso, o así de nervioso por dar el siguiente paso. Jamás había tenido una clase de romance con nadie y nunca había estado interesado en tenerlo, pero con ella era diferente. Era imposible no querer nada estando al tanto de su bondadoso corazón, de la linda sonrisa que a veces trataba de reprimir, y de la manera con la que podía ver a través de todos solo con una simple mirada.

—Mi preciosa Sage —murmuró, sin despejar sus ojos de la chica que se había ganado su corazón.


SAGE DESPERTÓ CON LA RESPIRACIÓN AGITADA, y con un montón de papeles rayados a su alrededor.

Sprite, Sersi, Ikaris y Kingo, junto con su camarógrafo, la miraban con los ojos abiertos de par en par mientras ella recuperaba la compostura. Al parecer había tenido una pesadilla, pues hasta le sudaba la frente de lo mucho que se había alterado.

—¿Qué ocurrió? ¿Por qué estoy aquí? —preguntó rápidamente, acomodándose en el asiento del jet privado

Efectivamente, el golpe que le dio Ikaris fue suficiente para dejarla inconsciente por varias horas. Se había perdido de la muerte de Ajak, en Dakota del Sur, provocada por un desviante. Se había perdido del reencuentro con Kingo en su estudio, donde realizaba sus películas. Y ahora recién había despertado, flotando en medio de la nada con cuatro desconocidos y un camarógrafo que no paraba de grabarla.

𝑹𝑬𝑴𝑬𝑴𝑩𝑬𝑹 | 𝑬𝑻𝑬𝑹𝑵𝑨𝑳𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora