𝑽𝑨𝑳𝑬𝑵𝑻𝑰𝑵𝑬'𝑺 𝑫𝑨𝒀 [𝑬𝑿𝑻𝑹𝑨]

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SAGE CAMINÓ POR LOS FRÍOS Y VACÍOS PASILLOS del Domo

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SAGE CAMINÓ POR LOS FRÍOS Y VACÍOS PASILLOS del Domo.

Como casi todas las noches, estaba teniendo problemas para dormir. Desde que había ocurrido lo de Arishem, estaba intranquila, nerviosa. Pues el Celestial se había llevado a Sersi, Kingo y Phastos, y ella, por primera vez, no sabía por qué. Tenía el don del saber y no podía descifrar por qué solo los había llevado a ellos tres y no a todos. ¿Por qué no a ella? Se había burlado de su fallido intento de borrarle la memoria, pues la había recuperado gracias a Druig.

La verdad era que prefería que se la hubiera llevado a ella antes que a tres integrantes de su familia. Todo se sentía triste y tenso sabiendo que no tenían idea de su paradero, y de que Arishem podría estar haciéndole miles de cosas en ese momento.

Se detuvo en el lugar donde estaba la escultura de Arishem. Y sintió ganas de destruirla. No podía creer que en algún punto de su vida había seguido las reglas de un monstruo.

—Aquí estás —escuchó la voz de Druig a sus espaldas. Cuando giró a mirarlo, sonrió ternura al verlo tan somnoliento y desorientado.— Tienes que dejar de hacer eso, por un momento pensé que estabas con Eros, o Starfox, o como se llame el idiota ese.

La pelirroja soltó una risa al oír aquello. Druig era demasiado celoso a veces, pero no de la forma tóxica, si no de la forma que la hacía sentir protegida. Y amada.

—No podía dormir —se justificó ella. Se sentó en el frío piso y continuó mirando la estatua de Arishem.

—Si no puedes dormir, avísame, y tendré charlas nocturnas contigo hasta que te dé sueño —dijo Druig mientras se sentaba a su lado.

Sage lo miró por varios segundos con una sonrisa. Vaya, que afortunada era de tenerlo. Estaba comprometida con el chico que había querido desde que habían sido enviados a la tierra. El único que la entendía a la perfección, que había arriesgado todo para hacerla recordar, que la amaba más que nada en el mundo.

—Está bien —murmuró antes de apoyarse en el hombro de su prometido y dejarse llevar por el calor que emanaba de su cuerpo.

—Siempre estaré ahí para las noches que no puedas dormir, lo sabes —Druig depositó un beso en la cabeza de su chica, y disfruto del silencio que se creo entre ellos.

A veces las palabras no eran necesarias. Un silencio cómodo, agradable, y en el cual dos personas transmitían todo lo que sentían sin decir nada, era suficiente. No sabían cómo describirlo, pero era algo hermoso e inigualable.

—Deja de pensar en esas cosas —la regañó Druig, sorprendiéndola un poco.

—¿Qué cosas?.

—En que Arishem debería haberte castigado a ti en vez de a los otros.

Sage abrió la boca un par de veces para decir algo, pero nada salió de sus labios. Ella intentaba no ser así de transparente la mayoría del tiempo, y con el resto funcionaba, pero no con Druig. Él podía ver a través de ella como si las paredes que protegían su corazón fueran de cristal. Y eso que ni si quiera usaba sus poderes para saber lo que pasaba por su mente.

—Él no vendrá por ti —le aseguró Druig, con su mirada fija en la figura del Celestial frente a ellos.— Podré dejar que lastime a otras personas, pero a ti no. No puedo perderte de nuevo.

—Y no lo harás —se apresuró en decir Sage. Aquellas palabras habían causado un circo de animales en su interior. Era increíble como Druig seguía haciéndola sentir como el primer día que lo había visto.

—No podría soportarlo —el chico pasó un brazo por los hombros de la chica y la atrajo hacia sí como si fuera lo más preciado del mundo.

De pronto, Sage sintió curiosidad de cómo Druig había dado con su paradero cuando ella no lo recordaba, y como se había sentido el día que la había visto en el Amazonas. Iban a casarse, pronto. O al menos cuando terminara todo aquello, y seguía sin saber eso.

—¿Cómo me encontraste, después de todos esos años? —preguntó mientras admiraba la belleza del hombre a su lado.

—Con mucho esfuerzo —admitió él.— Todos se habían rendido, y te lloraban como si hubieras muerto. Pero yo sabía que no era así, lo podía sentir... —tomó la mano de Sage y la posicionó en su corazón, que latía con fuerza.— Aquí.

Ella se quedó en silencio por unos segundos, demasiado abrumada por todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Druig siempre decía las palabras perfectas.

—¿Y cómo te sentiste cuando me viste en el Amazonas?.

—Pensé: "carajo, se ve hermosa" —soltó Druig, logrando que una pequeña risa saliera de los labios de Sage.— Y me sentí feliz de que por fin pudiéramos vernos como en los otros tiempos.

—Así que, ¿fingiste que yo no era real? —comentó ella con una sonrisa. Druig sonrió también.

—Eso fue lo más difícil de todo —admitió.— Solo quería besarte. Pero sabía que no sería discreto.

—Puedes besarme ahora, ¿sabes?.

Druig sonrió genuinamente ante las palabras de la pelirroja.— Sí, lo sé.

Ambos juntaron sus labios en un dulce y a la vez intenso beso, que logró borrar cada simple pensamiento negativo de la mente de Sage. El tacto de su prometido era como tocar el mismísimo cielo, y de ser por ella, podría pasar días sin dejar de besarlo. Pero sabía que eso no era físicamente posible.

—¿Y tú qué sentiste cuando me viste? —preguntó Druig una vez que se separaron. Una sonrisa triunfante yacía en su rostro, pues sabía la respuesta eso.

—Que eras apuesto, pero idiota.

—Fingiré que no dijiste idiota —Sage rio ante las palabras de Druig y se acurrucó más a su lado.

Se concentró en los latidos del corazón de su prometido, en el olor masculino que emanaba de su cuerpo y el calor que este le brindaba. Pronto comenzó a relajarse, se olvidó de Arishem, de los tres Eternos que faltaban en el Domo, y de todos los otros problemas que tenían. Druig le brindaba tranquilidad en momentos como ese, sin decir nada, le aseguraba que todo iba a estar bien.

Druig sonrió cuando vió como los ojos de Sage se iban cerrando poco a poco, y la acomodó un poco más en su pecho. Se sentía correcto que ambos estuvieran así.

—Feliz día de los enamorados, Sage.





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Yo 🤝 no tener vida amorosa

Quiero lo que Sage y Druig tienen, no voy a mentir.

𝑹𝑬𝑴𝑬𝑴𝑩𝑬𝑹 | 𝑬𝑻𝑬𝑹𝑵𝑨𝑳𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora