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—Gracias por darle una oportunidad a "Cucharada Helada". ¡Disfrute de su helado y tenga un buen día!— Una sonrisa resplandeciente adorna los labios suaves e hidratados de Louis mientras se despide del quinto cliente de ese día.

Es la tarde de un miércoles, su negocio está ubicado a mitad de la calle que está frente al parque y no hay muchas personas a su alrededor ya que lamentablemente el día anterior comenzó la construcción de una carretera en el lugar habitual donde suele vender. No tuvo más remedio que conducir su camioncito rosado hasta el único lugar lógico en donde se pueden vender helados, a pesar de saber que no iba a haber un número suficiente de personas hasta la noche.

Louis ajusta el nudo de su delantal celeste que está justo por encima de su trasero y desarruga con sus manos su blusa de lino, sonriendo al escuchar el canto de los canarios que vuelan en el cielo y que provocan que los alrededores del parque sean menos silenciosos. Le encanta su trabajo, lo hace feliz ver las sonrisas alegres de los adorables niños y escuchar como los padres lo describen como el "agradable y dulce vendedor de helados" cada vez que sus hijos dudan en pedir un helado por sí mismos. Sin embargo, a veces puede sentirse solo, especialmente cuando Luke no está ahí, como el día de hoy.

Utiliza una servilleta para limpiar las gotas de helado que se derramaron sobre el mostrador antes de lavarse las manos y sentarse para revisar si tiene mensajes nuevos en su celular. Como era de esperarse, el sonriente Winnie the Pooh con un tarro de miel en su pantalla de bloqueo no tiene burbujas de notificaciones. Siendo honesto, disfruta de la vida que tiene porque nunca ha sido él quien deja entrar a la gente con tanta facilidad. No es que tenga grandes problemas de confianza, pero para él, menos compañeros de vida equivalen a menos problemas. Por supuesto, en algunas ocasiones sale a divertirse con sus conocidos, no es un completo idiota. Simplemente se niega a apegarse a ellos, especialmente cuando esas personas apenas si pueden ofrecerle lo mínimo que necesita. Son demasiado simples y nada que tenga relación con Louis es simple.

Un pequeño chillido se escucha no demasiado lejos del camión de helados y rompe el silencio.

—¡Papi, mira! Es un camión de helados.— Un niño, que Louis asume que no tiene más de siete, pero que también se ve más grande que alguien de cuatro añitos, corre hasta su camión con una mochilita amarilla rebotando en su espalda. Hay un hombre con barba, rizos largos y pecho que se asemeja al de un levantador de pesas y que estira cruelmente la camisa de oficina que lleva puesta, el desconocido se ve preocupado mientras se apresura a alcanzar al niño sonriente.

—¡Damien, espérame! ¡Oye!

Louis observa con diversión la escena familiar que se desarrolla frente a él. Todos los días se encuentra con lo mismo, solo que con diferentes personas: los niños se emocionan demasiado ante la idea de comprar un helado que dejan atrás a sus padres, olvidando el hecho de que quienes deben pagar ciertamente no son ellos mismos.

Le ofrece una dulce sonrisa al niño de cabello rizado quien se acerca a la camioneta con una mirada llena de curiosidad. Toda la emoción se disipa de sus ojitos cuando se da cuenta de que es una de esas ocasiones en las que necesita tomar una decisión mientras recorre con la vista el colorido menú, dándose golpecitos en la barbilla con su diminuto dedo.

—¿Qué sabor te gustaría, cariño?— Louis le pregunta justo antes de que el padre del niño se detenga frente a ellos, tiene el rostro sudoroso después de intentar atrapar a su hijo.

Eso provoca que Louis se ría suavemente.

—Oye, lo siento. Damien siempre es demasiado rápido. No era mi intención dejar que se acercara a ti de esta manera.— Se disculpa rápidamente mientras frota con delicadeza el hombro de Damien. Probablemente está preocupado de que Louis lo clasifique como uno de esos padres irresponsables.

Coldest with the kiss, nice with the cream [bottom!louis] [traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora