Capítulo #3 Parte II.

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Horas más tarde, me encontraba a mi misma sentada sobre una silla con patrones chillantes en el cuarto de Alexandra. Ella estaba frente a mí, acostada sobre el piso y mirando el televisor con gesto aburrido. Realmente, sin prestarle mucha atención. Yo solo me mordía las uñas de las manos y miraba hacía todos lados nerviosamente.

— ¿Y bien? —Alexandra me pregunto, apagando el televisor con el control remoto e incorporándose hasta quedar sentada y con las piernas cruzadas. La mire fijamente—.

— ¿De qué hablas? —Le pregunte, mientras, inconscientemente mordisqueaba mis uñas con más fuerza—.

—Tú sabes  a que me refiero. ¿Bryan?

Al salir de la casa de la señora Goldman, rápidamente comencé a hacer llamadas telefónicas a casa y también a Alexandra. Ella me pedía la versión corta de mi primer día y yo solo le di algunos detalles. Como la profundidad de los ojos de Logan y la gran vista que había obtenido del trasero de Alonso. Para estas horas, yo ya no tenía ganas de hablar.

—Uh. No, no sé de que hablas —Le dije mientras lanzaba miradas cortas hacia el techo y después hacia Alexandra. Ella suspiro—.

—Recuerda, hace cinco horas me hablaste por teléfono y mencionaste lo loca que te traía ese chico. Realmente tiene que estar muy bueno para que le hayas puesto el ojo encima.

— ¡Alexandra! —Le grite indignada mientras lanzaba una almohada en forma de serpiente hacía su cabeza. Ella la atrapo y la coloco a su costado—. Al decir que él me traía loca, me estaba refiriendo a que realmente el es un dolor de cabeza. Apenas le hable, ¿Cuánto? ¿Cinco segundos? Tal vez menos. Y ya me estaba corriendo de su casa. El realmente apesta.

—Pero eso no le quita lo ardiente —Dijo levantándose del suelo y peinando su larga melena pelirroja en una trenza. Tuve deseos de tener tijeras a la mano y cortar cada cabello de su cabeza. No estaba celosa, lo juro.

—Claro que sí. Además, tú no lo conoces. Oh, y dos palabras, el-es insoportable.

—Esas son tres. Y tal vez tú seas demasiado insoportable también.

—Oye, ¿estás de mi lado, o qué? —Le dije frunciendo el ceño y bajando mis manos de la boca—.

— ¿Recuerdas el año antepasado? Cuando aquella tía tuya fue a visitarte durante el verano y su pequeño hijo Charlie quedo ciego temporalmente, porque un compañero suyo le echo arena en los ojos mientras estaban en la playa. ¿Sabes de quién hablo? —Ella dijo mientras acomodaba su cabeza en mi regazo y miraba con ojos abiertos—.

—Obviamente. Ellos son mis familiares —Lamí mi labio inferior—. El pequeño Charlie duro enojado todas las vacaciones, y recuerdo que se echaba a llorar cada vez que le hablábamos de castillos de arena y días enteros en la playa. ¿A qué viene todo esto?

—Bueno, recuerda. ¿Qué paso después? ¿Acaso no me contaste que un día fueron a la playa y él se rehusó a bajar del carro? Y entonces ahí estabas tú, dispuesta a sacarlo del asiento trasero para que conviviera un rato con ustedes. —Ella dijo mientras me miraba con una mueca de satisfacción en su rostro. Yo aún no entendía nada—. Vamos, ¿qué paso después?

—El convivio todo el día con nosotros. Le asustaba meterse al mar, porque en su estado se ahogaría al no ver. Pero…

—Tú estuviste con él. Y no lo dejaste solo. Al final del día él se quedo sentado en la orilla, mojándose los pies y construyendo castillos de arena. Porque no sentía más miedo. El sabía que si algo malo ocurría, tu estarías ahí para el —Alexandra dijo, orgullosa de sí misma. Ahora yo entendía su punto—.

— ¿Quieres decir que… Qué debería de ayudarlo a enfrentar…? Uh. ¿Sus miedos?

—Exactamente.

— ¿Y a mí en que me beneficiaría? Es decir, ni siquiera me cae bien.

—No seas tonta. Entre más pronto se recupere, terminaras más pronto el trabajo. Obtendrás el dinero y ayudaras a alguien. No es tan difícil, ¿eh?

No lo había visto de esa forma. Si ayudaba a Bryan, tendría que dejar de verlo. No estaría obligada a ir y cumplir mi trabajo. Porque si solo iba y renunciaba, no obtendría el dinero para Princeton. Solo tendría que dar y recibir. Recibir y dar. Muy sencillo.

—Entonces, ¿cómo descubro sus, eh, miedos? El parece ser muy duro de roer.

—Habla con su amigo. ¿Cómo dices qué se llama? Alonso. Si, él. Seguramente sabe todo sobre Bryan. Lo harás, ¿cierto?

—Por supuesto que sí —Le dije mientras me levantaba del sillón y caminaba hacia la puerta. Esta noche tendría en muchas cosas que pensar.

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Quiero dedicar este capítulo al Halonzo Billalpando, por que en la fic tiene nalgas, lo que eso no es verdad. Te amo Alonso, solo quería dedicar esto a alguien<3. 

Corazón ciego. |B.M|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora