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Maratón 2/?


𝑆𝑒𝑏𝑎𝑠𝑡𝑖𝑎́𝑛.

Algunas semanas después, mi madre tenía que regresar a México.

En este tiempo juntos, nos había enseñado muchas cosas para los bebés: ahora éramos padres primerizos pero con conocimientos sobre cómo cambiar un pañal, cómo bañar a los bebés y también cómo cambiarlos.

Mi madre no quiso que la fuera a dejar hasta el aeropuerto, pues no quería que dejara sola a Lidia ni a los bebés. Así que solo me despedí de mi madre y la acompañé a tomar su taxi.

Hoy era mi último día de descanso, pues en unas horas volvería a los entrenamientos con mi equipo.

A pesar de no haber dormido del todo bien en estos días, la había pasado muy bien. Aprendí mucho sobre bebés y me sentía un padre responsable. La verdad disfruté mucho pasar tiempo con Lidia y con mis hijos.


—¿Seguro que estás bien? —la voz de Lidia hizo que saliera de mi trance y la miré con un poco de confusión.


—¿A qué te refieres, amor?


—Te ves cansado, incluso más que yo. —bromeó.


—Yo creo que es normal porque no hemos dormido bien. —le dije, terminando de ponerme los tennis y levantándome de la cama. —Pero nada que el ejercicio no arregle. Tranquila, ¿si? —me acerqué a ella y la tomé por los hombros.


—Dale, pero cuando llegues a casa, te me duermes unas horas. —dijo y me señaló la nariz con la punta de su dedo.


—Lo que usted diga, mi amor. —besé su frente y caminé de nuevo a la cama para tomar mi mochila.


Le extendí mi mano y ella la tomó, para así salir del cuarto y bajar las escaleras hasta la sala. Estando frente a la puerta, ella se giró hasta quedar de frente y me persignó: siempre lo hacía.


—Ten mucho cuidado, Sebas. —me dijo al terminar y me miró con una sonrisa.


—Lo haré. —prometí.


—Vale.


Caminé rápidamente hasta la sala y me acerqué a la cuna en donde estaban mis hijos durmiendo plácidamente. Dejé un beso en la frente de cada uno y volví hasta la puerta principal.


—Ahora sí. No me podía ir sin despedirme de mis hijos. —le dije al ver que me miraba con ternura.


—Entiendo. —replicó con una sonrisa enorme.


—Bien, ahora sí me voy. —me acerqué de nuevo a ella y besé sus labios con dulzura. —Nos vemos al rato. Los amo.


—Te amamos muchísimo más.


Le guiñé el ojo en respuesta, provocando que sus mejillas se tornaran rojas. Salí de la casa con una sonrisa y subí a mi auto.




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𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐  (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora