Capítulo 9

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El corazón de Sasuke latía con fuerza, solo el toque de un idiota podía ponerlo de esa manera y era inusual.
Saldría de la aldea ahora, quizá no había mentido al decirle que iría a una aldea cerca de aquí. Iba a un discreto bar que estaba por la zona, no era la primera vez que se detenía a beber ahí, obviamente, no con su apariencia, utilizaba un poco de chakra para poder beber tranquilo. ¿Había una razón para ir? realmente no, solo quería pasar tiempo a "solas" para decidir que era lo que iba a hacer ahora, antes de que Sarada hablará con él tenía pensado en decirle todo a Naruto pero ahora no sabía si eso era buena idea, no temía a ser rechazado pero temía mucho a lastimarlo, de nuevo.

Con sus pisadas apresuradas pronto llegó a aquel lugar, no como él, el chico que entraba ahora era un peliblanco, ojos color miel, un poco más bajo que Sasuke y dos piercings en la cara que se hacía llamar "Junta".

- Oh, bienvenido. - Saludaba el dueño del local. - Hace mucho que no te veía, Junta.

- Hola, señor Patroclo. Ha pasado tiempo. - Dijo sonriente, era una actitud muy lejana a Sasuke.

- ¿Vienes a ponerme al día, Junta? - Dijo el señor Patroclo sonriente mientras Sasuke, corrección, Junta asentía.

El señor Patroclo era alguien viejo quien había perdido a su esposa e hijo en un incendio, Sasuke lo conoció cuando la aldea de la hoja lo dejó en libertad, cuando quiso sanar los errores cometidos por el mismo. Patroclo conocía todo acerca de él y lo acuñó como a un segundo hijo. Cuando Sasuke vió los problemas que le trajo al señor por presentarse como él mismo optó por una segunda persona y personalidad, porque los consejos que el señor Patroclo le daba y el cariño con el que se los ofrecía no podía desperdiciarlo.

Aquel señor fue el primero en enterarse acerca de sus sentimientos por su mejor amigo y también el primero en aceptarlo, la primera vez que decidió decírselo tuvo mucho miedo de ser rechazado pero fue completamente lo contrario. "Tu amor no puede medirse en géneros y eso no está mal" fue lo que le dijo. Agradecía mucho haberlo encontrado y ahora iba en busca de sus atenciones.

- ¿Y bien?¿cómo has estado? - preguntó el señor mientras en la barra dejaba dos vasos con sake.

- Terminé con mi esposa hoy.

- ¿uh?¿en serio? imagino que fue difícil pero quizá fue lo mejor para ambos.

- Sí, también yo lo creo.

- ¿Intentarás confesarte con aquel muchacho?

- Estaba seguro de querer hacerlo pero... - Era difícil continuar con la oración.

- ¿Qué pasó? antes te mostraste muy seguro, ¿qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?

- Bueno... Mi hija me contó lo que su amigo, el hijo de mi chico le dijo. Él dijo que su forma de quererme no era como la mía, que respetaba el vínculo con su esposa y que no había nada más. - Dijo Junta en un tono triste.

- Es normal que quiera respetar el vínculo con su esposa y también es normal que niegue sentir algo por ti si tú no le muestras tu interés.

- ¡Pero no sé cómo decirle!

- Nadie nunca piensa en lo que quiere o no decir, todo sale en la marcha.

- ¿Y si termino hiriendo de nuevo nuestro vínculo?

- Un sentimiento tan noble nunca dañaría nada. Si la amistad es tan fuerte tus sentimientos no tendrían porqué molestarle.

- ¡Pero...! - Fue interrumpido.

- ¿De verdad dices amarlo con tanta intensidad? - preguntó el señor Patroclo dejando indignado al contrario.

A simple vista el señor Patroclo parecía un señor muy amable y en definitiva lo era pero lo que más lo destacaba era su cruda forma de decir las cosas, sin importar la persona, él hablaba con sinceridad. Junta no era la excepción.

- ¡Por supuesto que lo hago!

- Entonces deja de ponerte excusas y pórtate como un hombre. - Dijo soltando un suspiro. - Si lo que te preocupa es forzarlo, habla con él sin esperar nada a cambio, no esperes una respuesta, solo confiesa.

La expresión de Junta era una triste que se mezclaba con una en la que parecía haber encontrado la respuesta de todo, ciertamente, todos sabemos la respuesta de todo pero Junta era un precavido ciego que prefería darle mil vueltas a las cosas antes de actuar, dándonos la situación actual como resultado.

- Señor Patroclo... Yo... - Dijo con un semblante totalmente lleno de seguridad. - Le diré. Le contaré todo.

El señor Patroclo no podía más que verlo orgulloso esperando que no sucediera lo de la otra vez.

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