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Seúl brillaba muy lindo ese día, las calles se veían muy tranquilas, quizá él se sentía muy tranquilo.

Casi se le olvidaba lo que era Corea, es decir, después de pasar cinco años estudiando en Estados Unidos, se atrevería a decir que podía hablar mejor el inglés que el coreano.

Hace un año que regresó a su natal Busan, aún recuerda como su madre lo recibió con mucha felicidad y casi llorando, le gustaba estar con ella, pero en Busan no habían muchas oportunidades de Universidad y menos con la carrera que él quería estudiar.

Así que tuvo que despedirse de nuevo de su amada madre.

Dejar Busan no había sido para nada fácil, mucho menos cuando su madre comenzó a llorar y a decirle que lo extrañaría demasiado otra vez.

Pero ya no había vuelta atrás.

Lo habían aceptado en aquella Universidad de alto prestigio, incluso le dieron una beca del 80% gracias a lo increíblemente talentoso que era, lo agradecía mucho pues no tenía nada de dinero, y tampoco quería abrumar a su madre con más gastos.

La beca constaba de colegiatura, uniformes, comida y vivienda, lo único que corría por su cuenta eran los materiales que debía usar.
Y aunque la idea de vivir con otras personas que no conocía en lo absoluto, no le agradaba demasiado, lo aceptaba porque no tenía a donde más ir.

Una familia se había ofrecido a darle hogar durante el tiempo que durara su carrera, él habría elegido vivir en el campus, pero resultaba que los dormitorios estaban llenos, y ahora solo quedaba la opción de las familias anfitrionas, él anhelaba demasiado empezar su carrera, así que no le pareció tan mala idea.

Así que, ahí estaba Jeon Jungkook, en el autobús camino a aquella casa que le habían indicado.

Tenía de ventaja que no estaba lejos de la Universidad, solo debía tomar el bus y listo, según Internet era aproximadamente media hora de la vivienda a la Universidad, no sonaba tan mal.

Esperó desde el fondo de su corazón que las personas sean buenas y que no tengan niños pequeños, sino se volvería loco, tenía entendido que era una pareja de casados millonarios, al parecer no tenían en qué más gastar su dinero y decidieron ser voluntarios de la Universidad.

Al bajar del bus respiró el aire fresco de la ciudad, el viento soplaba fresco anunciando la llegada del otoño, escuchaba a los pájaros cantar y las hojas de los árboles moverse, parecía un vecindario muy tranquilo, aunque un poco solitario, en parte estaba bien pues odiaba el ruido.

Las casas estaban muy separadas unas de otras, habían más árboles que casas, varios animales, no habían rastros de niños pequeños, al parecer todo indicaba que sería una buena estadía.

Leyó el mapa que tenía en sus manos el cual le indicaba donde era el lugar que sería su nueva vivienda, frunció el ceño mientras miraba al rededor con sus maletas en mano.

–Casa cero trece...– Se dijo mientras caminaba.

Fue viendo puerta por puerta, veía la casa 020, 019, 018, 017...

–¡Ah! Es aquí...– Encontró al fin la casa 013.

La casa era de dos pisos, blanca, un enorme jardín, no parecía la casa de gente millonaria pero sí de gente rica, bueno, al menos estaría cómodo.

Se acomodó su ropa que constaba de unos tenis color negro, unos pantalones holgados del mismo color y una camisa igual holgada color blanco, su larga melena castaña que le llegaba ya hasta la mandíbula la peinó con sus dedos, y finalmente tocó la puerta.

Después de dos minutos de espera, la puerta al fin fue abierta dejando ver a una bella mujer de al rededor de sus treinta años, era bellísima, sus labios eran pequeños y rosados, su piel pálida y sus mejillas rosadas, sus ojos redondos y finos, su cabello largo y negro, además de que vestía muy elegante, era simplemente hermosa.

Hecho para mí -민에 (YoonKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora