Reencuentro

78 5 4
                                    

El sol está por ocultarse, aunque las largas filas de edificios que se interponen con el horizonte impiden que últimos rayos de luz naranja entren al departamento, haciendo que el día se perciba minutos más corto de lo que realmente es. La obra de un nuevo edificio justo enfrente para actividades. El ruido de las calles en plena hora pico apenas y es filtrado por las ventanas, que Tere se asegura de cerrar en un acto casi inconsciente, para después deambular nuevamente entre el comedor y la sala, echando de vez en cuando una mirada ansiosa a la puerta de la entrada. Con el orden perfecto de las cosas y los muebles impolutos, desentona que en medio de la habitación se encuentre una caja grande de cartón. Tere parece estar acostumbrada y no la nota en absoluto, incluso cuando la caja parece moverse sutilmente su mente continúa en otra parte, acompañándose del ritmo intermitente que sus tacones generan al pegar con el piso de madera.

Las puertas del elevador rechinan al abrir, despertando a Tere de su nervioso ensueño. Han pasado varios minutos, sino es que hasta una hora, y se encuentra a oscuras. Rápidamente prende las luces de la sala y el comedor, revelando el globo de bienvenida que flora sobre el centro de mesa del comedor, y avanza hacia la puerta tratando de ganarle al sonido de las llaves que se aproxima por el pasillo del edificio. Tere abre, apenas unos segundos antes de que Alberto lo intentara desde su lado. Ambos sonríen y acercan sus cuerpos para darse un rápido beso en la boca y abrazarse, cada uno a su tiempo, denotando cierta torpeza por falta de costumbre.

– Pasa, pasa – le dice Tere, tomándole la maleta y cerrando la puerta detrás de él –. Hubieras marcado para que te fuéramos a recoger.

– Sí marqué – contesta Alberto, mientras explora con lentitud el espacio que, aunque familiar, le resulta ajeno. 

Tere hace un chasquido con la boca al percatarse que el teléfono yace descolgado a un lado de la caja de cartón. Lo cuelga, lo levanta y acomoda en su lugar, para posteriormente alzar la caja y descubrir a Alex, un adolescente que no alza la mirada en cuanto se sabe descubierto, sino que se incorpora lentamente tratando de evadir el contacto visual con Alberto.

– Ya llegó tu papá, no seas grosero y salúdalo que no lo has visto en mucho tiempo – le indica Tere a Alex, sin dejar de sonreír, temiendo en el fondo que la ilusión de familia feliz pudiera resquebrajarse en un instante. 

Alex camina unos pasos hacia su padre, pero no pronuncia palabra alguna, por lo que Alberto ataja el silencio:

– Hola Alex, ¿te acuerdas de mi? Hablé contigo hace rato.

– Hola Alex, ¿te acuerdas de mi? Hablé contigo hace rato – replica Alex.

– Sí se acuerda – interviene Tere amablemente –, solo que se pone nervioso y le da por hacerse el chistoso, ¿verdad Alex?

– Sí mamá – contesta.

– Bueno, dejemos que tu papá termine de llegar – Tere regresa la mirada a Alberto –. Ven, vamos a dejar las cosas al cuarto.

Tere toma la maleta y empieza a caminar hacia el pasillo que va a los cuartos. Alberto le sonríe brevemente a Alex, quien lo mira brevemente a los ojos, da la vuelta y sigue a Tere.

– Tiene rato que ya sabe dar recados, no sé qué le pasó - le dice Tere a Alberto en voz baja.

– No te preocupes, es normal – contesta Alberto.

Alex los ve irse y repite en voz baja lo que sea que ellos digan. Se ha quedado solo en el lugar, inmóvil, parado a un lado de la caja y debajo de lámpara. Las luces de los edificios habitacionales que se vislumbran por la ventana empiezan a encenderse poco a poco.

Cajas de cartónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora