Fortaleciendo vínculos

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Tere ha salido ha hacer unos pendientes y ha dejado a Alberto y Alex solos en casa. De hecho, realmente no tienen ningún pendiente que atender, puesto que el regalo y el panqué favorito de Alberto ya los tiene en el coche desde el día en que él viajó a la ciudad. Siempre que Alberto está de visita en casa, ella se inventa cualquier excusa para salir y darles unos momentos a solas, pensando que fortalecerán el vínculo y, cuando el trabajo de Alberto así lo permita, no sea tan difícil recuperar el tiempo perdido y el núcleo familiar pueda volver a ser de tres. 

La caja que usa Alex se encuentra sobre el piso, cerca de Alberto, quien está sentado en el sillón de la sala viendo la tele. La caja se mueve ligeramente y hace un ruido molesto que no deja escuchar bien el noticiero a Alberto. Su mirada se pasea entre la tele y la caja, dudando, hasta que decide pararse evidentemente molesto para tomar la caja por arriba y destapar a Alex, que no se inmuta al ser descubierto y sigue acomodando un set de cubiertos sobre el piso. Alberto le arrebata los cubiertos.

– ¡No Alex! Esto no se agarra – le dice Alberto en tono de regaño, mientras coloca los cubiertos en la mesa de centro y deja la caja cerca del comedor. 

Alex se le queda viendo fijamente a Alberto, aunque él ya tiene su atención puesta de nuevo en la televisión y regresa a sentarse en el sillón. Alex toma los cubiertos de regreso, lo hace discretamente aprovechando que el celular de Alberto está sonando. Después de batallar un poco para sacar su Nokia del bolsillo, Alberto contesta.

 – ¿Bueno?...ah hola, sí, sí puedo hablar...– dice Alberto en voz baja mientras se percata de que Alex lo mira fijamente. Inclina su cuerpo automáticamente como para que no lo vea, pero es insuficiente, por lo que termina parándose del sillón. – A ver, espérame–, le contesta Alberto a su interlocutor, pone su celular sobre la mesa de centro y tapa nuevamente a Alex con la caja.

– Ya, perdón...no, no, todo bien – continúa en tono serio por teléfono–  no, aún no le he podido decir, apenas llegué ayer, pero ya le voy a decir... 

Alex empieza a hacer un hoyo en la caja con uno de los cubiertos, es un hoyo pequeño pero suficiente para poder echar un vistazo.

– Bueno, nos vemos, luego te marco...– a Alberto le cuesta trabajo escuchar– ¿eu?...Sí, sí te amo, me saludas a la beba, te marco después. 

Alberto corta la llamada y se le queda viendo a su celular, algo consternado. Exhala de forma marcada y deja el celular sobre la mesa de centro para continuar viendo la televisión. El brillo del ojo de Alex se asoma por el orificio de la caja.

 – Sí te amo, me saludas a la beba, te marco después – repite Alex desde adentro de la caja.

Alberto se exalta y mira nervioso la caja, que permanece inmóvil, pero le parece amenazadora ahora que nota el agujero que apunta directo hacia él.

– Sí te amo, me saludas a la beba, te marco después – se vuelve a escuchar desde la caja.

– ¡Alex, está mal que arremedes a las personas! – dice Alberto muy serio mientras se aproxima con cuidado al agujero de la caja.

Sí te amo, me saludas a la beba, te marco después – repite Alex.

Las puertas del elevador rechinan y se escuchan los tacones de Tere aproximarse a la puerta. Alberto se incorpora y piensa rápidamente en qué hacer, pero no le da más tiempo que sentarse de nuevo en el sillón y cerrar los ojos esperando que la situación no se complique. Se abre la puerta y entra Tere con algunas bolsas en la mano.

– Hola – dice Tere sonriente mientras que con un pie empuja la puerta para cerrarla.

Alberto sólo observa y no ayuda, pero Tere no repara en ello y deja las bolsas sobre la mesa del comedor, haciéndola tambalear.

 –Te traje el panqué de plátano para cenar y una sorpresa... – dice Tere, expectante de la reacción de Alberto cuando vea el regalo que sacará de una de las bolsas. Se voltea hacia Alberto y lo mira sonriente. Se acerca a él, que está inmutado, aún observándola, y le entrega entrega un pequeño empaque decorado.

– Gracias– alcanza a pronunciar Alberto.

– Ábrelo – le insiste ella.

Alberto tarda en procesar, pero a los pocos segundos, casi en automático, rompe la envoltura y saca una playera que tiene un estampado de una foto de Tere y Alex. Alberto observa la playera con una sonrisa tímida. Tere se ve emocionada aunque trata de contenerse, pues sigue tratando de leer el rostro de Alberto y entender qué está sintiendo.

 – Gracias – dice Alberto en voz baja.

Tere se le acerca a rostro para darle un beso.

– Sí te amo, me saludas a la beba, te marco después– dice Alex desde la caja.

A centímetros de concretarse el beso, éste se esfuma. Tere detiene su impulso y se toma unos segundos para mirar hacia la caja y entender si escuchó bien; ella conoce muy bien las frases y vocabulario de Alex, y esa en particular no la había escuchado, y ahora que le ha dado por repetir lo que dice Alberto...

– Bueno, me la voy a ir a probar –  Alberto aprovecha para romper el momento y se va caminando por el pasillo. Tere se acerca a la caja y le da dos pequeños golpes. 

– Hola Alex, ya llegué – pronuncia Tere con una voz que denota cierta preocupación, y comienza a acomodar los cojines de la sala. Ve el celular que está sobre la mesa de centro. Se acerca para tomarlo y lo sostiene en su mano unos momentos. Duda en echar ojo más a detalle, pero Alex levanta tantito la caja y pica rápidamente a Tere con un tenedor en la pierna. Tere deja escapar un pequeño grito de dolor y Alex se esconde rápidamente de vuelta en la caja. Tere sigue con el teléfono en la mano, pero viendo ahora a la caja.

– Sí te amo, me saludas a la beba, te marco después – dice Alex con más fuerza.

Tere suspira, abre el celular, pero pronto decide cerrarlo y dejarlo nuevamente sobre la mesa.

Cajas de cartónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora