Reencuentro II

46 3 3
                                    

Una caja de cartón grande está colocada entre la sala y el comedor. Sobre la mesa de centro se encuentra la playera doblada que Tere recién le regaló a Alberto. Los sonidos de la construcción del edificio de enfrente se cuelan por paredes y ventanas, indicando que el día laboral ha comenzado. Por el pasillo escuchamos los tacones de Tere con las pisadas de Alberto haciendo eco detrás de ella. Entran a la sala con maleta en mano. Alberto viste traje, listo para regresarse. Caminan hacia la puerta y antes de llegar, Alberto cede el paso a Tere para que le abra la puerta. Él coloca la maleta brevemente en el piso para despedirse y se pone frente a Tere. 

– Bueno, me despides de Alex– dice Alberto con voz temerosa.

– No te preocupes, probablemente no se de cuenta – le contesta ella tratando de aminorar cualquier tipo de tensión.

– Nos vemos – murmura Alberto antes de acercarse a la cara de Tere. Ella busca el beso en la boca, cerrando los ojos, pero Alberto se lo planta en la frente. Abre los ojos lentamente y espera a que Alberto retire sus labios. Él se hace para atrás, se miran a los ojos y sueltan una amable sonrisa.

–Yo te llamo –dice Alberto.

–Sí... adiós– contesta ella complaciente.

Alberto toma nuevamente su maleta del piso y da un paso hacia afuera, pero se detiene. Tere se sorprende un poco. Alberto se voltea y mira hacia la mesa de centro. 

– Espera, olvido algo. 

Tere se echa para atrás dejando pasar a Alberto. Él se acerca al buró y toma la playera que Tere le regaló. La playera está perfectamente doblada y encima hay cuatro cubiertos ordenados meticulosamente. Alberto mira la caja por última vez y sostiene en ella la mirada, toma la playera desacomodando los cubiertos, se da la vuelta y pasa a un lado de Tere.

– Nos vemos –  dice Alberto al salir por la puerta y  sin volver a mirar atrás.

Tere deja la puerta abierta por unos momentos más y luego la cierra lentamente. Se queda quieta, colocando la mirada entre la puerta y el infinito. Permanece ahí un minuto. De pronto, decide quitarse los zapatos y caminar suavemente de regreso al comedor, sin emitir ese característico sonido que producen sus zapatos. El ruido de la construcción y el de la escuela parecen haberse eliminado del ambiente. Toma la silla que está en la cabecera y se sienta en ella. Ve hacia el frente con la espalda recta y exhala de forma prolongada, como si estuviera dejando escapar los residuos de un antiguo dolor.

La caja de cartón pareciera cobrar vida y empieza a moverse. Tere hace caso omiso al inicio, pero la caja continúa moviéndose y levantándose poco a poco hasta que inevitablemente llama su atención. Alex termina de ponerse de pie y con ello empuja la caja hacia atrás para dejarla caer y revelar su rostro. Se le ve altísimo. Tere lo mira con más atención y ambos conectan sus miradas, de forma sostenida como nunca lo había hecho Alex. La expresión de Tere cambia, se le ve conmovida y genuinamente sonriente; tanto tiempo invertido en ganarse la atención y el apoyo de su esposo, cuando es su hijo quién siempre ha estado  ahí, comunicándole a su manera su sentir y su apoyo. Las miradas de ambos continúan conectándose y pareciera que el tiempo transcurre más lento, como si quisiera compensar por los minutos del día que les son arrebatados por los edificios que se interponen entre cada atardecer y ellos.

***

Dos cajas de cartón, una más grande que la otra, se encuentran a lado de la sala. La luz que entra por la ventana del comedor indica que el sol está por ponerse. A sus espaldas, los edificios en silueta simulan cajas gigantes. La caja más grande se empieza a mover y se acerca a la chica, que aún conserva la mirilla hecha por Alex. Ambas cajas empiezan a chocar de forma juguetona. y las risas de Tere y Alex invaden el espacio.

Cajas de cartónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora