Confrontación o evasión

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Alberto está sentado en el comedor viendo hacia la mesa. Sus manos juegan un tanto nerviosas con el celular. La mesa se tambalea cuando Alberto coloca sus manos sobre ella. Alex ha estado encerrado en su cuarto desde que su mamá salió a visitar a algunos de sus clientes de venta por catálogo. Todas las horas que Alex lleva en su cuarto, Alberto las ha pasado en el comedor, pensativo, viendo cómo decirle a Tere la verdad de su prolongada ausencia y escasas visitas. Es momento de decírselo a su esposa, pero después de eso también le espera comentárselo a su papá. Su mamá falleció hace 4 años y probablemente se escandalizaría al saber, pero por suerte ya no le tendrá que hacer pasar ese trago amargo. Sus hermanos han sido sus únicos confidentes y alcahuetes, y como también viven cada uno en una ciudad distinta, ha sido fácil mantener todo en secreto.

El elevador rechina y a los pocos segundos se escuchan los tacones de Tere impactar el piso del pasillo.  Alberto no hace mucho caso hasta que la puerta se abre y Tere entra con su portafolio. 

– Hola – se le escucha fatigada a Tere mientras camina hacia el comedor –. Qué día tan pesado...

Tere deja el portafolios sobre una silla del comedor. Alberto la voltea a ver y antes de acobardarse decide soltar las palabras.

 – Tengo que hablar contigo.

Tere se paraliza por breves instantes, nunca hay nada bueno que siga a esa oración. Ella sabe que algo oculta Alberto, lo sabe desde hace mucho, y aunque muchas veces visualizó el momento en que ella lo confrontaba para sacarle la verdad, ahora que siente que eso está por suceder, y lo mira jugando nerviosamente con su celular, no sabe si está lista para escucharlo. Ella ha imaginado muchísimas cosas, y a veces siente que exagera, que está suponiendo demasiado, pero también sabe que las posibilidades son muchísimas y teme que quizá le ha faltado imaginación para calcular la verdad y que ésta sea aún peor que sus expectativas. 

– ¿No quieres que te prepare antes algo de comer? Ayer te compré camarones para hacértelos al mojo de ajo...

– No –, interrumpe Alberto.

Por el pasillo se desplaza sigilosamente la caja de cartón, hasta llegar a una esquina de dónde puede verlo todo a través de la mirilla. Tere se acerca a la cocina como si no hubiera escuchado bien a Alberto.

– No, Tere, ahorita no tengo hambre – insiste Alberto.

Tere se detiene y voltea a verlo con una sonrisa que se percibe angustiante, por más que ella siente que es muy buena aparentando tranquilidad.

– Ven, siéntate que te tengo que decir algo.

La caja de cartón avanza unos metros más y se ha hecho presente en la habitación. Alberto mira hacia el escondite de Alex, nota su mirada curiosa asomarse por ahí. Tere se acerca a paso lento, controlando todos sus movimientos hasta sentarse en la silla, a un costado de Alberto. La mesa se tambalea dos veces, como marcando el inicio de un cronómetro.

Tere, un poco irritada con el breve momento de silencio, toma una servilleta y la dobla. Se levanta de la silla para posteriormente agacharse y tratar de arreglar la pata de la mesa que lleva días subrayando la incomodidad. 

– ¿Qué es lo que me querías decir? – dice Tere, ya habiendo puesto la servilleta en el lugar preciso, pero fingiendo que sigue acomodando detalles para no tener que levantar la vista.

Alberto se queda callado un momento más, mira hacia abajo y carraspea. Se lo piensa unos instantes, mira hacia Alex y Tere. Duda, es el único momento en estos años que parece adecuado para decir la verdad, aunque bien podría continuar en esa dinámica cotidiana, sostenida por mentiras blancas, donde si bien son escatimados los momentos felices, por lo menos no derrumban. El globo de bienvenida flota ya a media altura y divaga entre la sala. Alberto logra verlo de reojo y le cala la ironía de la imagen. Ya ha dejado muchos segundos pasar desde que Tere hizo la pregunta, y siente la presión de contestar pronto, verdad o mentira, pero pronto, porque si tarda más, la verdad se revela por su silencio y entonces no tendrá opción, todo lo que diga quedará en duda.

– Bueno, pues hablé con mi jefe para ver si me podían dar más vacaciones – comenta Alberto, mirando hacia abajo a Tere. La caja de cartón permanece inmóvil, como si estuviera atenta a cada detalle. Tere presiona la esquina de la mesa para ver si se tambalea. 

– ¿Y qué te dijo? 

 – Pues que no, pero que igual de repente me da algunos fines de semana libres para que te venga a visitar y no te sientas sola. 

La cabeza de Tere se inclina un poco más hacia abajo. En todo este tiempo no volteó a ver a Alberto, pero en ese pequeño gesto con su cabeza deja ver algo de decepción.  Ella sabe que eso no es lo que le iba a decir, pero también dejó implícita la intención de venir más seguido. ¿Qué significa eso?, no sabe qué hacer con esa información, aunque bien podría indagar un poco más para que quede todo al descubierto de una buena vez, definido, con certezas sin importar que éstas duelan.

Tere se hace hacia atrás para volver a incorporarse. Sube la vista para ver a Alberto y desvía brevemente su mirada para fijarla sobre el celular de Alberto, mismo que detiene el jugueteo nervioso en cuanto nota que ella lo observa.  Tere regresa la mirada a Alberto y se observan por unos instantes a los ojos. Tere le sonríe. 

– Bueno, pues voy a ir haciendo los camarones que ya hace hambre– dice Tere mientras camina hacia la cocina. Alberto la sigue con la mirada hasta que llega al refrigerador para empezar a buscar los ingredientes y cocinar. Él se siente aliviado, aunque sabe que la sensación es temporal. 

La caja de cartón continúa inmóvil en la esquina de la habitación.

Cajas de cartónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora