Salida de emergencia, de un lugar llamado infierno.

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Se hicieron las diez, y ya me encontraba saliendo del auto, iba arrastrando la bolsa y con bastante cuidado ingrese a una de las porquerizas de la granja, tire los brazos y las piernas en el vertedero de comida de los cerdos, los cuales al parecer llevaban días sin ser alimentados porque rápidamente empezaron a devorar cada una de las partes.
Regrese al auto y lo primero que pensé fue en ir a casa y poder dormir toda la noche.
Al llegar por fin a la casa, note principalmente la ausencia de la persona que me había acompañado durante tanto tiempo, también la paz de saber que no volvería a vivir aquel calvario.
En mi habitación reinaba el más grande desorden, había una sola cama, cuyo colchón había sido rodado y lanzado al medio de la alcoba.
En la suya había una silla que tenía una barbera con una pequeña mancha de sangre - la cual use en algún momento para ocasionar alguna herida o eso creo no estoy muy seguro- sobre el estante que estaba sobre su cama, dos o tres mechones de cabello, claramente del viejo, eran largos y blancos, más blancos que el papel sobre el cual trazo estas líneas, bañados también en sangre, al parecer arrancados al tener contacto con la linterna, contando que en repetidas ocasiones lo golpee en el mismo lugar.
No me había percatado de esos detalles, Teniendo en cuenta la cautela con la que realice la limpieza de la habitación. Igual, no había más opción que proceder a dejar todo impecable de nuevo, retire la barbera, con guantes los dos mechones de cabello, limpie la silla, el estante y la cabecera de la cama.
Estaba todo reluciente, ni el más astuto y veterano detective podría saber lo que sucedió en aquella habitación.
Ya se habían pasado las doce. Estaba cansado y lo único que deseaba era dormir, recordé que hacía tanto no podía soñar, claro no podía dormir es lógico que tampoco pudiera hacerlo.
Desee más que nunca, soñar y cambiar de realidad así fuera por tan solo nueve horas.
Como dije antes, negar únicamente te sitúa más y más en tu propia realidad.
Haber podido dormir y también soñar, hubieran resultado una exquisitez.
La paz que tanto deseaba se convirtió en otro infierno, la ansiedad que me hacía culpar a mí mismo de todo lo que sucedió inundo mi cabeza, sin embargo, la culpa la tenían sus rodillas y su maldita garganta. ¡Él NO!, los malditos sonidos ¡SI! Posteriormente, estuve pensando lo que estuviéramos haciendo en ese momento, jugando cartas como de costumbre y alagándolo por tan llamativa vestimenta, sumado a eso no pude dormir y estaba todo el tiempo pensando en él. Mis oídos descansaron, pero mi conciencia se arruinó por completo, no soporte la culpa, el recuerdo de su mirada y la sangre de su cabeza rebotando en mi cara invadió mis pensamientos.

sueño perturbadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora