22: Inicio del plan

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Si supieras lo poderoso que es el sexo, no lo tendrías con cualquiera...

Ron Israel.

{Capítulo 22}

—Necesito hablar contigo, Sophie—murmura mirándome, de seguro tengo las mejillas rojas de lo poco que he llorado.

—Voy a tomar una ducha—exhalo mirando a Alice—. Luego, podemos hablar, aunque no te garantizo atención.

Asiente, aun mirándome como si hubiese más que quisiera decir.

Dejo el espacio de la sala y me encamino al único baño del apartamento. Paso por el lado derecho de Ahm y me tiento a coger el cuchillo para cortar el pan, y clavárselo en la yugular. Dejo la silla de ruedas en una esquina y con sumo cuidado intento ponerme de pie. Cuando lo consigo, avanzo a duras penas hacia el pequeño quicio que separa el pasillo del baño propio. Alzo una pierna levemente y la dejo caer mientras al mismo tiempo subo la otra. Me doy media vuelta y encuentro las miradas de ambos chicos sobre mí, resisto firmemente para no llorar, aunque eso es lo que más deseaba hacer actualmente.

Sería tan fácil llamar a la policía y decirles quién es el asesino de mi hermano. Pero luego pienso en que no tengo ninguna prueba que lo incrimine, que el caso cerró hace más de un año y que con los conocidos que tiene puede volver a escapar del país con tal de librarse de la autoridad. Probablemente dejaría todo y huiría sin dejar rastro. El arrepentimiento se revuelve en algún lugar profundo dentro de mí. ¿Qué debía hacer? Puedo tomar la justicia con mis propias manos, pero ¿de qué serviría eso? Desde que mi vida―o al menos mi vida personal― se vino abajo dos años atrás, juré vivir sin arrepentimiento, y ahora estaba incumpliendo esa regla.

Esta línea de pensamiento me recuerda la conversación que había tenido con Fabio meses atrás. Cuando estábamos hablando sobre el desliz de Jimin con Fátima, justo como esa previa experiencia horrenda, mi vida estaba nuevamente en perspectiva. Me hace medir las decisiones que debo tomar, y colocar bajo un microscopio—lo que estoy haciendo, como paso mis días, ¿soy feliz?—. Después de que mi única alegría dejó de existir, podría haberme fácilmente convertido en una drogadicta o una persona que atente contra su vida constantemente.

En vez de eso, me lancé a mí misma más allá, dispuesta a olvidar e intentar comenzar otra vez. Pero el Universo me odia realmente, y aunque siempre intento hacer el bien, me pone pruebas continuas que me hacen plantearme si verdaderamente estoy haciendo lo correcto. Pero quiero ser mejor que todos ellos, mierda, necesito ser mejor.

El primer chorro de agua caliente corre por mi espalda, cierro los ojos y dejo caer la cabeza en las baldosas. Mis ojos bajan sin remedio a mi abdomen y se topan con la pequeña cicatriz que había dejado la intervención quirúrgica. Dejo escapar un gruñido de frustración cuando mis lágrimas comienzan a salir de nuevo. No intento detenerme, necesito expulsar todo, quiero liberarme completamente de las cadenas que me tienen presa. Estoy llorando por mi bebé, por Adam, por Jimin y Asier, incluso por mí. Me siento tan frustrada, no he cumplido ninguno de los propósitos que me plantee para mi vida. No soy una excelente abogada, no tengo una familia ejemplar, no tengo un amor incondicional, ni siquiera una verdadera amiga.

¿Quién soy?

Después de salirme de la ducha, limpia y con el cabello pulcramente peinado, me visto y me encamino hacia la sala para encontrarme con Alice. Me apoyo en la pared por si siento alguna fatiga. Cuando la veo, cada momento insignificante que compartimos―como cuando me abrió la puerta de la casa de Jimin hace más de cinco meses y nos miramos, o cuando nos conocimos en la cafetería del edificio contiguo a la empresa de Jimin—, puedo sentirlos acercarse. Me detengo frente a ella y veo como me mira, sé que siente pena de mí, pero no me importa.

Slave Of You (Trilogía Slave, Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora