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Era una noche muy oscura y fría en las calles de un barrio de Seongbuk, que a diferencia de un Seúl iluminado y ruidoso, éste ya parecía un desierto. Para ser una zona de clase alta, resultaba ser muy tranquila. Razón por la que parecía ser cotizada. Era el ambiente perfecto para una buena mujer como Tiffany, joven y pelinegra doctora, quien esa misma noche, subía lentamente por una calle empinada; estaba tan cansada de su turno en el hospital que en esos momentos se cuestionaba el por qué tuvo que aceptar la renta económica de su prima.

Se odiaba por amar los lujos.

Lanzó un fuerte suspiro que se pudo escuchar por toda la cuadra. Y aunque estaba acostumbrada a ese silencioso camino, a veces le resultaba un poco aterrador.

Su mente estaba llena de cansancio y pensamientos razonables sobre el cambiarse de barrio, que ignoró por completo el lamento que se escuchaba en unos de los callejones de más arriba. Y fue hasta que una sombra saltó hacia la zona arbolada, que logró regresarla a la realidad.

-Debo estar muriéndome de sueño.- pensó, frotando sus ojos rápidamente.

No tan segura de lo antes visto, siguió caminando, arrastrando con fuerza sus pies para llegar más rápido a su morada. Entonces escuchó unos gemidos que parecían totalmente de dolor. Buscó rápidamente el lugar donde provenían y se acercó con la linterna de su celular. Lo primero que encontró fue a una persona desangrándose, así que se apresuró a auxiliarlo.

Era un hombre joven, de al menos unos treinta años, quien parecía haber regresado de compras, ya que había una bolsa con comestibles regados en toda la escena.- ¡No puede ser!- Gritó, mientras ponía su bata blanca enrollada en la hemorragia que se encontraba en el cuello. Entre su auxilio y la búsqueda de ayuda, llamó a una ambulancia y ésta no tardó mucho en llegar.

Tiffany sabía que su responsabilidad con el paciente no terminaba hasta llegar al hospital. El camino le resultó terriblemente eterno, porque no se acostumbraba aunque fueran muchas las veces que pasaba por una situación parecida. Además, que el cansancio de aquella noche no ayudaba mucho.

Tan pronto como llegaron, los médicos y enfermeras de emergencias atendieron al herido, mientras Tiffany hablaba con la trabajadora social, quien se encargó de buscar la infomación del individuo como de llamar a la policía. Ya que al parecer, fue una herida provocada intencionalmente. 

-Hey, Tiff.- Un doctor, alto y castaño, se acercó a la pelinegra ofreciendo una media sonrisa.

-¿Cuál es su estado, Nichk?

-Crítico, has hecho bien en auxiliarlo. Pero, la herida fue muy grave.

-¿Ha sido un animal? Parecía una mordida.

-No lo creo, Tiff.- Contestó, pensando en cómo decir lo siguiente.- No es el único caso que hemos tenido como éste, parece ser de una persona.

-¿Un asesino?- Preguntó alarmada con lo primero que le vino a la mente, aunque había escuchado eso en diferentes situaciones, nunca estuvo tan cerca de un caso parecido. 

-No lo sabemos, pero parece un patrón con este quinto herido, por eso es que la policía ha traído a todo un cuerpo de investigadores.

-Demonios...- Soltó casi en voz baja, era un caso preocupante y no podía ocultarlo. Pero, en ese momento, parecía temer más porque que había pasado cerca de su casa.

-Seguro querrán hablar contigo. Es mejor que descanses aquí.- El castaño acarició el brazo de la pelinegra en señal de preocupación, aunque hubieran decidido pausar su relación de casi cinco años, aquel muchacho no podía evitar interesarse por ella y más con un accidente de tal magnitud.

El Poder PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora