CAPÍTULO 4 - NATALIA

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Bajo las escaleras del edificio rápidamente, casi me quedo sin aliento y todo por llegar temprano a clase, puesto que tengo un examen. ¡Dios, cómo odio estos días!
Veo a mi hermana y a mi tío, este está mirando su coche dubitativo.
—Natalia, lo siento, pero mi coche se ha estropeado. Ha tenido una fuga —dice—. Te tendrás que ir en Uber o en autobús.
—Eh, no pienso ir en bus. La parada queda lejos y tarda un montón.
—No seas tan quejica. Mira, sé de alguien que te puede llevar. Ya viene de camino, te veo luego —sentencia mi hermana.
Se va rápidamente dejándome con la palabra en la boca cuando estoy a punto de preguntarle que de quién se trata. Que yo sepa, aquí de amistad cercana sólo tiene a ese tío de la cafetería.

Ya llevo esperando cinco minutos, de hecho creo que voy a ir a buscar un taxi. A este paso tardaré menos. De pronto el susodicho aparece. Yo me quedo sorprendida al ver de quien se trata, Álex, el mismo al que ignoré hace unos días.
—Hola —digo un poco avergonzada montando en su coche.
—Hola. Vaya... ¡qué detalle por tu parte! Veo que esta vez si me saludas.
Yo me quedo callada y se crea un silencio entre los dos. Frunce el ceño.
—¿Por qué no me saludaste el otro día?
Yo me ruborizo, no sé qué decirle.
—No sé la verdad, a veces hago cosas sin pensar.
En parte tengo razón en mi respuesta.
—Vaya, no sé porque, pero no te creo ni una palabra.
—Pues me da igual lo que pienses.Yo ya te he dicho la verdad. Mejor dejamos el tema y te concentras en conducir, que tengo mucha prisa. Por favor.
Él hace un gesto de afirmación y no dice nada más.
Menos mal que Álex decide poner música, porque me estaba incomodando la situación.
El ambiente es mucho menos tenso cuando suena una canción de Morat.
—¿Te gustan? —le pregunto.
—No, sólo que a mi novia le encantan y se ha dejado el USB.
—Ah, pues tu novia tiene muy buen gusto.
—Ya, ya lo sé —dice riendo.
—Me refería a gusto musical. Ya hemos llegado, es aquí. Bueno muchas gracias por traerme. Me voy rápido que tengo un examen.
—Suerte entonces.
—Gracias...

[•••]
—¡Nat! ¿Qué tal el examen? —Claudia llega corriendo hacia mí.
—Bien, ¿y tú? —le digo aunque no estoy muy segura ya que la última vez le dije lo mismo y suspendí.
—Genial.
—Ya no sé ni para qué pregunto, está claro que genial como todos.
A veces parece que siempre lo pregunta para quedar por encima, le encanta demostrar que es genial dentro y fuera del aula.
—Bueno voy a llamar a Mich para que me recoja.
—Quizás no puede.
—¿Por? 
—Porque ayer me la encontré en el retiro con un chico moreno muy guapo que no sé quien era. Me pareció oír que quedaban a esta hora. Después me acerqué, pero disimularon, parece que lo suyo aún no es oficial. Aunque supongo que tú como su mejor amiga, ya estarás al tanto.
Que raro que Michelle no me haya dicho nada. ¿Será ese chico guapo, Carlos? De pronto escucho un pitido.
—¡Nataliaaa! ¿Qué esperas para subir? —me dice Álex sacando la cabeza por la ventanilla.
No me imaginé que vendría también a recogerme.
—¡Ya voy! Eh... adiós Claudia, nos vemos mañana.
—Adiós, luego hablamos.
No es muy difícil saber de qué hablaremos, seguro que me hará un interrogatorio sobre mi nuevo chófer.
—¿Cómo se te ha dado el examen?
—Creo que bien. No súper bien, pero lo justo para aprobar, espero. Es que odio física y química. Oye... no sabía que vendrías también a recogerme.
—Ya, hoy tengo el día libre. Además tu hermana me dijo que el viaje era ida y vuelta.
—Bueno pues ya que que estás aquí, te invito a comer.
—Vale, me gusta tu idea.
—Es ahí —digo.
—Vaya, pensaba que me ibas a llevar a un sitio más... no sé, elegante. Más tu estilo.
El lugar es pequeño pero nada más entrar huele demasiado bien. Álex y yo nos sentamos en una mesa del fondo.
—Es que en este lugar se come muy bien, pero si quieres algún día te puedo llevar a un restaurante elegante.
—No gracias, no creo que me guste.  Además cuestan un ojo de la cara y te sirven menos de medio plato.
—Bueno no todos son tan caros, pero si que es verdad que siempre me quedo con hambre, en cambio aquí no. Me pido una hamburguesa con doble de bacon y él un sandwich con patatas.
—Y bueno... ¿qué haces aquí en Madrid? ¿Estás de visita o te has venido a vivir aquí? —le pregunto.
—Vine a ver si aquí encontraba un buen trabajo, pero lo único que conseguí fue trabajar como rider.  No me pagan mucho, pero por lo menos me alcanza para pagarme lo básico. Espero encontrar uno mejor pronto.
—Ah, yo ahora estoy en bachillerato. Pero mientras me gano un poco de dinero gracias a las redes.
—Ya, te sigo en Insta desde hace tiempo.
—Ah pues mándame un DM y te sigo.
—Ok. Te advierto que mi perfil no está tan cuidado, las redes no son lo mío. Aunque tiene que estar bien eso de que te inviten a sitios y eso.
—Les hacemos publicidad, es lo justo. Pero tampoco es que me inviten a todos los restaurantes y sitios guays de Madrid, sabes —le digo riendo.
—En los veranos veo por el pueblo a tu hermana, pero a ti llevo tiempo sin verte por allí.
—Ah bueno, es que prefiero quedarme aquí en verano, si no me aburro.
—¿Te acuerdas cuando nos juntábamos de pequeños?
—Si, un poco, pero no con claridad.
—Oye nos tenemos que ir que tengo turno de tarde.
—Ah vale, espera que pague la cuenta.
—No, no, tranquila la podemos pagar a medias.
—No porque te he dicho que te iba a invitar y yo siempre cumplo mi palabra, además es mi manera de agradecerte —le digo con una sonrisa.
—Vale —él me devuelve la sonrisa.
—A la proxima invitas tú —digo sin pensar.
—Eso quiere decir que habrá próxima.
—No sé, puede.
Álex conduce muy bien, ni muy rápido ni muy lento. Hace que me sienta segura ir con él, cuando voy con mi amiga no me pasa lo mismo ya que a ella a veces le gusta la velocidad.
—Me lo he pasado muy bien la verdad.
—Y yo.
Estoy abriendo la puerta cuando me interrumpe.
—Oye, espera.
—¿Si?
—Déjame tu móvil.
—¿Para?
—Para darte mi número. Es que si te hablo por Insta, con tantos seguidores que tienes y que te hablarán, mi mensaje ni siquiera lo verás.
No le falta razón, entre mis amigos o la gente que quiere serlo por interés, los que me preguntan por mis outfits o los boots, tengo el DM hasta arriba.
—Ah, vale —le digo con cara de tonta.
—Pues ya lo tienes, cuando necesites algo me llamas.
—Ok, te tomo la palabra. Que conste que me lo has dado tú, luego no te quejes si soy una pesada.
—No creo que me escribas.
—¿Por qué?
—Siempre estás ocupada y si te aburres tienes mil opciones de gente a la que hablarle.
—¿Te crees que soy una súper estrella famosa o algo así o qué?
—Quizás sólo te estoy retando a escribirme.
—Pues reto aceptado. Bye.
—Adiós —me dice con una sonrisa.

MIENTRAS HUIMOS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora