CAPÍTULO 21 - SOFÍA (Epílogo)

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DOS MESES DESPUÉS

El verano en el pueblo es todo lo que está bien.
Y claro, nadie se libra de la depresión post vacaciones, aunque esta vez lo tomo como un nuevo comienzo.
Ese que tanto necesito.
Me faltan dos semanas para entrar a la Universidad y quiero aprovechar los últimos días aquí al máximo.

Cierro con cuidado la puerta de la habitación de Cristina para no despertarla. Anoche nos quedamos charlando hasta tarde y después caímos rendidas.
No importa el tiempo que pasemos sin vernos; ella siempre será esa persona en la que confío ciegamente, a la que entiendo con sólo una mirada y por la que cometería mil y una locuras. Mi mejor amiga.

Llego a casa de mis abuelos, que más que eso es un jardín botánico.
Hay plantas por todos lados, no es que exagere. Es que las colocan hasta en el baño y las habitaciones.
Creo que es la casa con más color del pueblo, hay tantas que de la mitad no conozco ni el nombre.
Por eso no me sorprende verlos tan temprano ocupándose de ellas. Es su rutina, después preparan un enorme desayuno con el que no pasaría nada si no pruebas bocado en todo el día.
Me ven y los dos ensanchan su sonrisa.
—Mira Pedro, hoy que viene su novio ha madrugado como nunca-dice mi abuela como si yo no los escuchara.
Es inevitable sonrojarme.
Después de dos meses sin verlo, hoy viene Álvaro a pasar los últimos días de verano.
Cuando le conté todo lo que había escuchado, se enfadó mucho con su madre. Sintió que todo lo que había vivido había sido una mentira.
Por eso se fue a pasar el verano a Francia con su padre.
Al volver a Madrid iremos a la misma Universidad, él se quedará en un piso para estudiantes porque no es capaz de volver con su madre. Aunque hará el esfuerzo de llevar una relación cordial para estar cerca de su hermano. Sí, será un chico y nacerá a finales de año.
Hemos hablado tanto que es como si no nos separaran tantos kilómetros, aunque igual lo he echado de menos.
—La juventud. Tú y yo éramos iguales-le responde mi abuelo.
—SOIS iguales. Seguís mirandoos como dos adolescentes.
Yo subo con una sonrisa en los labios las escaleras y me doy una ducha. Álvaro llegará en menos de una hora y quiero estar puntual en la estación de autobuses para recibirlo.

Cuando se abre la puerta del autobús empieza a salir gente, sin embargo, él no está.
Le mando un mensaje para ver qué pasa, pero no me gusta la respuesta:
—Lo siento Sofia, pero me tengo que quedar unos días más aquí. Nos vemos en Madrid <3
Noooooo, había planeado un montón de cosas. Tenía muchísimas ganas de verlo ¿Y por qué no me ha avisado antes?
En vez de decirle todo eso mis dedos teclean un simple:
—Jooo, nos vemos en Madrid❤
Me doy la vuelta con un sonoro resoplido. Mi cuerpo se estampa contra otro que cae inminente al suelo.
—¡Vaya recibimiento! No sé si ir a tu casa o para el hospital.
Es Álvaro.
Se levanta y veo como la cálida brisa que sopla desordena su cabello, que le ha crecido bastante estos meses. Lleva una de esas camisetas anchas con dibujos japoneses a las que me tiene acostumbrada y tanto me gustan.
Y no sé si soy subjetiva, pero creo que está demasiado guapo.
Él agita su mano delante de mi cara.
—¡Hey, parece que has visto un fantasma! ¿Aparezco otra vez para que tengamos uno de esos reencuentros en las que la chica salta encima de...?
No lo dejo terminar, pues le planto uno de esos besos en los que de fondo podría sonar el estribillo de una canción romántica.
Cuando nuestros labios se separan busco respuestas. Pero él se adelanta.
—Sé que en tu cabeza estás dedicándome una interesante variedad de improperios, pero en mi defensa diré que sólo quería sorprenderte. Admite que así ha sido más emocionante.
—Admito que eres un tramposo aunque estás guapísimo y te echaba mucho de menos.
—Yo sí que te echaba de menos Sofi.
Se sonroja y yo le revuelvo el pelo.
—¿Y qué tal en Francia?
—Oh espera Sofi, que me matan si siguen esperando más.
—¿De qué hablas?
—Salid chicos.
De detrás de la infraestructura que hay en la parada de autobús, aparecen mi hermana y su novio, Álex.
Y al unísono gritan: ¡Sorpresa!
Creía que iban a quedarse en Valencia hasta finales de agosto en la casa de los tíos de Carlos, con él y Michelle.
Han pasado todo el verano juntos haciendo planes. Y cómo Álex no dejaba de aparecer en el contenido de mi hermana, ya tienen hasta un perfil de fans en Instagram. El shippeo del momento, vamos.
Parece que van en serio y se acabó eso de esconder lo que sienten y fingir que sólo son amigos. Ahora cualquier momento es bueno para demostrar sus sentimientos.
¡Qué empalagosos!
Pero me alegro de que estén así y que nuestra relación siga siendo la de siempre. Cuando ella se enteró que le oculté las cartas y la visita a mi padre, no me habló en días.
Y gracias a la intervención de Álex, pudimos hacer las paces.
Hicimos un pacto, no volvernos a ocultar nada y menos las cosas tan importantes. Hasta ahora no nos ha ido mal.
—Oh me la habéis liado bien, venid aquí.
Les doy un fuerte abrazo a los dos.
No me creo que por fin mi hermana haya venido al pueblo.
—¿Cómo habéis llegado?
—En el autobús anterior, llevamos una hora escondidos. ¡Estoy molida!
¿Vamos con los abuelos?
—Vamos.

[•••]
Después de que todos hayan descansado, llamo a Cristina para que se una. Cojemos las bicis y nos encaminamos hacia un merendero que hay junto al río.
—¿Espectacular, eh?-le pregunto a Álvaro después de que fotografiara las vistas.
—¿Quién, tú o el sitio? -susurra acercándose-. Porque sabes hacerle muy bien la competencia.
Y la última foto me la hace a mí.
Nos quitamos la ropa para quedarnos en nuestros trajes de baño y metemos los pies en el agua.
Está congelada, así que la única manera de que nos metamos es...
Empiezo a chapotear y a mojar a todos, en cuanto reaccionan van a por mí.
No tengo escapatoria.
Al final todos acabamos nadando un buen rato y cuando las chicas intentamos salir del agua, Álex y Álvaro nos vuelven a arrastrar.

Cuando nuestros estómagos ya rugen por el hambre, nos acercamos a una de las mesas de madera del merendero. Está rodeado de chopos, gracias a ellos tenemos sombra.
Cristina extiende un enorme mantel de cuadros lilas y blancos, al estilo picnic. Ella se ha encargado de la comida. ¡Oh, espera! ¿En qué momento me pareció bien que se ofreciera? Porque no he comido nada que haya preparado que no se haya quemado.
—No pongas esa cara Sofía, que esta vez me ha ayudado mi madre.
Hago reír a todos cuando expulso el aire de manera dramática.
Después de la comida, Álvaro y yo nos escabullimos para dar un paseo los dos solos.
—¿Te lo estás pasando bien? -le digo mientras agarro su mano.
—Si, mucho. Creo que van a ser unos días inolvidables, ojalá los podamos volver a repetir.
—Si es contigo, todo es inolvidable.
—¡Qué romántica! ¿Qué has hecho con mi novia?
Mi novia, qué bien suena eso en sus labios.
—De eso tiene la culpa el tío del pelo alborotado y el scooter del que me enamoré.
—¿Del tío o del scooter?
—Del tío, tonto.
—Pues ese tipo tiene mucha suerte.
—¡Chicos, venid! Que falta la foto todos juntos -esa sin duda es mi hermana.
—¿De cuántos gigas tiene la tarjeta tu hermana?
Es normal que se lo pregunte, alguna vez su móvil estallará de tanta foto. También nos ha tenido esperando hasta que sus fotos a la comida salieran perfectas.
Nat coloca el teléfono en la mesa y clica en el temporizador.
Nosotros, detrás el río.
Agarro fuerte a estos locos que tanto quiero.
Y sonreímos. Yo sonrío. Sonrío como hace mucho que no lo hacía.
Sin cargas del pasado, sólo cargada de muchas ilusiones para ese futuro que me necesita.
FIN

MIENTRAS HUIMOS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora