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Desde el inicio de su aventura por tierras californianas, habían transcurrido dos meses.
Dentro de éstos, Terry se vio en la necesidad de adaptarse al modo de vida de Candy, a la cual, con cada segundo que se pasaba a su lado, se quería más, dándose así la seguridad de que en efecto, ella era la mujer ideal para él.
Sin embargo, otra fémina, no menos importante, empezaba a quitarle el sueño de los últimos días.
Entre visitas a la reserva, atendiendo el almacén y momentos en familia y a solas con la rubia Coral, en una madre era imposible no dejar de pensar ni en el problema que hubiera ocasionado con su padre.
Éste, que ya se encontraba en la ciudad neoyorkina, efectivamente a la bella actriz demandaba saber la ubicación de su hijo.
Aferrada en no hablar, el Duque de Granchester de Eleanor Baker obtenía nada, pero sí serias amenazas que con cada día que pasaba pesaban más.
Esta situación, Terry podía percibirla; y aunque su palabra la tenía empeñada con Candy...
— ¿Sucede algo? — ella le preguntó al verlo de pie junto al ventanal de su habitación.
Vestido de cowboy, Terry se giró mirando en la rubia un gesto extrañado; y es que según él, luego de haber llegado de la reserva, se hubo disculpado y retirado a su habitación para asearse.
El no estarlo, alarmó a Candy, que en sus manos, llevaba una charola con los debidos alimentos para ambos.
— No — dijo él tratando de ser convincente. Empero, su semblante delataba lo contrario.
— Lo que fuera me gustaría saberlo — aseveró ella yendo a dejar lo que sostenía en una mesita de centro.
— ¿Por qué piensas que sucede algo?
Terry fue a su encuentro; y sonriendo, agarró un trozo de zanahoria. Y conforme lo masticaba, oía:
— Además de no estar presentable... te he notado pensativo y ciertamente hasta distraído. ¿Es que no eres feliz estando aquí?
— ¡Qué tontería! Por supuesto que lo soy.
— Entonces, dime ¿qué sucede?
— Tienes razón.
Terry la tomó de la mano; y juntos caminaron hacia el sofá que se hallaba en la habitación.
El corazón de Candy latía a señal de alarma; sin embargo, su rostro mostró plena serenidad a lo que sus oídos estaban a punto de escuchar:
— He pensado en mi madre.
— Y haces bien.
— También quisiera verla.
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EPÍLOGO: UNA CHICA QUE VALE ORO
FanficCon la decisión de quedarse a su lado, él vivió con su amor por un tiempo. Y así hubiese seguido por otro amor: su madre. * * * * * * * * * * * * * * * * Historia primera vez escrita el 1 de Mayo de 2011. Historia compartida para mi audiencia del F...