Miro al cielo y digo, que espectacular es acampar en las montañas. Pensar en que cada estrella alberga un mundo diferente y tan maravilloso como el nuestro me llena de un sentimiento que no puedo explicar. No lo sé, pienso en curiosidad e impotencia por no poder alcanzar esos mundos.
Quiero alcanzar las estrellas ¿Cómo lo hago? ¡Es imposible! Nuestras naves apenas necesitan dos semanas para ir a la Luna y dos años a Marte. Es mucho tiempo y muchos recursos gastados, peor aun contaminan.
Aún así es emocionante ver cómo nuestra civilización ya es capaz de alcanzar otros mundos. Observen, estamos en una segunda carrera espacial ¿Cómo es posible que seres tan débiles y pequeños sean capaces de crear algo tan enorme? Miren las hormigas y termitas, no es descabellado.
Se habla de laceres que impulsan pequeñas "velas" en el espacio a 20% de la velocidad de la luz, también de energía de fusión incluso agujeros de gusano.
¿Pero que tipo de nave necesito? Una nave de la imaginación. Con ella podré viajar en un santiamén a cualquier mundo que yo quiera, solo basta con que cierre mis ojos y ahí estaré.
—¿Que haces prima?
—Estoy en mi nave —responde con simpleza.
—¿En tú nave? —alza una ceja pues no lo entiende —¿De que hablas? ¿Te refieres a tu bolsa de dormir?
—No niño, mi nave es la imaginación
—Creo que el atún que te comiste estaba echado a perder... —hace una mueca.
—Debes cerrar tus ojos para poder verla —el infante cierra los ojos —¿La ves?
—Mmm... No, no veo nada
—Debes usar tu imaginación, es enorme, con una esfera rodeada de una estructura en forma de una lágrima, su color es oscuro como este cielo, viaja a todos lados.
—¡La veo! ¡Es increíble! —el niño sonríe, se tambalea y cae sobre su trasero —Ouch!
—¡Vaya senton! —la chica se burla y ríe de su escéptico primo.
Se hizo más noche, el sueño era incontenible, mis ojos se cerraron y finalmente me quedé dormida soñando con las estrellas.
