Capítulo 1: El príncipe está en peligro

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El joven príncipe se encontraba abrumado en el palacio real. Se sentía sofocado y encerrado dentro del castillo, algo así como sus hermanas. Necesitaba respirar aire distinto al de su familia.

Bajó del carruaje e inhaló para exhalar, reconfortándose con el aire del pueblo. Su sonrisa era enorme, puesto que el pueblo tenía multitud de gente y eso le agradaba. Se sentía parte de ellos y no diferente, como solía ser.

Estaba disfrazado, iba de incógnito. La razón era evitar el acercamiento de personas que solo lo buscaban por su posición, lo cual lo hacía sufrir. Por ello, se vistió con unas calzas-largas, una túnica y un sombrero de tela como un campesino. Esto lo hacía para ser tratado como un ciudadano y no como príncipe.

Miraba los productos que ofrecían los comerciantes con mucha sorpresa, notando que todo lo que comían en el palacio, lo vendían allí. Se acercó a un puesto donde un hombre vendía perfumes con olor a frutos rojos. La fragancia era pegajosa y fresca. Su nariz no paraba de olfatear aquel perfume tan exquisito. Lo compraría.

Para su suerte, era barato y parecía bueno. Sacó su cartera del bolsillo de la túnica y retiró de la misma el monto que iba a pagar. Estaba por pedir un frasco de la “fragancia embellecedora”, pero fue frustrado al ser sorprendido.

El frío suelo lo recibió con fuerza, llenándolo de tierra en todo el cuerpo y en los ojos, impidiéndole ver el rostro de su atacante.

—¡Un ladrón! —oyó decir a una comerciante desesperada, la cual tomó sus productos y corrió a resguardarse, al igual que muchos de los presentes.

Cuando logró abrir los ojos, se puso de pie mientras sacudía sus ropajes y cabello, deteniéndose al pensar dónde estaba su túnica con su cartera.

Recogió con rapidez su sombrero y se cubrió nuevamente. Aún así, ya no servía de nada. Ya le habían visto el rostro y las personas lo reconocían.

—¡Es el joven príncipe! —escuchó de diferentes voces a lo lejos, ignorando todas.

Paseó su vista, percatándose que a su izquierda dos hombres peleaban a mano limpia con mucha rudeza. No temió al acercarse, sorprendiéndose al ver que conocía a uno de los hombres.

—Regrésale sus pertenencias. ¡Bribón! —un certero puñetazo cayó en la nariz del receptor de las palabras, volteándole el rostro ya ensangrentado.

Estaba atónito. Conocía a esa persona que emitía furia en su ser. Parecía una fiera.

El ladrón perdió la conciencia poco tiempo después, así siendo detenido por las autoridades del buen orden de la sociedad civil.

Le dieron de vuelta sus pertenencias, incluyendo un arma blanca de hoja corta pero gruesa. Tragó saliva y observó al hombre que pertenecía a las autoridades con sumo temor.

—E-esto no es mío… —alegó, regresando el objeto.

—Discúlpeme, joven príncipe. Pensé que era para su defensa propia. Lo lamento. —el hombre lo miró apenado, pero él comprendía.

—No se preocupe. —hizo una reverencia de noventa grados, la cual le fue devuelta al instante.

Volteó y suspiró, observando con tristeza el lugar donde estaba el puesto de los perfumes. Estaba afligido, no sabía cuándo volvería a poder salir y oler esa fantástica fragancia de nuevo.

—¡Príncipe BaekHyun! —fue nombrado.

Levantó la vista, notando que era el conocido que ya estuvo peleando por él poco tiempo antes, salvándolo.

—¿Te encuentras bien? —el joven que preguntó lo tomó del rostro, acariciando sus heridas con las yemas de sus dedos—. Tienes dos rasguños, el rey me matará.

Lazos permanentes [ChanBaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora