NAVIDAD EN LAS MONTAÑAS

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De: Ignacio M Altamirano

¿Con quién ha venido a dar un militar de los años 1800 de la guerra de Reforma en México un día de Navidad en su pueblo de la infancia en las montañas?

Las personas suelen esperar en la noche de navidad o año nuevo que familiares o amigos que se han alejado por mucho tiempo regresen en esas fechas especiales, otras van en busca de sus mejores recuerdos a la casa de su infancia, a los caminos bañados de aventuras, de dolor o amores ganados y perdidos. En esta historia un capitán que lucha por su país para que la justicia logre el bienestar y la unión de su patria mexicana, se ha montado en su caballo y tomado el camino a las montañas hacia el pueblo que lo vio nacer.

La ruda vida militar le ha amargado el corazón, la corrupción de los poderes políticos y sociales le han hecho olvidar la belleza de sus tierras, de la naturaleza en sus largos caminos intactos por las balas, también había olvidado la sencilla y feliz vida de la gente de campo entregada a rutinas de un progreso bueno, alejado de las populosas ciudades centradas en un comercio deshumanizado y competencia de ganancias individualistas.

Acompañado de su criado va saboreando los caminos a galope de recuerdos mientras se acerca a su pueblo en las montañas, luego de muchos años alejado de su lugar de origen, no sabe quién le espera o si aún vivan familiares que le reconozcan, por buena suerte su criado ha visto pasar a un jinete discreto sobre flaco corcel al cual dio alcance para encontrar en él el alquiler de una hacienda que procure alivio al capitán y su acompañante luego de cansados días de viaje.

El criado advierte al capitán que el hombre es un cura y les ha ofrecido posada gratuita e invitado a su mesa para compartir el convite de Noche Buena, el militar levanta el velo de sus prejuicios al saber que el anfitrión es un párroco, pero en cuanto entra en diálogo con el carismático religioso, pero sobre todo con la narración de su obra transformadora entre los aldeanos de las montañas, su suspicacia se convierte en conmoción y admiración.

El cura cuenta que luego de una vida de juventud entregada a los votos religiosos por amor al estudio principalmente, aún no había encontrado la razón que justificara su vocación, entonces solicitó su traslado a un lugar donde pudiera ejercer su labor de misionero, y fue entre esas alejadas montañas que encontró el sentido de su vida que era servir a una comunidad entregada a una existencia virtuosa pero sin la ciencia suficiente para salir de la pobreza.

El capitán baja la guardia ante el párroco de genuina vocación, y confiesa que su lucha ha sido contra esos curas mercenarios, contra esa iglesia apoderada de la ganancia que da la ignorancia idólatra de los pobres, es entonces que ofrece su respeto al misionero, quien en tres años ha logrado una Nueva Atlántida, una sociedad renovada en el progreso de la ciencia agrícola, de ganadería, tecnológica al sustituir el proceso artesanal de la masa por una máquina que libere a las mujeres del metate y su deterioro de salud.

El paraíso de que puede ser testigo el capitán lo deja conmovido, y aún le falta por compartir la fiesta de tradiciones con que se entregan a la felicidad discreta y asociada de la comunidad de ese pueblo en las montañas en la Navidad. Complacido y satisfecho por la deliciosa cena, cocinada con los mejores productos que pueden dar los huertos y viñedos inspirados por el cura, el militar es invitado al recreativo espectáculo de los villancicos en la plaza del pueblo.

Y aún antes de que llegue el amanecer del día de Navidad en las montañas, una tormentosa historia de amor queda por contarse entre Pablo y Carmen...pero ese el final que he prometido no contar para que el intrigado lector vaya a la lectura de la novela aquí contada o lo invente si ese es su gusto.

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