Capítulo 1

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     El viento frío y las primeras nevadas de finales de noviembre pusieron fin al otoño antes de lo previsto.

      El invierno anticipado había sido presagiado hacía meses por los habitantes más ancianos de Villaespiga, aunque a decir verdad, los veranos tampoco eran demasiado calurosos pues el pueblo estaba situado en la zona umbría de la montaña.

     Adrián recorría inquieto el pasillo de su casa, sus continuos paseos de una esquina a otra del pasillo hacían crujir los viejos tablones del suelo que sonaban de una manera casi melódica. Respiraba profundamente pero no conseguía que su acelerado corazón recuperase el número de latidos que solía acompañarle en situación de reposo, incluso hubiese jurado que dado el color blanquecino de su cara y la languidez de su cuerpo faltaría poco para que un infarto pusiera fin a su vida y sonaran en su cuerpo la última sístole y diástole.

      Se sentó en el sofá, abrió el tercer cajón del armario que amueblaba el salón y rebuscó hasta encontrar una cajetilla de tabaco, ese que había abandonado hacía ya tres años pero del que nunca quiso desprenderse del todo, por si acaso...

    Por si acaso tampoco se había deshecho de la foto de carnet de su expareja que seguía guardando en un rincón de su cartera, como si fuese a volver tras siete años.

    Pero en esta ocasión el por si acaso llegó en forma de sobre rectangular, sin remitente ni dato alguno con el que poder identificarle.

       Encendió el cigarro y dio una calada que hizo que tosiera bruscamente, doblándose hacia delante sobre su propio cuerpo, pero solo tardó un par de caladas más hasta que sus pulmones se acostumbraron a recibir de nuevo esa mezcla de nicotina, plomo, arsénico, amoniaco, benceno y ácido cianhídrico.

      Sus respiraciones profundas hacían que el aire expulsado por la nariz llegara al cigarro, lo que aceleraba su proceso de combustión, al mismo tiempo que hacía caer la ceniza al suelo que se había convertido en un improvisado cenicero.

      Extrajo nuevamente la carta y la releyó.

      Le estaban amenazando de muerte, y solo le daban tres días de plazo, no era una amenaza condicionada a, era una amenaza, a secas, con fecha de vencimiento, en tres días sería asesinado.

       Su cabeza carburaba a toda velocidad en ese momento, nunca había tenido enemigos, nunca había hecho daño a nadie, al menos voluntariamente, pues la única persona que podía vengarse de él llevaba cuarenta y cuatro años bajo tierra, los mismos que tenía él. Su nacimiento no fue todo lo feliz que debía haber sido para sus padres, pues durante nueve meses organizaron y planificaron una vida para cuatro personas.

      - Vienen gemelos – les anunció la ginecóloga en un tono prudente, pues había presenciado demasiadas reacciones a esa noticia a lo largo de su carrera, desde alegría por la llegada de un miembro más a la familia hasta preocupación por las dificultades económicas que podría acarrear el alimentar y mantener a una boca inesperada.

        Sus padres fueron del primer grupo, compraron dos cunas, un carrito gemelar, ropa para dos...todo parecía seguir su curso hasta que el día del parto su hermano gemelo, el pequeño Martín muriese ahorcado con el cordón umbilical de Adrián. 

 Quitando eso, no era consciente de haber causado mal a nadie, al menos que él supiera.

Café solo largoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora