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╔═══════ ≪ • KILIG • ≫ ═══════╗

A pesar de ser casi verano, Tzuyu nunca había sentido tanto frío como esa noche, cuando abrió la puerta de su casa y la encontró a oscuras.

Sintió su respiración cortándose cuando entró y sus zapatos pisaron cerámica rota junto a flores destrozadas. Los jarrones estaban rotos.

Su estómago se tornó más pesado aun cuando subió las escaleras, siguiendo el rastro de feromonas que había en el aire, su cuerpo temblando en anticipación en el momento en que se detuvo fuera de la habitación matrimonial.

Recordó a su madre frente a ella, sonriéndole mientras le decía que Taehyung esperaba un hijo suyo y decía que había descubierto toda la verdad de Yuri. Y ahora Sana debía saberlo todo, y tenía claro que eso jamás la omega se lo perdonaría. Pero Tzuyu quería rogar por ese perdón aunque no lo mereciera.

Entró al cuarto, viendo inmediatamente a Sana de rodillas ante el armario, una maleta a medio hacer a su lado.

Un raspón doloroso se asentó en su garganta.

— Sanashine —susurró.

La omega se detuvo, bajando sus hombros, pero sin voltearse.

Tzuyu se dio cuenta de que estaba llorando.

Dio dos pasos con la intención de ir a consolarla, sin embargo, antes de poder hacerlo, Sana habló:

— No te me acerques.

Obedeció, su corazón rompiéndose ante la petición.

Sana puso unas cosas más en la maleta antes de cerrarla, y luego se volteó, su rostro destrozado, sus ojos rojos e hinchados, sus labios temblando.

Sin embargo, Tzuyu nunca la había encontrado más hermosa y lejana que esa noche.

— ¿Dónde está Yuri? —preguntó Sana poniéndose de pie.

Tzuyu humedeció sus labios.

— Está con Jeongyeon, en casa de Chaeyoung—respondió.

Sana asintió.

Luego, comenzó a caminar hacia la puerta, dispuesta a irse de allí y nunca volver.

Ante ese pensamiento que llegó a su mente, Tzuyu la tomó del brazo, deteniéndola.

— Perdóname —susurró desesperada—, Sana, mi amor, por favor, perdóname—

— De todos los omegas en este mundo —sollozó Sana—, ¿por qué con mi hermano, Tzuyu? —su expresión se quebró—. Me mentiste a los ojos. Me dijiste que sólo fueron unos besos, que no lo conocías...

Su alfa gimoteó en respuesta, desesperado, queriendo sostener a su derrotada y apenada omega en sus brazos, protegerla de todo el daño y decirle que todo iba a estar bien aunque fuera sólo una vil mentira.

Hizo el amago de abrazarla, pero Sana no se quedó quieto: la empujó bruscamente, su rostro todavía lloroso, pero sus ojos con una rabia que no había visto allí antes.

𝐊𝐈𝐋𝐈𝐆  |「𝐒𝐀𝐓𝐙𝐔」 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora