Humano

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El sudor ya comenzaba a enfriarse en la espalda de Chūya. Habían terminado un rato atrás, pero el pelirrojo aún estaba sentado sobre las piernas ajenas, descansando la cabeza sobre su hombro. Estaba completamente desnudo, aunque aún conservaba su choker. Dazai, por su parte, solo se había quedado con la camisa.

—Verás mañana cuando llegue a la agencia... —empezó a quejarse el castaño, rompiendo el silencio.— Podré justificar los moratones, pero no sé cómo explicar que me duela sentarme. Te has pasado, ¿eh?

—Pff, qué dices, casi me lo pides a gritos —respondió.— Te puedo recomendar alguna crema para quitarte el dolor... Aunque no me puedes decir que no te has vengado después.

—¿Vengarme? Si ni siquiera me has dejado llevar el ritmo... —pasó sus dedos entre algunos mechones de cabello anaranjado que se habían salido de la coleta despedida de tanto movimiento.

—¿Te has olvidado de lo que me dijiste cuando te tenía contra la puerta?

Dazai arrugó la nariz al recordar lo que había salido de su boca un rato atrás. Lo había dicho sin filtro alguno, cosa que nunca le pasaba, por lo que ahora le avergonzaba rememorarlo.

—... Lo recuerdo bien.

El más bajo sonrió de forma burlona y besó su cuello, aprovechando la cercanía que seguían manteniendo. Sentía un gustoso cosquilleo en el vientre cada vez que se le venía a la mente el momento en el que Dazai se había llamado «su perro» a sí mismo mientras era golpeado.

—Los perros obedecen sin quejarse, Dazai.

—Tampoco tengo muchas quejas...

El castaño sonrió tras decir eso. A pesar de que había sido una experiencia relativamente nueva para él en cierto sentido, lo había disfrutado.

Quitó de su espalda uno de los brazos pecosos que le rodeaban para poder tomarle de la mano. Le acarició la punta de los dedos, sin apartar sus ojos café de los azulados iris de Chūya.

—¿Qué me miras tanto? —preguntó, pues el pelirrojo parecía aún más embobado que él.

—Reconozco que eres muy guapo... —dijo en un murmullo.— Es normal que ligues tanto.

—Ya, pero...

—¿Hay un pero?

Dazai rompió el contacto visual, repentinamente nervioso por una razón que el más bajo no comprendía. Siempre lo había escuchado fardar de la atención femenina que recibía.

—Estábamos siendo sinceros el uno con el otro, ¿no? —mencionó el de ojos oscuros, volviendo a mirar al otro.

—Eh, sí...

—¿Si te digo la verdad saldrás corriendo?

—Dazai, si no me he ido aún, es porque puedo soportarte a ti y a lo que sea que me vayas a decir —aseguró.

La confusión que sentía Chūya creció aún más cuando vio que su antiguo compañero tragaba saliva. Esos nervios no eran normales.

—Eres la única persona con la que me he sentido totalmente cómodo... así.

—... ¿Lo dices en serio? —cuestionó el más bajo en un murmullo.

—Si hubiésemos estado en un lugar más privado, incluso hubiera dejado que me quitaras las vendas —aquello lo dijo en un susurro, pues era una especie de secreto. Para él, al menos.

Los ojos azules de Chūya se abrieron como platos al escuchar eso. Si estaba siendo sincero, las cosas cambiaban mucho. Sabía lo reservado que era el castaño con mostrar su piel y, por eso, se le pasó por la cabeza una posibilidad que quería, no, necesitaba descartar para poder estar tranquilo.

The Night We Really Met (Soukoku) - FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora