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Lilián no podía creer que estuviera haciendo esto.
Aun débil por el fuerte beso, estaba ahí, de pie, completamente desnuda delante de un hermoso y sexy Michele Morrone, vistiendo sólo las increíblemente altas zapatillas color albaricoque, con dos pequeñas bolas dándole vueltas en la vagina que enviaban chispas de increíble calor a través de su cuerpo con cada paso que daba.
Y los ojos de Michele devoraban cada centímetro de su cuerpo.
- Um, ¿qué tal un poco más de vino?
Dios, necesitaba algo si iba a pasar un rato con esas bolas en su interior. Sentía como más jugos goteaban de su coño y se deslizaban por sus muslos.
Michele alcanzó la bolsa de color rosa de Los Placeres de Diana, se acercó a ella, luego mordió ligeramente cada uno de los pezones de Lilián.
- ¿Qué te parece si nos trasladamos al dormitorio, para estar más cómodos, y nos llevamos el vino allí?
- B-bien.
Sus ojos marrones estaban enfocados en ella.
- ¿Dudas, Lilián? Porque una vez lleguemos a la habitación, el tren sale. Si has cambiado de opinión lo entenderé, pero dímelo ahora.
Lilián respiró hondo y exhaló.
- No. No voy a cambiar de opinión en absoluto. El dormitorio esta por ahí.