DOS

2.3K 188 76
                                    

La mañana para Once-ler había empezado, había hecho desayuno suficiente para compartir con los niños y el señor Lorax. La florería no era tan lejos, pero aún así se dió prisa lo que menos le gustaba era llegar tarde aunque conociera al dueño.

Al cruzar la puerta la pequeña campana sonó, los primeros en recibirlo fueron los pequeños niños quienes dejaron unos jarrones en la mesa de ahí y corrieron para abrazarlo.

—Oncie llegaste!—Hablo la niña pelirroja sin separarse. Él les sonrió por su parte, correspondiendo el saludo antes de darles los pancakes que había hecho esa mañana. Ellos amaban los dulces que solía hacer el mayor.

—Jamás me cansaré de tus pancakes Oncie—Dijo está vez el niño saboreando el dulce a lo que la niña asentía.

—Me alegra que les gusten, por cierto, ¿Donde está el señor Lorax?

—En su oficina, alguien lo llamo y dijo que sería algo largo y por eso nos pidió que arreglemos un poco—Decía la pequeña niña.

Analizo la situación, seguro otra vez era el banco. fué cuando los dejo sentados en una de las mesas, antes de ir comprobar. Desde el otro lado no se escuchaba mucho apenas unos mumuros, pero algo que si pudo oír claramente fue "No involucren a los niños" ¿Que quería decir con eso? ¿Ahora querían presionarlo metiendo a esos pequeños de por medio?. Estaba hundiéndose en sus preguntas que no supo a qué hora la puerta se abrió y salió el hombre con bigote.

—¿Muchacho? ¿Qué haces ahí?—Pregunto tranquilamente

—Señor Lorax..¿A qué se refería con no involucrar a los niños? Acaso...

—Vamos muchacho, te preocupas demasiado—Le palmeó su hombro—Ya sabes como son de intensos esas personas, pero no te preocupes lo tengo bajo control—Sonrió para mejorar el ambiente.

—Señor..

—Vamos chico aprecio tu intención, pero me preocupas, ¿sabes?

—¿Por qué lo dice?

—Bueno, aquellos que se preocupan por el resto que por si mismo, terminan perdiendo algo, meditalo un poco si? Aún eres jóven, piensa un poco más en tí.

Algo decía que sus palabras sólo trataban de consolarlo, aún así sabía cómo era aquel hombre, no le diría nada por más que le suplicara. Optó por creerle aquellas palabras y correspondió a ese gesto.
Ese día su hora laboral había acabado, aunque quería quedarse pero su jefe y vecino no se lo permitió, así que no tuvo de otra.
Se colocó su bufanda antes de irse, pero sintió un tirón de su camisa. Era cierto niño castaño que lo miraba con una sonrisa.

—Oncie, no olvides que esta noche prometiste enseñarme a tocar la guitarra—lo miraba entusiasmado a lo que él solo sonrió y asintió.

—Y que harías pancakes—Terminó la niña acercándose a ellos

—Exacto y ahí estaré, les prepararé todos los pancakes que quieran—Se había hincado para estar a sus alturas, por alguna razón hubo un abrazo extraño cargado de sentimientos. Tal vez escuchar esa llamada le hizo mal. Sacó esa idea y terminó despeinando a ambos niños como despedida y salió.
Como siempre lo que quedaba de tarde iba a buscar otro trabajo, sin mucho éxito aparente, dejó unas cuantas carpetas en distintos lugares para intentar tener un empleo que los ayude, finalmente sólo pasaba por el parque a ganar unas cuantas monedas tocando su guitarra.

  De poco a poco unas cuantas personas que pasaban empezaron aglomerarse ante el muchacho tocando una de sus músicas hechas por él. No fué como ayer pero, no sintió mal ese momento, al menos las personas parecían disfrutar de lo que él amaba.
Uno, dos y así continuamente se encendían los faroles. Estaba guardando su guitarra, debía apresurarse si quería llegar con los niños esa noche, pero sintió un tacto en su hombro volteando enseguida.

—Tocas muy bien para ser joven—Frente a él estaba una señora mayor sonriéndole, su cabello era algo rizado llevando consigo un bastón, mientras en la otra mano tenía abrazando dos vasos de chocolate express.

—Que amable, muchas gracias—Le devolvió la sonrisa, ajustando el estuche en su espalda dispuesto a irse.

—Muchacho, ¿podrías acompañarme a tomar una de estas?—Señalando ambas bebidas que llevaba

—Lo siento, pero tengo prisa..—Trató de disculparse

—No tomará mucho tiempo, hoy es mi cumpleaños y no tengo con quien compartirlos—Lo pensó un poco, pero suspiró y optó por quedarse haciéndole compañía a aquella señora. Después de todo a nadie le gustaría pasar solo en su día, ¿verdad?

—Eres muy amable chico—Dandole uno de los chocolates—Tus padres deben estar orgullosos de ti—Le sonrió, siendo correspondida por unos segundos. Aunque sólo con recordar a su familia sus ánimos se habían caído por los suelos.

—Gracias..—Aceptando el vaso—No lo sé, yo vivo sólo aquí en la ciudad. Bueno, en realidad no tan sólo—Tenía la vista fija en aquel vaso tibio—Tengo al señor Lorax y...sus hijos, son como mis hermanos—Terminó bebiendo aquel líquido, aún seguía caliente y siendo sincero con el ambiente gélido si placía uno.

Habían estado conversando por unos quince minutos, la señora le contaba anécdotas de su juventud. Le gustaba escucharla atento, pero le extrañaba un poco el sueño repentino que le estaba dando, seguro no había dormido bien. Eso pensó. Recordó que sí quería llegar a tomar uno de sus últimos bus debía apresurarse. Pero debía despedirse de aquella amable anciana. Después de todo fue agradable hablar con alguien más.

—Espero tenga un buen cumpleaños, pero..—Sintió una pulzada en su cabeza—debo irme...—Tomó algo débil su guitarra que yacía en el piso. Se levantó sintiendo pesado el cuerpo. Algo estaba mal. Y fue ahí que pudo sentír como el dolor empeoró, mirando que todo a su alrededor parecía moverse y se empezaba a nublar.

—¿Muchacho?—Fué lo único que escuchó antes de que todo en sí se volviera oscuro por completo.

La señora lo llamaba, pero el chico no respondía. Si, sin duda alguna estaba inconsciente. Fué ahí que cambió su semblante de preocupada a uno serio. Sacó el celular y marcó siendo respondida al instante.

—Sí, ya está hecho—Decía mirando al chico dormido a su lado—Fué demasiado fácil, pero ya no me vuelvas a pedir este tipo de "favores", ya estoy vieja para estas cosas.—Terminó la llamada y en menos de quince minutos un auto se estacionó cerca de ellos. Dos hombres salieron y como si nada llevaron al chico dentro del auto. Lo amarraron y vendaron sus ojos, ya que se estaba quejando un poco.

No tenía fuerzas, estaba asustado y quería pedir ayuda pero de su boca no salía nada. Ahora ¿qué mal había hecho? Sólo trato de ser amable con alguien y así terminó. Frustración e impotencia sintió en ese momento, sus ojos eran los únicos que podían mostrar el terror que estaba viviendo, soltando unas cuantas lágrimas antes de volver a dormirse.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 18, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Jaula de Oro ||Oncest||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora