Capítulo 1- Vladimir

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Paredes blancas, luces extremadamente frías provenientes de todos los rincones y una vista nublada y borrosa acaparaban mi campo visual.

-¡Vaya, estás despierto!- una voz desconocida se acercaba hacia mi haciendose más grande para mis oídos.

-Disculpa, ¿Quién eres?- me acomodé en la cama en la que me encontraba y traté de abrir bien los ojos para enfocarlos hacia tal persona. No sabía dónde me encontraba ni recordaba nada de lo que pudiera haber sucedido antes de llegar ahí.

-Lumis, llámeme Lumis señor- tras verle bien el rostro, pude observar a un señor canoso que transmitía paz, de unos sesenta años bien sonriente y feliz.

-¿Qué hago aquí?- mi cabeza giraba mirando a mis alrededores, todo era tal como lo veía al despertar: paredes blancas y luces frías, que ahora veía que entraban por una ventana que ocupaba una pared entera con sus enormes y brillantes cuatro cristales divididos por finas líneas grises, definitivamente no había ni una gota de colores oscuros en todo el lugar.

-Te sentirás confundido, a todos les pasa al despertar. - comenzó a caminar hacia la ventana y cerró las cortinas, provocando una mejora en mi vista ya que entraba demasiada luz - Bien, pues cuando te sientas mejor ponte esto- cogió de una silla una camisa abotonada blanca con pantalones grises y me lo mostró, junto a una bufanda aterciopelada de color gris- normalmente al tomarte la pastilla de la mesilla- la señaló y me giré para ver una pastilla azul junto a un vaso con agua- te sientes mejor. Tómatela.

Tras salir el individuo de la habitación, me dispuse a tomarme la dichosa pastilla y me dirigí a la silla para ponerme esas prendas. Me quedaban realmente bien cuando me miré reflejado en el espejo.

-¡Robinson!- una mujer con ropa apretada que aparentemente le quedaba pequeña, me gritó desde una silla al verme salir de la habitación, parecía que estaba en una oficina- Has salido rápido, me alegro de que hayas salido tan rápido. Ya tienes una chica asignada- mientras caminaba hacia mi, una sonrisa forzada inundó su cara. Estampó contra mi pecho una hoja de papel, la cogí y mientras comencé a leer la mujer salió disparada hacia otra mesa, es decir, otra oficina. El lugar en el que me encontraba era un salón que parecía infinito, lleno de mesas y sillas, cada una debía ser la oficina de alguien. Sin embargo, aún nadie me explicaba que estaba ocurriendo. ¿Me llamaba Robinson? Ni siquiera sabía mi propio nombre.

"Nombre: Alicia Bernart

Edad: 16 años

Sexo: Mujer

Gustos: Literatura, cine, superheroes, marvel -Por alguna razón, marvel estaba subrayado en rojo- sobrenatural, magia.

Disgustos: Fruta, instituto, bichos, deporte, August Dupont- Aquí también se subrayaba en rojo August Dupont ¿Quién sería?- números.

Encargado: VLADIMIR ROBINSON, 2397, 7389257- ¿Qué son esos números? Así que me llamo Vladimir..."

No pude seguir continuando la lectura, pues un chico robusto de cabello negro me dio una palmada en el hombro divertido.

-Hey Vladdie- me chocó los cinco y le mire con una expresión de ¿qué?- Fallo mío, es verdad, ahora mismo no recordarás nada porque te han borrado la memoria. El pu- su boca se cerró, evitando pronunciar la palabra malsonante- este protocolo me tiene hasta donde ya sabes. Que si borrar la memoria, que si prohibidas las palabrotas, que si no puedes vestir de colores oscuros, que si no puedes no pajearte... Somos ángeles, no monjas, no deberían haber tantas maldinormas- solté una carcajada al oír esa palabra.

-A todo esto, ¿Cómo que me han borrado la memoria?- lo mire interrogativo.

-Ah, claro, te haré un resumen para que puedas comenzar con ella- señaló el papel de mi mano echando un reojo- cuanto antes. Es sencillo, somos ángeles, y nos encomiendan a alguien del planeta Tierra para cuidarlo y ayudarle a elegir sabias decisiones- habla tratando de imitar la voz de un comercial, y con sus manos hace la expresión de mostrar algo inexistente del aire- En otras palabras, que hagamos que esa persona sea buena y la defendamos de demonios, es una caca, deberían dejar que esas personas tomen sus propias decisiones sin nuestra ayuda. Te borran la memoria cada vez que tu encomendada o encomendado muere, de forma que nunca recuerdes nada de esa persona.

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