2- El criminal

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Tenía miedo, mucho miedo. ¿Cómo de un día para el otro mi vida podía haber cambiado tan drásticamente?

El hombre me hizo entrar en ese oscuro lugar. No se escuchaba nada, todo estaba en silencio; ni una mosca se escuchaba pasar por ahí. Parecía como si alguien hubiera desactivado el volumen.

El hombre me siguió guiando por la oscuridad. Parecía que se sabía bastante el camino, seguro había recorrido esto con más gente.

Tiempo después, llegamos a un espació vacío. Solo se veían algunas cajas. Hasta que el señor abrió unas luces. No, eso no podía ser real, no quería creerlo. Aparte de que habían dos hombres más --uno bastante más mayor que el otro-- había algo más, alguna cosa extraña que no podía reconocer.

Todas mis dudas se resolvieron en un abrir y cerrar de ojos, cuando uno de los señores abrió una de las cajas. Casi me da algo, me quedé traumada, allí había cuerpos humanos, me atrevería a decir que en cada caja de aquellas había uno.

No, Dahlia, no. Eso no es posible, ¿verdad?

Comencé a dudar de mi misma. Pensándolo bien, si podía ser real. Como más de una vez había escuchado decir a mis padres cuando yo era pequeña, "A veces la realidad es peor que la ficción". No quería que esta frase fuera verdad.

Todos mis pensamientos cesaron cuando uno de los señores habló, con una voz grabe y seca.

-Vemos que tu también caíste en la trampa- dijo soltando una pequeña risa. No podía creerlo. Yo allí a punto de morir, no solo porque seguramente me iban a matar, sino también porque de tan nerviosa, miedosa y de todo que estaba, me iba a dar un infarto.

-Si te portas bien no te haremos nada, tienes suerte de ser linda, sino, ya te habríamos matado- Dijo con la mayor naturalidad del mundo, como si fuera algo que pasara cada día.

Un escalofrío recorrió por mi cuerpo. El mismo señor que estaba hablando, era un tanto bajito y estaba calvo. A diferencia del otro, el que me había traído hasta aquí, ese era más alto. Estos dos eran viejos y feos a comparación del otro hombre que estaba sentado en un rincón de la sala.

Joder Dahlia te secuestran y tu diciendo que el otro esta guapo.

Pues si la verdad, en comparación de los otros, hasta sin la necesidad de compararlo de los otros. Era muy hermoso. Era alto, con el pelo negro y rizadito. Tenía unos ojos verde claro que se mezclaban a la perfección con un tono amarillo que hacía que se le vieran más bonitos. Debajo de esos ojos tenía unas pecas, no muy notorias, pero se le veían súper bien. Seguí bajando mi mirada hasta llegar a sus labios, tengo que decir que eran bastante carnosos y rojitos. ¿Por qué un secuestrador era tan bonito?

No lo sé sinceramente. No entiendo ni que hacía pensando en eso. Repentinamente dejé de pensar. En ese mismo momento fue cuando me di cuenta, de que el hombre viejo estaba delante mío, con una sonrisa perturbadora que me hacía querer gritar. El hombre cogió mis dos manos y las puso con una correa que dolía mucho sobre una especie de colgador. Yo estaba en el suelo sentada de rodillas, y por culpa de esa correa tenía la espalda un poco arqueada, lo que hacía que mis pechos, que ya de por si eran bastante grandes, aún se notaran más. El hombre lo notó y puso su mano en uno de mis pechos, tocándolo sin yo haberle consentido.

-Que bonita vista- Dijo el mismo hombre que me estaba tocando el pecho.

-Tienes razón jefe- Dijo el señor alto.

Por alguna razón, sentía que el otro chico no era exactamente de este grupo. No decía nada y eso me parecía extraño.

Uno de los hombres, para especificar, el más alto, comenzó a desabrocharme la camisa que llevaba puesta. Allí ya no pude contenerme. Comencé a sollozar a llorar y a suplicar que me dejara.

-Deja de hacer el ridículo puta zorra- Dijo el bajito y me dio una bofetada. Seguida de una patada que me dio directamente en las costillas. Grité, lloré y supliqué ayuda. Esa patada me había dolido mucho. Sentía mi cuerpo fracturarse. Me incliné de tal manera que mis pechos quedaron casi tocando al suelo.

Agachada pude notar que, desgraciadamente, se me notaba bastante el culo. No quería que me dieran pero al instante uno de los hombres, no se cual ya que estaba de espaldas a ellos, me cogió del pelo y el otro me dio un golpe en el culo tan fuerte que pude notar como quemaba en mi interior.

-Ten tu merecido hija de puta- Dijo otra vez el bajito. Me iban diciendo cosas horribles cada dos por tres. Si uno me pegaba el otro me insultaba.

Así estuvieron hasta que sentí dos disparos. Me quedé quieta al instante, temblando de miedo. Vi como había sangre dirigiéndose hacía mi dirección. Esa sangre no era mía, no lo era.

Quería ver quien disparó, que pasó. Pero estaba parada en el suelo, no me podía mover, era como si me hubieran congelado. Estaba rezando porque no me dispararan, para que no me mataran.

Sentí mi corazón a mil cuando escuche unos pasos acercándose a mi.

★★★★★★★★★★★★★★★★

Espero que les haya gustado este capítulo.

Cuídense <3

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