Historias de la Tierra Media (LOTR fanfic)

Gandalf

Tras la coronación de Aragorn, nadie necesitaba ya la protección de Gandalf el Blanco, así que decidí encaminarme hacia el norte, hacia las tierras donde algunos poblados humanos eran acosados por bestias pavorosas, y mis servicios podían ser útiles. Además, eran tan remotos que casi nadie conocía mi nombre.
Tardé bastante en llegar, pues todo es mundo con el que me cruzaba me reconocía e intentaba pararme. ¡Maldita túnica blanca!
Al fin llegué al primer lugar donde me pararía: La Comunidad de Ashaarom.
La Comunidad estaba formada por una serie de pequeños poblados. ¿A cuál ir primero? Esa era mi duda. De repente escuché una voz detrás de mí.
- ¡Alto! ¡Dé la cara y póngase donde pueda verle!- dijo.
Con una sonrisa en la cara, me giré para ver a un niño vestido con unas riquísimas ropas y una espada corta en la mano.
Aún riéndome, le pregunté, con la mayor educación posible:
- ¿Se me permite saber con quién tengo el placer de conversar?
- Forastero-respondió el niño- estáis hablando con el príncipe Fatuo, futuro señor de estas tierras.
- ¡Oh! ¿Así que domináis toda La Comunidad?
- N-no- balbuceó, un poco avergonzado- pero sí ese pueblo de ahí.
Señaló al poblado que se extendía a nuestros pies. Por supuesto lo conocía, era Cyrahee, el poblado más grande.
- ¡Os ordeno que me elijáis!- gritó de repente.
- ¿Cómo?- pregunté, aunque sabía perfectamente a qué se refería- ¿qué quieres decir?
- Sé que los magos pueden elegir aprendices. Os ordeno que me acojáis como el vuestro.
- Mira, creo que no lo entiendes. Es algo muy especial, solo se concede a una persona en toda la vida del mago. Dicho mago siente como una conexión con su aprendiz y...
Mi frase quedó cortada por el repentino grito del insufrible crío.
- ¡Maya! ¡Aprésalo!
Una niña vestida con andrajos salió de entre los arbustos. Debía ser la criada. Tenía cara de temor hacia mí, pero más hacia su amo, así que se dirigió hacia mí e intentó atarme las muñecas. Cuando me tocó, sentí una cálida sensación por dentro y, al mirarla, vi que ella también lo había sentido.
Y entonces lo supe.
Había hallado a mi aprendiza.