Y te levantas con un pozo profundo y oscuro en el corazón. Sentimientos tan profundos que se ahogan en el alma. Sentir que a nadie le importan, que no pueden salir al exterior y flotar, sentir que un día dichos sentimientos acabarán con tu paciencia y entonces estallas... Aparentar que ese corazón, cansado de amor, es por fuera de piedra, pero por dentro, no es más que finísimo cristal, tan frágil como las lágrimas que se desvanecen en la piel de esta idiota con miedo a amar. Verme como una insignificante alma que vaga desamparada entre otras destinadas a estar juntas, enlazadas. Cruzan los dedos entre sí, se dicen te quiero, se sienten en el cielo. En el tiempo que yo llevo amando, podría haber tirado mis sentimientos por un barranco, haberlos desintegrado, haber empezado de cero, olvidar, porque se que no le importo y que no le voy a importar nunca. Y la vida sigue. Y es que, en las entrañas de ese me gustas, hay un te quiero, lo sé. ¿Y por qué te ibas a preocupar por mi? teniendo a alguien a quien cuidar, teniendo a alguien por quien vivir...
Y yo como una estúpida viviendo en este sufrimiento, tan amargo, tan horrible, malvado. Tanto, que mis alas, con las que solía volar por el camino de los sueños y las ilusiones, han acabado rotas, marchitas con el tiempo como si de flores se tratasen y sangrando esperanza, toda la que llevaban al principio, desangrándose.