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Gala

Gala, el jefe precisa que vaya a su despacho justo antes de la presentación de la campaña, sin Marcel, tu sola – la secretaría tocó mi hombro suavemente y salió de allí.

– ¿Otra vez? – mire a Marcel extrañada, pero accedí, suspiré intentando deshacerme de los nervios que tenía encima, estaba por llegar el jefe de Marketing de Sunray.

Cómo siempre hago, toqué la puerta del despacho y esperé a que me invitara a sentarme.

– ¿Ha pasado algo? – le sonreí nerviosa al ver cómo el me miraba con una sonrisa.

Una sonrisa bastante tétrica. La cual hizo que involuntariamente tragara saliva y me subieran los nervios.

– He tenido muchísima paciencia contigo, señorita Iglesias, muchísima. he hecho la vista gorda para que tuvieras una segunda oportunidad y aspiraras al ascenso, presentaras la campaña. Algo que sin ninguna duda, no haría jamás con el resto de mis empleados.

– Y se lo agradezco muchísimo – me revolví nerviosa en la silla esperando para ver hasta dónde quería llegar.

– El caso es que... De tanto esfuerzo que he hecho por ayudarte, me da la sensación de que... No has trabajado lo suficiente cómo para llegar a ese ascenso, más bien he trabajado yo. Por eso estás dónde estás.

– Bueno, yo ya le dije ayer que no se va a decepcionar, sólo espere hasta que enseñemos nuestra campaña y...

– He estado reflexionando y creo que no es sufiente, señorita Iglesias, necesito algo más a cambio, algo que me motive a concederte el ascenso.

– Usted me dijo que si hacía esto me lo daba, porfavor, tengo muchas facturas que pagar, necesito esta oportunidad.

– Desde que trabajas aquí no he podido quitarte los ojos de encima – vi cómo se levantaba y se acercaba a mi, acarició mi mejilla y se acercó a mi oído – eres una mujer increíble.

Mis lágrimas empezaban a luchar por salir de mis ojos, pero intentaba por todos los medios no llorar. Ya estaba viendo por donde iban los tiros.

– Gracias. Pero estamos aquí para hablar de trabajo, ¿verdad?

– a menos que salga otro tema de conversación.

– Disculpe. No estoy entendiendo – me hice la loca esperando que todo fuera un malentendido.

– Te concederé el aumento y te doblaré el sueldo si haces lo que te pido, nada grave.

– No soy una puta – le miré a los ojos. Le lancé una mala mirada mientras estos se inundaban, mi labio inferior empezó a temblar por culpa de la humillación que sentía, pero no me acobardé – ¿Cómo es capaz de...?

– Vale, este es el trato. Aquí tengo el acta de dimisión – el tomó un contrato que había en la mesa y lo colocó frente a mi – Piensa en esos cuatro meses de alquiler que debes, los tendrías en una semana y todavía te sobraría dinero para hacer lo que te diera la gana, solamente te pido una cosa a cambio, no es nada difícil.

– No pienso acostarme contigo, asqueroso – me levanté de la silla y me dirigí a coger el acta dimisión, me dirigí a la puerta pero el tomó mi mano y me giró hacia él – No estoy tan desesperada, si me disculpa, esta conversación termina aquí, que tenga un buen día.

– No quiero acostarme contigo, a menos que tu quieras más, por supuesto

– Que asco – le respondí de forma seca – esto no puede estar pasandome a mí – empecé a caminar hacia la puerta.

– 50,000 dólares por beso, con ese dinero lo pagas todo, y te sobra. si me das dos, son 100,000.

– ¿Tan desesperado estas para que alguien te de una muestra de cariño? – me acerqué a él – los besitos así se los pides a tu madre.

Quédate Conmigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora