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2. Guerra avisada, no mata soldado

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El lema de la familia Montenegro es sencillo: el segundo lugar, es el primer lugar para los perdedores. Mi abuelo educó a sus hijos bajo ese lema, y sus hijos hicieron lo mismo. Por eso, todos en mi familia somos muy competitivos y odiamos perder, porque nos han enseñado que eso, en nuestra familia, es algo inaceptable. Es también por ese motivo, que no sobrellevamos muy bien una derrota, para nosotros todo consiste en ganar o ganar, y cuando perdemos, podemos escuchar en nuestras cabezas la voz de nuestro padre diciendo lo decepcionantes que somos y cuan indignos somos de llevar el apellido Montenegro.

Entonces, no, perder no es una opción viable para ningún miembro de esta familia, y a pesar de que está mal, y que somos conscientes de eso, siempre intentamos buscar la validación de nuestros padres, siempre intentamos ganar y ser los mejores, dejando a un lado lo desgastante y agobiante que eso es y el peso que pone sobre nuestras espaldas. Atenea, por ejemplo, siempre está intentando complacer a su padre e intenta que él se sienta orgulloso de ella, a pesar de que mi tío es un hombre muy difícil de complacer y agradar. Andrea, mi difunta hermana, siempre hizo lo que nuestro padre quería y es algo por lo que siempre discutíamos, porque a mí me molestaba que ella haya dejado de perseguir sus sueños, para perseguir los sueños que mi padre tenía para ella.

Y al final, ella no logró cumplir ninguno de sus sueños —pienso con nostalgia.

Todos los primos Montenegro decimos que tenemos Daddy Issues. Es casi nuestra amarga y retorcida broma privada, porque si hay otra cosa que tenemos en común, es nuestro oscuro y retorcido sentido del humor, así como nuestro sarcasmo y la tendencia al drama en ciertas ocasiones y circunstancias.

—Sabes que esto es ilegal, ¿verdad? —me pregunta Tracy, por quinta vez.

—No es ilegal si nadie se entera.

—¡Sigue siendo ilegal! Ni siquiera sé por qué sigo acompañándote en este tipo de locuras. Y por favor, ahórrate el contarme cómo conseguiste desactivar la alarma del auto.

Yo le dedico una sonrisa a Tracy y ella mueve la cabeza, provocando que sus rizos rubios caigan sobre su hermoso y redondeado rostro.

Tracy tiene veintinueve, igual que Atenea. Pero a diferencia de Atenea y el resto de nuestra familia, Tracy se dedicó a la escritura, es una gran escritora de romance, lo cual no nos sorprende porque siempre ha sido una romántica y soñadora empedernida, soñando despierta con finales perfectos y momentos ideales. Me alegra que se haya casado con Mike y haya conseguido aquello que soñó desde que era una niña.

—Lo haces porque sientes pena por mí, por lo que ha sucedido con Milo y todo lo demás, y como yo sé eso, lo utilizo mi favor y me aprovecho de tu buen corazón.

—Eres terrible, y te advierto, si nos atrapan, diré que me obligaste a estar aquí.

Ella exagera, no nos van a atrapar, he hecho muchas cosas ilegales a lo largo de mi vida y a pesar de que hay muchas ocasiones donde casi me atrapan—como la vez que entré junto a mis primas en la casa de Milo y nos quedamos atrapadas ahí—, nunca han conseguido hacerlo. De alguna forma, siempre logro caer de pie.

—Tengo que hacer esto, porque no puedo dejar que el idiota de Jordán gane.

—¿Sabes? No todo en la vida es una competencia.

Es fácil para ella decirlo, mi tía fue mucho más comprensiva que sus hermanos en el tema de ganar y perder.

Mi padre tiene una gran familia, en total tiene dos hermanas y tres hermanas. Mi padre es el mayor de todos sus hermanos, a él le siguen el papá de Atenea y Miguel, y después vienen los mellizos, mi tío Francisco, quien dirige la casa de subastas y mi tía Leonor, quien es la madre de Tracy y Travis. Seguidos de mi tía Violet, y la menor de todos, mi tía Beatriz, quien nunca se casó o tuvo hijos.

Odio que seamos un ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora