Tengo que agilizar mis pasos para alcanzar a Jordán Rhodes, porque parece casi correr lejos del lugar. Él es alto, de piel morena y ojos marrones, con un agudo ingenio y comentarios casi mordaces, que yo respetaría si no fuera un imbécil. Porque debo reconocer que dejando a un lado su forma de ser y los casos que defiende, es interesante los comentarios que tiene sobre diferentes temas, y eso que solo lo escuchado un par de veces en la radio, en algunas entrevistas esporádicas que escuchado mientras voy de camino al trabajo.
—Oye, espera... sí tú.
Él se detiene y se gira lentamente, deja su maletín y la bolsa sobre la banqueta junto a él y me mira con el ceño fruncido.
—¿Y tú quién eres?
Me sorprende un poco que no me confunda con Andrea, la mayoría de las personas lo suele hacer.
—Soy Paulina Montenegro, tan bella, como peligrosa, una diva y la oveja negra de mi familia. Conmigo tienes dos opciones: o me amas o me odias. De la misma manera, funciona a quienes yo conozco: los amo o los odio. No existen los términos medios cuando se trata de mí.
Él me estudia con atención, y yo procedo hacer lo mismo con él.
—Interesante presentación, yo soy Jordán Rhodes, y creo que conmigo tienes las mismas opciones.
—Bien, veremos sí al final nos odiamos... o me amas.
Jordán me mira con una sonrisa sórdida e inclina un poco la cabeza mientras medita lo que le acabo de decir.
—Creo que me inclino por lo primero, ¿por qué me has detenido?
—Porque quería saber, ¿cómo puedes dormir por la noche después de defender a las sanguijuelas para las que trabajas? ¿Tu conciencia no te dice nada? Y créeme, eso es mucho viniendo de mí, pero incluso yo tengo límites y defender a personas que explotan a sus trabajadores es uno de esos límites.
Su postura cambia de una forma muy sutil, y sus ojos me miran con suspicacia, me recuerda a un guepardo cuando analiza a su presa antes de atacar, pero yo no soy una presa a la que él pueda intimidar.
—Voy a ser claro contigo. No te debo ni a ti, ni a ninguna otra persona, ninguna explicación sobre mis decisiones o acciones, dejando eso en claro, me despido. Tengo mejores cosas que hacer que hablar contigo.
Hay un aire de egocentrismo y superioridad a su alrededor, me pregunto de qué porte es la puerta de su casa y si hay espacio en ella para algo más que su enorme ego.
Yo le doy una media sonrisa y me inclino un poco hacia la banca, tapando con mi abrigo la bolsa marrón que él dejó ahí, mientras la tomo entre mis dedos.
—Al final tenías razón, contigo me inclino más hacia lo segundo.
—Bien por mí, podemos decir que lo nuestro fue odio a primera vista.
—Exactamente, Jordán.
Retrocedo con la bolsa detrás de mí y empiezo a alejarme de él.
—Oye, tengo algo que te pertenece... pero ahora es mío.
Jordán me mira molesto, yo sonrío e ignoro su mirada mientras sigo caminando lejos de él.
Dejo el recuerdo de mi primer encuentro con Jordán a un lado y me centro en el hombre frente a mí.
—Disculpe, ¿está atrasado el vuelo proveniente de El Cairo?
El hombre detrás del mostrador, no levanta la mirada del computador frente a él y ni siquiera se molesta en fingir que me va a ayudar.
—Creo que no pregunté de forma correcta. Oye idiota...
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Odio que seamos un Cliché
RomancePaulina y Jordán se odian a morir, pero se las arreglaron para terminar casados... ¡En Las Vegas! *** Jordán y Paulina son muy diferentes como el agua y el aceite o como el azúcar y la sal. Él dice que su rivalidad nació desde que ella le robó su pa...
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